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En el año 939, Ramiro II de León derrotó de manera contundente al ejército de Abderramán III en la batalla de Simancas. El rey contó con el apoyo de las fuerzas del conde de Saldaña-Carrión, de Fernán González, conde de Castilla, y de otros condes leoneses, portugueses y gallegos. Este triunfo propició la llegada de colonos montañeses, mozárabes y judíos a la comarca castellana.

Tras la batalla de Simancas, en el 939, Ramiro II buscó frenar la creciente influencia territorial de los condes de Carrión-Saldaña y de Castilla. Para ello, introdujo entre ambos condados una cuña territorial, el condado de Monzón, que llegaba hasta Peñafiel y la entregó para su gobierno al linaje Ansúrez.

La primera constancia documental de la alianza entre los Diego Muñoz, Gómez Díaz y los Ansúrez data del año 932. En aquel año, ambos linajes respaldaron al rey Alfonso IV en su intento por recuperar el trono que había cedido a su hermano Ramiro II. Se desencadenó una guerra civil entre hermanos de la que salió vencedor Ramiro como rey de León.

Durante los siglos X y XI, las familias de los Diego Muñoz, Gómez Díaz y Ansúrez compartieron posesiones en Saldaña Carrión, en la Montaña Palentina y en la Liébana. Aunque cada familia actuaba de forma independiente, movida por intereses personales, ambiciones territoriales o estrategias políticas, e incluso hubo entre ellos conflictos legales y bélicos, poco a poco se fueron fusionando por pactos diplomáticos y alianzas matrimoniales, dando origen al poderoso linaje Banu-Gómez, de gran influencia tanto en el reino de León como en el condado de Castilla.

En el siglo X tuvo lugar la fundación de un pequeño monasterio benedictino dedicado a san Juan Bautista. En el año 1047, la condesa Teresa Peláez, esposa del conde de Carrión-Saldaña Gómez Díaz, fue la principal promotora de la reconstrucción y desarrollo del monasterio. En 1075, el monacato cambió su advocación al recibir las reliquias de San Zoilo, procedentes de Córdoba. En 1076, fue donado a la poderosa orden de Cluny, lo que le dio un gran impulso, convirtiéndolo en un centro religioso y político clave para la orden cluniacense en Castilla y León.

Asur Díaz, padre de Pedro Ansúrez, era hijo de Diego Muñoz y nieto de Gómez Díaz, miembros del linaje Banu-Gómez.

Casi cien años después de la victoria de Simancas, Alfonso VI encomendó al conde Ansúrez, amigo de su infancia y hombre de su confianza, la tarea de revitalizar, repoblar y consolidar la presencia cristiana en un enclave geoestratégico de singular importancia: la confluencia de los ríos Pisuerga y Esgueva en tierras muy próximas al Duero, una zona especialmente castigada por los musulmanes en tiempos de Almanzor.

El conde Pedro Ansúrez no «fundó» Valladolid de la nada, ya que existían asentamientos previos. Hay constancia de la existencia de un pequeño núcleo de población en la confluencia de los ríos Pisuerga y Esgueva, así como de un alcázar o fortaleza y una iglesia. Este pequeño asentamiento se llamaba Vallisoletum. Ansúrez llevó a cabo un plan de repoblación, atrayendo habitantes de sus dominios, de Carrión y Saldaña, para que se establecieran en Valladolid. Un movimiento demográfico crucial para el crecimiento de la villa.

El conde fue el impulsor clave de su crecimiento y desarrollo a partir de 1072, cuando el rey Alfonso VI le concedió la villa. El conde y su esposa, Eylo, mandaron construir su residencia palaciega y promovieron la construcción de importantes edificios religiosos que se convirtieron en el centro de la nueva villa. El más significativo fue la Colegiata de Santa María la Mayor, cuya consagración en 1095 marcó un hito. También impulsó la construcción de otros templos como la Iglesia de Santa María La Antigua. Alrededor de estos edificios se originó el barrio de Santa María.

