La Bureba es una comarca burgalesa que limita al norte con los montes Obarenes, al sur con la sierra de la Demanda y los Montes de Oca, al este con el río Tirón y al oeste con la comarca burgalesa de Los Páramos.
El legado medieval de esta zona es, sin duda, el románico burebano, caracterizado por su sencillez, sobriedad y solidez. Refleja fielmente la vida y las creencias de una sociedad profundamente arraigada a la tierra y a la fe.
En el corazón de esta merindad se alza la Iglesia de San Andrés, edificada con sillería de caliza arenisca. A pesar del paso del tiempo, conserva una admirable riqueza artística. Se trata de un templo poco conocido, que en su día dependió del monasterio de San Salvador de Oña.
A lo largo de los siglos, la iglesia ha experimentado transformaciones inevitables. La despoblación trajo consigo el abandono y el saqueo de algunos elementos eclesiásticos. A finales del siglo XX, parte de la nave, el muro norte y la espadaña, reconstruidos entre los siglos XV y XVI, se derrumbaron. Afortunadamente, la estructura original evitó el colapso total del conjunto.
Vista por fuera, el ábside semicircular está dividido en tres calles por dos columnas que, junto a otras dos columnillas, alcanzan la cornisa. Una imposta sencilla divide el testero en dos alturas.
En el centro del ábside, una ventana aspillerada luce una doble arquivolta de medio punto, que reposa sobre capiteles con dos dragones y dos arpías, todos ellos exquisitamente tallados y apoyados sobre columnillas.
Los capiteles superiores de las semicolumnas, aunque difíciles de apreciar, llaman la atención por las imágenes del bestiario que se mezclan con episodios históricos de combates entre guerreros y caballeros.
En la cornisa, una notable colección de canecillos sobrevivió al derrumbe, mostrando un universo de figuras humanas, animales e imágenes alegóricas.
En el muro oeste, sobresale un óculo tetralobulado que evoca la cruz griega adoptada por la orden de los caballeros hospitalarios.
En el muro sur, se encuentra un vano de medio punto sin arquivolta, apoyado en capiteles con leones y aves que descansan sobre columnas. En este muro se encuentra la puerta de entrada, que es su rasgo más distintivo. Está decorada con tres arquivoltas ligeramente apuntadas y abocinadas, con imágenes dispuestas tanto de forma radial como vertical y horizontalmente, sin un orden aparente. Su resalte la ha protegido del deterioro el tiempo. Los arcos se apoyan en capiteles que descansan sobre columnas acodilladas.
Las arquivoltas, talladas en dovelas, exhiben en relieve ángeles, apóstoles, santos y clérigos; caballeros con espada, figuras geométricas o animales como monos, corderos y caballos, y símbolos del bestiario. Todas estas piezas son de excelente factura y muchas de ellas están finamente talladas. Algunos textos sugieren que el arco fue recompuesto y, como resultado, quedó un arco rebajado en forma de medialuna.
De cuatro capiteles del lado izquierdo, el exterior muestra un conjunto de piñas. El segundo presenta un grifo; el tercero, una figura del bestiario que parece un basilisco de mirada penetrante; y el interior, otro grifo más complejo. En los del lado derecho, el exterior está casi borrado. El segundo luce hojas gruesas dispuestas en dos planos y una pequeña cabeza humana de la que parten dos largas volutas. Los internos exhiben seres fantásticos como arpías y grifos, o aves, a menudo entrelazados con motivos vegetales.
Las jambas que sustentan las arquivoltas también están decoradas. La del lado izquierdo, de la que solo se conserva la cara exterior, muestra un hombre alado con rasgos humanos y animales. En la derecha, sus caras internas son una pareja de aves con cuellos entrelazados, y la exterior, dos sirenas: una con un olifante y la otra ofreciendo un pequeño banco de peces.
En las dovelas del arco achatado de acceso al templo, algunos textos quieren ver un zodíaco. Se conserva una inscripción en latín en la cara frontal exterior que reza:
«En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. A esta iglesia la llaman de San Andrés. En la era de 1214 (año 1176), la puerta la hicieron Pedro de Ega y Juan Miguel.»
Esta inscripción aclara que la iglesia se terminó en el año 1176 y nombra a los maestros canteros: Pedro de Ega y Juan Miquélez. La interpretación global de la entrada del templo se vincula con la eterna lucha entre el bien y el mal.
En el interior se comprueba que el templo tiene una única nave, cubierta en sus dos primeros tramos con bóvedas de cañón ligeramente apuntadas y reforzadas por arcos fajones que se apoyan en pilastras. El último tramo de la nave, sin embargo, se construyó con una bóveda en plana, una solución singular en el románico burgalés, diseñada para soportar una estructura torreada a modo de cimborrio desde un falso crucero.
En el arco de triunfo de la Iglesia de San Andrés de Soto de la Bureba, la ornamentación incluye roleos, entrelazos y espirales en los cimacios de los capiteles y los fustes de las columnas.
El ábside está cubierto con bóveda de horno. La diversidad de estilos en los relieves sugiere la participación de varios grupos de artistas provenientes de diferentes talleres.
La iglesia de San Andrés de Soto de la Bureba sufrió un importante derrumbe en 1988, que afectó al tramo norte de la nave, al muro septentrional, a la espadaña y a parte de la bóveda central. La causa principal se atribuyó al debilitamiento de los soportes por efecto del agua.
Tras el derrumbe, la iglesia fue sometida a una primera restauración. No obstante, esta intervención no fue considerada del todo acertada por los expertos, y se modificó la estructura original, instalando una torre cuadrada en lugar de la espadaña.
Juan Pisuerga
PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR:
GONZÁLEZ BUENO, M. (2001). Costumbres de la provincia de Burgos. Diputación de Burgos.
MARTÍNEZ SANTAOLALLA, J. (1924). Soto de Bureba.
OCEJA GONZALO, I. (1983). San Andrés de la Bureba.
PALMA HUIDOBRO, J. A. (1989). El románico burebano.
PALOMERO ARAGÓN, F. (2021). El arte románico burgalés. Diputación de Burgos.
VALDIVIESO, B. Rutas del románico por la provincia de Burgos.