En 1240, los reyes de Castilla y Aragón, Fernando III y Jaime I, acordaron el matrimonio de sus hijos, Alfonso y Violante. La boda se celebró en la colegiata de Santa María la Mayor de Valladolid el 29 de enero de 1249. Violante tenía 12 años, y Alfonso, 27.
Existe una leyenda que narra la existencia de un palacio en la orilla derecha del Pisuerga, probablemente una casa de ribera llamada Mirabel, frente a la judería de Valladolid, donde hoy se encuentra el parque de la Ribera. Se cuenta que fue allí donde Alfonso el Sabio mandó escribir «Las Siete Partidas». De hecho, hay una calle en el antiguo barrio de la judería que se llama Mirabel.
Alfonso X pasaba largas temporadas en Valladolid y concedió a la villa un Fuero Real que permitía la celebración de dos ferias anuales sin impuesto de portazgo. Esta medida, que facilitaba la entrada de mercancías a los comerciantes, impulsó notablemente el crecimiento demográfico y económico de la ciudad.
En 1276, doña Violante mandó fundar un convento al norte de la villa para los padres dominicos. No está claro si el terreno fue cedido por el Concejo o si eran tierras de realengo. Lo cierto es que la reina, una mujer culta y devota, deseaba contribuir al desarrollo espiritual de la ciudad.
El primogénito de Alfonso X y heredero al trono era Fernando de la Cerda, llamado así porque tenía un mechón de cabello de distinto color. Tras su muerte en 1275, según el derecho castellano, la corona debería recaer en el segundo hijo. Sin embargo, el rey había establecido en el «Espéculo» que la sucesión correspondería a los hijos del primogénito. Alfonso X, presionado por su esposa y por los reyes de Aragón y Francia, se vio forzado a desheredar a su segundo hijo. No obstante, este, apoyado por gran parte de la nobleza, se enfrentó a su padre. A la muerte del rey Sabio, su segundo hijo fue proclamado rey como Sancho IV, el Bravo. Había nacido en Valladolid en 1254 y se había casado con María de Molina. Fue esta reina quien continuó apoyando las obras de construcción del convento de San Pablo.
En el siglo XV, el cardenal Torquemada encargó la reedificación de la iglesia. A su muerte, el mecenazgo pasó a fray Alonso de Burgos, obispo de Palencia y confesor de Isabel la Católica.
El convento fue reconstruido entre 1445 y 1488. La majestuosa fachada, una joya del gótico isabelino, fue diseñada y ejecutada en 1497 por el escultor burgalés Simón de Colonia. La fachada original llegaba hasta la imposta del rosetón central, donde se asienta un frontón superior. En su frontispicio, se exhibe la heráldica de los Reyes Católicos, sostenida por dos leones rampantes y coronados y, detrás, está el águila de San Juan. El Evangelio de San Juan, considerado el más elevado teológicamente, se asocia con el vuelo del águila. Isabel la Católica, como princesa de Asturias desde 1468 tras la muerte de su hermano Alfonso de Castilla y por el llamado Pacto de los Toros de Guisando, incorporó el águila a su escudo. Al casarse con Fernando II de Aragón, el águila se integró en el escudo conjunto, simbolizando la unión y la fe de la nueva monarquía.
En la imposta, destacan dos gárgolas y, a los lados, dos pilares con forma de pináculos escalonados, decorados con numerosas esculturas bajo doseletes. Una discreta torre campanario los acompaña.
La puerta de entrada al templo tiene un arco conopial abocinado, protegido por un amplio arco carpanel que forma una especie de tejadillo en el que se enmarca un fantástico repertorio ornamental. Sobre el arco de acceso, está la Coronación de la Virgen en presencia orante de Fray Alonso de Burgos. Al ser él su benefactor, no es de extrañar que el autor se localizara en un lugar tan prominente. El obispo, arrodillado y vestido con capa pluvial, mitra y báculo, quiso perpetuar su imagen como testigo excepcional de la ceremonia. La representación de la Coronación de la Virgen María es común en la orden dominica.