La repoblación de este lugar tan estratégico permitiría al reino controlar y asegurar el territorio. El rey concedió al conde Ansúrez el señorío de Valladolid, dotándolo del poder y los recursos necesarios para atraer a los pobladores y organizar el núcleo urbano. Esto permitió al conde ofrecer incentivos a gentes de sus condados de Monzón, Saldaña y Carrión, así como de San Pedro Entrepeñas, de la montaña palentina y de la Liébana, para que se establecieran en Valladolid.

Al ser nombrado señor de Valladolid, Ansúrez estableció un centro de poder y una estructura administrativa, convirtiendo la villa en un núcleo de relevancia política en el reino de León y Castilla. Su labor sentó las bases para que, siglos más tarde, Valladolid se convirtiera en una de las ciudades más importantes de la Corona de Castilla.

Bajo el gobierno de Pedro Ansúrez, Valladolid experimentó un notable desarrollo urbanístico. Se levantaron iglesias, molinos, talleres, herrerías, carpinterías y se trazaron caminos. Se construyeron varios puentes sobre los ramales del Esgueva y sus arroyos. El Puente Mayor sobre el Pisuerga, cuya construcción original es incierta, se le atribuye a doña Eylo, un Puente Mayor envuelto en misterios y leyendas.

El conde Ansúrez emprendió la labor de repoblar, coordinar y organizar el territorio que hoy conocemos como Valladolid. La primera muralla, construida en mampostería entre 1084 y 1100, se erigió precisamente para delimitar el núcleo central de esta nueva población. La muralla abarcaba la plaza de San Miguel, donde se estima que había siete casas y las iglesias de San Julián y San Pelayo, esta última posteriormente dedicada a San Miguel. Las viviendas de la época, construidas principalmente en madera y adobe, se agruparían probablemente en torno a la iglesia. La otra plaza relevante era la del Rosarillo, en cuyo muro suroeste se encontraba la puerta de “La Peñolería” o del “Esgueva”. Santa María la Mayor quedaba a extramuros de la muralla.

Tras la conquista de Toledo por Alfonso VI en 1084, el conde dispuso la entrega de terrenos de la puebla a los francos que habían apoyado al monarca para que construyeran sus viviendas. Se establecieron fuera de la muralla en una zona conocida hasta hace pocos años como la «calle de los Francos», dentro del barrio de Santa María.

En el año 1090, el rey Alfonso VI, a instancias del conde, otorgó el fuero de Valladolid. Este conjunto de privilegios regulaba la vida de la villa con el objetivo de atraer nuevos habitantes. Aunque el fuero de Valladolid no se conserva, sentó las bases para el crecimiento de la población mediante la exención de impuestos y otorgó una considerable autonomía a la villa. Este marco legal y administrativo, impulsado por Ansúrez, constituyó una «joya» intangible que moldeó el futuro de Valladolid.

En pocos años, la puebla se transformó en una villa relevante. Los condes contribuyeron a su expansión y al enriquecimiento de su patrimonio. El conde y su esposa, doña Eylo, realizaron numerosas donaciones al Monasterio de San Isidro de Dueñas, un cenobio fundado o restaurado por Alfonso III el Magno y posteriormente donado por Alfonso VI a la orden de Cluny. Este hecho lo convirtió en un centro religioso y cultural de gran importancia en la época. Este monasterio, con su rica historia y su legado arquitectónico y espiritual, representa otra «joya» que conecta directamente con la figura del conde y su impacto en el territorio.

Juan Pisuerga

 

 

PARA MÁS INFORMACIÓN SE PUEDE CONSULTAR A:

  1. Calderón, Basilio. (1991). Cartografía histórica de la ciudad de Valladolid. Ayuntamiento de Valladolid. Junta de Castilla y León.
  2. Martín González, Juan José (1972). Guía de Valladolid. Editorial Miñón, S.A., Valladolid.
  3. Calabia Ibáñez, Luis. Crónicas de Valladolid. Ayuntamiento de Valladolid. 1978.
  4. Torrecilla Fernández, Luis (1999). Valladolid con ojos distintos. Ayuntamiento de Valladolid.
  5. Urrea, Jesús (1990). Guía artística de Valladolid. Caja España.
  6. Watemberg Sempere, Federico (1977). Valladolid, desarrollo del núcleo urbano. Ayuntamiento de Valladolid.