Octubre es el décimo mes del año en el calendario gregoriano y está cargado de contrastes, matices y significados. Marca el principio del otoño en el hemisferio norte, una estación asociada a la transición, la madurez y a la preparación del invierno.
En el calendario romano antes de la reforma del año 45 a/C. Marzo era el primer mes del año y por lo tanto octubre era el octavo. De hecho, su nombre proviene del latín «octo», es decir ocho. Con la reforma, el año comenzaba en los meses añadidos de enero, que deriva de Jano y febrero de la celebración de las februa. Se intercalaron los nombres del quinto mes llamado Quintilis del calendario anterior por el de Julio en el calendario juliano en honor al dictador de Roma y lo mismo sucedió con el sexto mes que pasó a llamarse agosto en honor al emperador Augusto.
A pesar de estos cambios tan aparentes, el nombre «octubre» se mantuvo para recordar el antiguo calendario. Hubo intentos de llamarle Tiberio, Claudio u otros nombres que no fueron aceptados. Octubre tiene 31 días según el calendario gregoriano. En latín, su nombre era «Octobre mensis» que significa «mes de octubre» y pese a los cambios y a las diferentes formas de pronunciarlo a lo largo de los siglos, su nombre ha perdurado.
En Roma ocho era el número de la fertilidad, prosperidad y paz, y está relacionado con Marte, que, aunque es conocido como el dios de la guerra, para los romanos también simbolizaba la energía vital, la fertilidad y el ciclo de la naturaleza. Se dice que el Roma ocho era un número que favorece a las personas a tomar decisiones importantes y por eso era un mes de reflexión y de transición hacia el invierno.
Más del 90% de la población romana vivía en el campo y estaba obligada a ganarse la vida con esfuerzo. Vivir de la agricultura era muy duro en esta época, aunque siempre haya sido así.
La propiedad de la tierra era un factor determinante en la distinción social. Cuantas más tierras de cultivo tuviera un romano, más importante era en la escala social.
Las granjas grandes y el campo dependían del trabajo servil, por lo que a veces los grandes propietarios contrataban a ciudadanos libres para supervisar a los esclavos.
Los legionarios cuando se licenciaban podían ser recompensados con tierras de cultivo.
Los agricultores y pastores eran el núcleo vital de la sociedad romana.
El cultivo principal eran los cereales, sobre todo el trigo y las leguminosas.
Los huertos no eran solo una fuente de alimento y economía, sino que tenían un significado simbólico y social. Eran lugares de descanso, donde las familias pasaban el tiempo juntas. Tener un huerto propio era una señal de independencia y seguridad económica.
Los árboles frutales eran otra fuente de alimentación y economía. Había ciruelos, manzanos y perales apreciados por su sabor y versatilidad y sus frutos se consumían frescos, cocinados. En este mes se hacía sidra con las manzanas o dulces mermeladas con otros frutos como con los albaricoqueros. Las higueras eran muy apreciadas porque daban frutos dulces, jugosos, abundantes y muy nutritivos
Las frutas se consideraban saludables y se utilizaban para tratar diversas dolencias y enfermedades. Más tarde se introdujo la vid y posteriormente el olivo, este último procedente de Grecia con connotaciones religiosas que los asociaban con Minerva.
En este mes, los agricultores romanos se dedicaban a almacenar alimentos y las cosechas recogidas en agosto y septiembre.
Es un mes que transita entre la declinación de la vida y la germinación de la que viene, porque en octubre empezaba la temporada de siembra para el próximo año. Un período de renovación.
La asociación de octubre con Marte marca parte del simbolismo del mes. Los romanos veían una verdadera conexión entre el ciclo agrícola y la guerra. La siembra y la cosecha eran consideradas como una especie de «batalla» contra la naturaleza para garantizar la supervivencia de las familias y por ello pedían a Marte que protegiera sus labores agrícolas y sus almacenes. Le pedían fuerza, resistencia, valor y los atributos necesarios para afrontar las dificultades invernales.
