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El mito de Ícaro es uno de los más conocidos de la mitología griega. La leyenda cuenta que Ícaro y su padre Dédalo fueron encerrados en el laberinto de Creta por el rey Minos. Dédalo, un ingenioso artesano, construyó unas alas para escapar, uniendo plumas con cera. Antes de emprender el vuelo, advirtió a su hijo que no volara ni muy alto, para que el sol no derritiera la cera, ni muy bajo, para que la humedad del mar no empapara las plumas.

Sin embargo, Ícaro, deslumbrado por la libertad de volar, ignoró las advertencias de su padre. Se elevó tanto que el calor del sol derritió la cera, sus alas se desprendieron y cayó al mar, donde se ahogó. Dédalo, impotente, fue testigo de la tragedia. Continuó su vuelo, lamentando la pérdida de su hijo.

Durante el Renacimiento, Leonardo da Vinci soñaba con crear máquinas voladoras. Su fascinación por el vuelo de las aves lo llevó a estudiar los principios de la aerodinámica. Analizó la anatomía de las aves, sus mecanismos de vuelo y las corrientes de aire. A partir de sus investigaciones, diseñó varios prototipos, como el ornitóptero, una máquina con alas batientes, y el helicóptero, una estructura con un rotor. Leonardo da Vinci fue un visionario adelantado a su tiempo, pero, aunque no llegó a construir una máquina voladora, sus diseños fueron fundamentales para el desarrollo de la aviación.

La historia de la aviación está llena de visionarios. Se desconoce si Diego Marín Aguilera conocía el mito de Ícaro o los diseños de Leonardo, pero en 1793, intentó volar con un artefacto de su propia invención.

Este burgalés del siglo XVIII ocupa un lugar especial como el primer hombre en intentar volar con una máquina diseñada por él mismo. Su valentía y determinación merecen ser recordadas, aunque su hazaña no sea tan reconocida como la de los hermanos Wright.

Diego Marín Aguilera nació en 1757 en Coruña del Conde, un pueblo de Burgos. Fue un hombre ingenioso con una inteligencia natural que, tras la muerte de su padre, sacó adelante a sus siete hermanos. Mostró un gran interés por la mecánica y la naturaleza, observando con detenimiento el vuelo de las aves y preguntándose si los humanos podrían hacer lo mismo.

Diseñó pequeños artefactos para facilitar el trabajo de sus vecinos, como un aparato para mejorar el molino del río Arandillo, que aún se conserva, y otros para batanes, molinos de agua y para aserrar mármol.

Impulsado por su curiosidad, concibió la idea de que los humanos podrían volar como las aves. En el campo, mientras pastoreaba, estudiaba a las águilas que planeaban sobre el castillo. Cazó águilas, milanos y buitres para analizar sus alas, conseguir sus plumas y estudiar la relación entre el peso del ave y la envergadura de sus alas.

Con la ayuda de un herrero, construyó un aparato que pudiera transportar a una persona, utilizando hierro, madera y plumas. Después de varios años de trabajo, su prototipo, una enorme máquina inspirada en la anatomía de las aves, estaba listo. Las alas articuladas se movían con un sistema de palancas y pedales fabricados con hierro de forja.

La noche del 15 de mayo de 1793, acompañado de su amigo Joaquín Barbero, colocó el aparato en lo más alto del cerro del castillo de Coruña del Conde y se lanzó al vacío. «¡Voy hasta el Burgo de Osma y si puedo, a Soria! ¡Volveré en unos días!», exclamó. Alcanzó entre cinco y seis varas de altura (unos 5 metros) y recorrió 431 varas castellanas, unos 360 metros, llegando al otro lado del río. El aterrizaje fue forzoso debido a la rotura de uno de los anclajes de las alas.

A la mañana siguiente, los vecinos, convencidos de que Diego estaba loco, incendiaron el aparato para evitar que continuara con lo que consideraban una locura. La Inquisición consideró que esta acción fue acertada, ya que evitó que Diego sufriera un accidente por insistir en su «manía».

Su sueño de volar se vio truncado. Por la falta de recursos y de apoyo de sus vecinos y autoridades, no pudo continuar con sus experimentos. Murió en su pueblo natal en 1799, a los 44 años, sin que sus ideas fueran reconocidas.

Hoy, Diego Marín Aguilera es considerado un precursor de la aviación en España. Su valentía y creatividad han sido rescatadas por historiadores de la Real Academia, y en su honor se han levantado monumentos y placas conmemorativas en su pueblo natal.

Para conmemorar la hazaña, se instaló un avión de combate a reacción en la ladera del castillo, que afortunadamente fue retirado en 2022. Creaba un contraste desagradable entre la historia medieval y la moderna.

Juan Pisuerga

 

 

PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR:

  1. Gómez del Val, Fernando. «Diego Marín Aguilera», Real Academia de Historia, 2023.
  2. Historia 16, extra. La Inquisición dijo que la quema fue buena, al librarle de accidentarse por insistir, 1976.
  3. «Villafría tendrá una placa en homenaje a Diego Marín y su hazaña», 2009.
  4. Coruña del Conde. «Coruña del Conde pierde su avión».