La Iglesia de Santa María del Puerto, en Santoña, es uno de los templos más importantes de la costa cantábrica. Por su historia centenaria, constituye un símbolo religioso y un testigo del pasado medieval y marinero de la villa.
Según la hagiografía, fue fundada por el apóstol Santiago, quien en el año 37 d.C. consagró en ella al obispo San Arcadio. Se dice que en el año 562 se estableció allí un monacato bajo la Regla de San Benito. Antes del templo actual existió un monasterio visigótico. De hecho, en el interior de la iglesia se conserva un sepulcro con la inscripción de un obispo llamado Antonio, “hermano de los reyes godos”, que murió en el siglo IX, aunque la lápida que lo cubre data del siglo XV.
Está documentada la existencia de un monasterio en el año 836. En 927, una sentencia judicial del cartulario de Covarrubias menciona a la abadía de Santa María. El documento nombra abad a Montano y prior a Monisso. Es decir, en esa época el monacato ya poseía una organización interna.
A finales del siglo X, el monasterio fue abandonado. En 1047, el monje Paterno, con ayuda del rey García Sánchez III de Navarra, lo reconstruyó y lo incorporó a la diócesis de Nájera. Donó a Santa María las iglesias de Escalante. Tras la batalla de Atapuerca del año 1054, el monacato y la comarca de Trasmiera volvieron a formar parte de Castilla.
En 1135, el rey Alfonso VII donó varias propiedades al convento para fomentar la repoblación de la costa. Alfonso VIII ordenó revisar las posesiones del convento. Se extendían desde Islares hasta la bahía de Santander y, por el sur, toda la cuenca del Asón. Desde entonces, Santa María del Puerto se convirtió en un centro de poder político, económico y religioso.
El edificio actual, del siglo XIII, es una construcción de transición entre el románico tardío y el gótico. E. Campuzano en “Patrimonio artístico de Pas y Miera” dice que se han encontrado elementos del siglo XII en la cabecera. Según García Guinea, la obra comenzó por tres ábsides semicirculares. A lo largo de los siglos, el templo fue objeto de numerosas restauraciones: en 1532 se demolieron el ábside y el crucero para construir las bóvedas actuales; en el siglo XVII se añadieron capillas laterales con retablos barrocos; y en el siglo XVIII se levantó una torre, posteriormente sustituida por una espadaña con óculo central, dos troneras y un crucifijo en la cima.
El exterior presenta dos puertas de entrada. La del oeste destaca por su armonía, aunque ha sido retocada. Posee arcos apuntados y una decoración rica y simbólica: el interior tiene un motivo zigzag. En el del intermedio hay pequeños arcos, y el exterior está adornado con hojas que parecen de roble. Se ha interpretado que esta ornamentación alude a los rayos celestes y simboliza la entrada al paraíso. Los capiteles que sostienen los arcos muestran aves enfrentadas, cestas vegetales y hojas de acanto, símbolo de la eternidad. En el tímpano está la imagen de una Virgen con el Niño de estilo gótico. Es la representación de la advocación a la Virgen del Puerto, protectora de marineros y pescadores. En el mismo muro occidental hay dos ventanas con arcos agudos.
La puerta meridional es la más antigua del templo. Sus tres arcos de medio punto están decorados con baquetones. Los capiteles, erosionados por el tiempo, tienen escenas románicas del bestiario: un dragón, un basilisco y una anfisbena. También hay escenas costumbristas, como la de un campesino arreando un asno cargado de leña, que es interpretada como alegoría del hombre que ha perdido el rumbo. Los capiteles descansan sobre dos fustes acodillados a cada lado.
El muro sur está dividido en dos pisos por un tosco cimacio. En el superior, a ambos lados del contrafuerte, se abren dos huecos de arcos apuntados para iluminar la nave lateral. La ventana derecha conserva un guardapolvo ajedrezado decorativo. Sobre el tejadillo del muro afloran tres vanos de arcos semicirculares ligeramente apuntados, que proporcionan luz a la nave central.
En el interior del templo predomina una penumbra solemne que genera una atmósfera de recogimiento. La planta es basilical, con tres naves: la central, más ancha y elevada, se separa de las laterales por arcos de medio punto apoyados en robustas columnas cilíndricas, lo que transmite una sensación de solidez y serenidad. Estos arcos imponentes refuerzan la estructura y crean amplios espacios de notable acústica.
Aunque conserva elementos tardo-románicos, el conjunto interior es de estilo gótico. En 1530 se efectuaron importantes reformas: se reconstruyeron el ábside y el crucero, y se añadieron bóvedas de crucería decoradas con representaciones de apóstoles y temas del descubrimiento de América en las claves.
Los capiteles de las naves son de estilo protogótico, aunque muestran escenas románicas del bestiario, como dragones, arpías y grifos. Destaca especialmente el capitel donde dos jinetes y perros de caza baten a un jabalí. Representa la lucha del Bien contra el Mal. Hay otros capiteles, de factura gótica, que representan rostros humanos con expresiones emotivas: algunos sonríen, evocando el paraíso, mientras que otros, con gesto triste, son los alejados de Dios.
En el arco triunfal, en el capitel izquierdo hay arpías, mientras que el derecho es una escena con guerreros a pie y a caballo.
El retablo mayor, del siglo XVI, es de estilo renacentista con influencias manieristas y está dedicado a la Virgen del Puerto.
A pesar de las múltiples transformaciones, el templo ha mantenido la esencia del románico tardío.
La iglesia está rodeada de leyendas. Una de ellas relata que la Virgen se apareció a unos pescadores en la bahía, pidiéndoles que construyeran un oratorio, lo que explicaría el nombre “del Puerto”. También se dice que Juan de la Cosa llevó consigo una imagen de la Virgen del Puerto en su viaje, aunque este hecho no está documentado.
Santa María del Puerto de Santoña constituye un ejemplo destacado de arquitectura que fusiona el románico y el gótico.
Juan Pisuerga
PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR:
- Enrique Campuzano, Cantabria. Pas y Miera. Trasmiera. Patrimonio artístico religioso (2002).
- A. García Guinea, Cantabria, guía artística. Ediciones Librería Estudio.
- A. García Guinea, El románico en Cantabria. Editorial Estudio.