Prisciliano fue una figura clave en el movimiento ascético hispano primitivo. Sus ideas, consideradas herejías por la Iglesia, dejaron una profunda huella.
Nacido en una familia senatorial de Galicia alrededor del 340, recibió una excelente educación, dominando a los clásicos griegos y latinos. Hacia el 360, se convirtió al cristianismo, atraído por las ideas eremíticas orientales. Tras su conversión, fundó comunidades en tierras gallegas impartiendo enseñanza sobre el ayuno, la castidad, la lectura de textos sagrados y la oración.
En el 370, se trasladó a Burdeos para estudiar retórica. Allí, junto a su preceptor, fundó una comunidad rigorista que priorizaba la disciplina. Algunas fuentes sugieren que tuvo una relación amorosa con Prócula, la hija de sus mentores, y que también tomó a Gala como esposa, aunque la información es limitada.
Prisciliano estuvo muy influenciado por las ideas orientales calificadas de heterodoxas por la Iglesia. Sobre esta base, desarrolló una doctrina que mezclaba creencias orientales, judías y cristianas, incluyendo referencias a los evangelios apócrifos. Sus teorías se acercaban al gnosticismo y al dualismo, incorporando ideas de Aquiles de Alejandría sobre el Conocimiento y el Espíritu como fuentes únicas de salvación.
Su filosofía promovía una vida austera y de profunda meditación, con renuncia a los placeres mundanos. Abogaba por el celibato sacerdotal, la abstinencia de carne y vino, y el ayuno los domingos y en Navidad. El priscilianismo también rechazaba la acumulación de riquezas, buscando el regreso a la pobreza de la Iglesia primitiva.
Al volver a la península en el 380, Prisciliano comenzó a predicar su doctrina con gran retórica, atrayendo a numerosos seguidores. Predicaba una confrontación entre el «reino de la luz» espiritual y bueno y el «reino de la oscuridad» material y malo. Sostenía que el alma estaba atrapada en el cuerpo material, y que la salvación consistía en liberar el alma de la materia. Debido a su visión negativa de la materia, algunos oponentes le acusaron de negar la humanidad de Cristo.
Además de su intelecto, poseía una vasta cultura. Creía en la capacidad individual para interpretar los textos sagrados, sin necesidad de mediación, lo que llevó a algunos a considerarlo un precursor de la Reforma Protestante. Aunque respetaba gran parte del Antiguo Testamento, rechazaba la narrativa de la Creación. Mientras las religiones monoteístas creen en un Dios único creador de todo, los gnósticos distinguían un Dios Supremo, trascendente e inalcanzable, pura bondad, y el llamado Demiurgo, una entidad inferior responsable del mundo material imperfecto, al que identificaban con el Dios del Antiguo Testamento.
El priscilianismo creía en la existencia de un conocimiento «secreto», solo accesible a unos pocos «iluminados», lo que conectaba con las tradiciones gnósticas que valoraban la «gnosis», el conocimiento para la salvación eterna.
Más allá de las diferencias filosóficas, el movimiento priscilianista también se distinguía por aspectos más terrenales. Las mujeres tenían un papel destacado en las reuniones, celebradas en villas o casas rurales, y se permitía a los laicos enseñar y dirigir a la comunidad, lo cual chocaba con la jerarquía eclesiástica. Además, Prisciliano criticó abiertamente la vinculación de la Iglesia con gobernantes corruptos, lo que le ganó la animadversión de sus adversarios.
En el 380, Hidacio, obispo de Emérita Augusta, convocó un concilio en Zaragoza para condenar estas ideas. Sin embargo, la ausencia de dos obispos priscilianistas y el abandono del sínodo por el obispo de Astorga impidieron la condena. Ese mismo año, los obispos Instancio y Salviano elevaron a Prisciliano a la sede episcopal de Ávila. En un intento de reconciliación, ambos se desplazaron a Mérida para dialogar con Hidacio, pero tuvieron que huir ante la hostilidad de los emeritenses, manipulados por el obispo.
Las críticas de Prisciliano a las prácticas eclesiásticas tradicionales, como la veneración de santos y el uso de imágenes, le valieron la excomunión en el 378 en el sínodo de Braga. A pesar de ello, continuó predicando y atrayendo seguidores, lo que permitió que sus ideas se difundieran rápidamente.
Prisciliano y sus seguidores apelaron sin éxito al Papa. En el 385, bajo la presión de la Iglesia, se trasladaron a Tréveris buscando la protección del emperador Magno Máximo. Sin embargo, el emperador, instigado por la Curia Vaticana, ordenó su arresto bajo acusaciones de herejía, brujería e inmoralidad. Fueron juzgados en Tréveris y, tras un polémico juicio, declarados culpables y condenados a muerte. El 7 de octubre de 385, fueron decapitados. Su ejecución marcó un punto de inflexión, aunque sus ideas pervivieron en la clandestinidad durante siglos, influyendo notablemente en doctrinas como las de los cátaros y valdenses.
En el Sínodo de Burdeos en 386, el priscilianismo fue oficialmente condenado como herejía. Se ordenó la destrucción de todos sus escritos y la excomunión para quienes siguieran sus enseñanzas.
La figura de Prisciliano sigue siendo controvertida. La Iglesia Católica lo considera un hereje, mientras que otras colectividades cristianas marginales lo han visto como un mártir. Aunque el priscilianismo desapareció a finales del siglo V, su legado es complejo. Algunos lo ven como un hereje que amenazó la unidad eclesial, otros como un mártir, y hay quienes lo tildan de mago o brujo por su búsqueda de sabiduría oculta y su deseo de modificar dogmas eclesiásticos, como la invocación de un espíritu no divino sino ancestral.
Su figura simboliza la tensión constante a lo largo de la historia de la Iglesia entre la ortodoxia oficial y la búsqueda de una espiritualidad más personal.
A pesar de su condena, Prisciliano tuvo una influencia significativa en el cristianismo hispano, contribuyendo al desarrollo del monacato. Fragmentos aislados de sus escritos, que han llegado hasta nosotros, ofrecen una perspectiva valiosa sobre la espiritualidad, la teología cristiana y la libertad de pensamiento en la búsqueda de la verdad.
La relación entre Prisciliano y la tumba del Apóstol Santiago es un tema debatido por los historiadores. Según la tradición, la tumba de Santiago el Mayor fue descubierta en Iria Flavia alrededor del siglo IX, y sus restos se custodian en la Catedral de Santiago de Compostela, confirmado por el Papa León XIII en 1885. Sin embargo, algunos historiadores cuestionan esta versión oficial, argumentando la falta de evidencia sólida de la presencia de Santiago en la zona. Basándose en la probable ubicación de necrópolis romanas, sugieren que Prisciliano podría estar enterrado en la catedral, una teoría sin pruebas concluyentes, pero que resalta el misterio en torno al sepulcro compostelano.
Juan Pisuerga.
PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR
- Javier Arce. Bárbaros y romanos en Hispania. Ediciones de Historia.
- Francisco Javier Fernández Conde. Prisciliano y el priscilianismo. Historiografía y realidad. Editorial Trea.
- Ramón López Caneda. Prisciliano. Su pensamiento y su problema histórico, 1966. Santiago de Compostela.
- Andrés Olivares Guillem. Prisciliano a través del tiempo. Historia de los estudios sobre el priscilianismo. Fundación Pedro Barrié de la Maza.
- Sánchez-Dragó. Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España. Editorial Planeta.
- Paloma Sánchez-Garnika. El alma de las piedras. Editorial Planeta, 2010.