La Virgen, en el centro de la escena, está acompañada por el Padre Eterno, Jesucristo y el Espíritu Santo, sobre un fondo decorado con relieves de escamas. A los lados, se encuentran San Juan Evangelista y San Juan Bautista. En los extremos, Santo Domingo de Guzmán, Santo Tomás de Aquino, San Vicente Ferrer y San Pedro Mártir.
Bajo la imposta, hay elementos góticos como trazos geométricos, arcos lobulados y cresterías. Intercalados entre ellos, se encuentran grupos y figuras escultóricas: ángeles de pie sosteniendo el escudo del obispo, ángeles músicos y numerosos santos que simbolizan el triunfo de la orden dominica.
En el año 1605, Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, asumió el patronato del convento e impulsó importantes reformas. Es relevante señalar su particular interés en eliminar los blasones del obispo. Mandó reconstruir la fachada por encima de la imposta, configurándola como un retablo de tres cuerpos y cinco calles, con un fondo tapizado de estrellas en relieve. Los dos cuerpos inferiores se destinaron a escenas de Cristo, y el superior a la gloria de la Virgen y de los dominicos.
En las calles centrales de los cuerpos inferiores, bajo doseles, se exhiben seis altorrelieves que narran el triunfo de Cristo: las Tres Marías ante el Sepulcro, la Resurrección, el encuentro de Emaús, los discípulos, San Juan y San Pedro ante el sepulcro, y la duda de Santo Tomás. En las calles adyacentes, se encuentran figuras del rey David, Salomón y dos profetas, todas atribuidas al escultor Francisco Rincón. En los extremos, enmarcados, figuran los cuatro evangelistas.
En el cuerpo superior, separados por bandas talladas, hay niños ángeles y, en el centro, la Virgen con el Niño. Santo Domingo de Guzmán, San Juan y Santo Tomás de Aquino están en hornacinas. A su lado, se aprecian los grandes escudos de armas del duque de Lerma, rodeados de guirnaldas. En los extremos, en otras hornacinas, figuran San Pedro de Verona y San Vicente Ferrer.
El duque de Lerma añadió las torres colaterales de piedra, que no tienen el mismo grosor. La derecha es más ancha, creando un efecto óptico que hace que la fachada parezca orientada hacia el Palacio Real. En la primera imposta de cada torre, se encuentra el escudo del duque y, debajo, una lápida con una inscripción.
En la parte superior de la fachada, un frontón triangular exhibe el escudo de los Reyes Católicos, sostenido por leones coronados y con el águila de San Juan.
En la iglesia de San Pablo fueron bautizados los reyes Felipe II y Felipe IV. Cuenta la leyenda que el príncipe Felipe II salió por una ventana del Palacio de Pimentel, rompiendo unas barras de hierro, para ser bautizado en esta iglesia. De haber salido por la puerta del palacio, habría sido bautizado en la parroquia de San Martín. La cadena que reparó el desperfecto aún es visible.
Juan Pisuerga
PARA MÁS INFORMACIÓN SE PUEDE CONSULTAR A:
- Urrea, Jesús (1990). Guía histórico-artística de la ciudad de Valladolid. Caja de Ahorros Popular de Valladolid.
- Palomares Ibáñez, Jesús María (2015). «La sombra alargada del Duque de Lerma sobre el convento de San Pablo de Valladolid». Archivo Dominicano.
- Palomares Ibáñez, Jesús María (2013). «Vicisitudes del convento de San Pablo de Valladolid en el siglo XIX». Archivo Dominicano.
- Fernández, Jesús Urrea; Macías, Luis Alberto Mingo; Los Santos, Ana Cristina Pardo. Ediciones Universidad de Valladolid.
- Sangrador y Vitores, Matías (1851). Historia de la muy noble y leal ciudad de Valladolid: desde su más remota antigüedad.