La caída de las hojas y los días más cortos recuerdan al ocaso de la vida; sin embargo, bajo tierra, las semillas sembradas se preparan para germinar en primavera próxima. Es el símbolo del ciclo vital: la muerte y el renacimiento.
Por otra parte, es el mes del colorido y del encanto otoñal. Los senderos y caminos se cubren de hojas secas que crujen a nuestro paso y despiertan un aroma especial. Los árboles, arbustos y enredaderas tienen hojas de tonos naranjas, marrones, rojos y dorados. La luz del sol que está más bajo adquiere en este mes una tonalidad más cálida y suave y crea sombras alargadas que al contactar con árboles y edificios ofrecen unas maravillosas y mágicas atmósferas que nos permiten disfrutar de una experiencia sensorial única y fascinante con la sensación de paz y tranquilidad y con matices de cierta nostalgia. Es como si la naturaleza hubiera pintado para nosotros un grandioso paisaje que alcanza cualquier horizonte. Un cuadro único a gran escala para nuestra vista.
Las temperaturas comienzan a descender, invitándonos a abrigarnos y a disfrutar de actividades domésticas.
En España, el 12 de octubre de 1492 tuvo lugar un acontecimiento histórico trascendental para la humanidad: el descubrimiento de América. Dos mundos, dos culturas y dos civilizaciones, la española y la americana y un sinnúmero de razas que se fusionaron en un mestizaje hermano y único en el mundo a pesar de las leyendas negras que han resonado continuamente por radios, cinematógrafos, televisiones, libros y artículos malintencionados escritos en habla inglesa y francesa pero que no han podido separar ni dividir a los hispanohablantes. En los últimos 50 años, desde que las aulas de las universidades americanas se llenaron de la ideología del París de 1968, este desafecto ha ido en aumento. Una animadversión apoyada por políticos cainitas y populistas, tanto españoles como extranjeros, que no han podido quebrantar el sentimiento de hermandad, va más allá del relato político.
Han querido decir que América fue llamada así por el descubrimiento de Américo Castro y como consecuencia han decidido llamarla Latinoamérica, referenciando a un mundo de gentes bajas, pobres y malhechoras. Y el caso es que a muchos el apodo no les disgusta. Lo que sorprende es que no saben que el rey Fernando concedió la ciudadanía castellana a Américo Vespucio en la ciudad de Toro el 24 de abril de 1505 y que por encargo del rey mapeó la costa norte sudamericana. Y en efecto, Américo entendió por primera vez que lo descubierto era un continente y no un conjunto de islas. El mapa, siguiendo las órdenes del rey Américo Vespucio, se lo entregó en el año 1507 al cartógrafo Martin Waldseemüller para su divulgación y con el objeto que los navegantes de todos los países tuvieran conciencia del lugar y pudieran navegar sin perder el rumbo.
El 23 de septiembre de 1892, la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena promulgó y firmó en nombre de su hijo Alfonso XII un Real Decreto, a propuesta del presidente Antonio Cánovas del Castillo, en el que se declaraba fiesta nacional el 12 de octubre para celebrar el Descubrimiento de América, que debería servir para reforzar los lazos de hermandad entre los países hispanos, ya que además es el día de la Virgen del Pilar que tiene muchas devociones por esos territorios.
En la iglesia católica octubre es un mes dedicado a la Virgen del Rosario.
Juan Pisuerga
PARA MAYOR INFORMACIÓN
1-Thomas, Hugh (2003). El imperio español, de Colón a Magallanes. Barcelona, Editorial Planeta. ISBN 84-08-04951-8.
2-Varela, Consuelo (1988). Colón y los florentinos. Madrid: Alianza América. ISBN 84-206-4222-3.
3-Brind’Amour, P. (1983). Le Calendrier romain: Recherches chronologiques. Ottawa.
4-Carcopino, J. (1984). La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio. ed. Temas de hoy. España: Madrid
5-Guillén, J. (1980). Urbs Roma: vida y costumbres de los romanos. ed. Sígueme. España: Salamanca
6-Fiesta de la Raza / Día de la Raza, en Proyecto Filosofía en español.
7-«Hispanidad»: historia y significación de la palabra, por José Mª García de Tuñón Aza.