Este capitel, procedente de la iglesia de Santa María de Bareyo en Cantabria, destaca por su simplicidad. No es un capitel historiado: no narra escenas bíblicas, ni muestra figuras mitológicas o fantásticas extraídas del imaginario. Tampoco revela una gran habilidad, precisión o delicadeza en el tallado por parte del artesano. Esculpido en piedra caliza en el siglo XII, su sencillez es lo que realmente sorprende.
El artista nos invita a recordar la tradición, las costumbres y la vital importancia de la agricultura y la ganadería de la época.
El capitel representa una junta de bueyes notablemente proporcionados y musculosos, con detalles anatómicos realistas, como la piel y las pezuñas. Sin embargo, solo se aprecia la figura de un buey por el deterioro del otro astado. Ambos están unidos por un yugo tallado, y son guiados por un hombre de largos cabellos. Su mirada es triste y con una expresión de cierta preocupación en su rostro y boca, lo que transmite una profunda humanidad. Viste una mediatúnica de pliegues horizontales y sus manos, fuertes, sujetan el animal a través de la argolla que cuelga de su hocico.
En un contexto religioso, los bueyes se interpretan como un poderoso emblema de paciencia y obediencia.
Juan Pisuerga.
PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR:
- García Guinea, M.A. El románico en Cantabria. Ed. Estudio. Santander, 1987.
- Campuzano, Enrique, y. Cantabria artística. Ed. Estudio. Santander. 1982