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Vuelve a la paz, antes del poner del sol, con aquellos con quienes tuviste desacuerdos”. (San Benito)

 

Mi querida Iglesia de San Miguel. Seguro que no te acuerdas de mí, pero yo no te he olvidado, aunque no haya podido ir a verte. Muchos veraneos los he pasado de niño y adolescente en esa apacible villa soriana de San Esteban de Gormaz, por la pasión que tenía mi padre por esa localidad y sus alrededores e incluso allí conocí a mi primer amor una niña madrileña muy guapa, pero de esto hace muchos años. Los dos juntos íbamos a visitarte al menos una vez cada semana.

Ya por entonces entendíamos, que guardabas entre los muros del templo románico del siglo XII muchas historias y secretos.

Eras una iglesia pequeña, pero sobria y elegante construida en piedra arenisca a cuyo pórtico entrabamos como si emprendiéramos un viaje al pasado.

La portada con sus arquivoltas talladas y capiteles historiados nos daban la bienvenida y nos invitaban a entrar a un espacio donde la luz y la piedad se fusionaban en una rica armonía celestial. Solo pudimos entrar al templo una sola vez cuando llego el arcipreste don Juan no sé muy bien para qué. Tenías una planta de nave única y austera y un ábside semicircular donde había un retablo creo recordar barroco

Tu magia tu verdadero tesoro, San Miguel era su galería porticada y donde pasábamos parte del tiempo hablando. Elvis Presley, muy de moda en aquella época era una de nuestras atenciones y el a qué nos íbamos a dedicarnos en el futuro.

La galería de San Miguel la recuerdo como un espacio único de unión, de fraternidad, de calma y paz adornado por bonitos arcos y capiteles que nos transportaban al medievo.

Nos decíamos, que en dentro del pórtico los forasteros, las habitantes y los concejos de la villa se refugiarían del sol, la lluvia, de la nieve o del mal tiempo mientras conversaban, rezaban, compartían historias o debatían sus pleitos.

Los canecillos que sostienen la cornisa de la galería son verdaderas joyas. En ellos están o estaban representados personajes ataviados con caftán qué discutíamos si eran musulmanes o mozárabes de la comarca. Había o hay unos guerreros con casco que asegurábamos era para defender sus territorios y unos músicos que serían para las fiestas o para la iglesia. Y también animales: Leones, rapaces, serpientes, etc., que añadían un toque decorativo y simbólico a la galería.

Las figuras humanas y animales fantásticos parecían cobrar vida bajo la luz del sol o de esa luna limpia soriana durante la noche.

Entre ellos los canecillos destacaba la figura particular de un monje con un libro abierto en sus manos, que personalmente me parecía un fraile del colegio recordándome que tenía que estudiar

El monje del canecillo nos tenía fascinados, pero no sabíamos la importancia real que iba a tener. Solo veíamos que sostenía un libro. Luego resulto que había una inscripción “ juvlia/nus ma/gister/ fecit/ era/ mc/ xv/ IIII. Inscripción ha dado dos datos importantísimos: La fecha de construcción MCXVIIII, que corresponde al año 1081 de la era cristiana, lo que indica que la galería fue construida en ese año y el nombre del maestro cantero de la galería: Juliano Magister,

Más allá de la fecha y el autor, el monje del canecillo tiene un valor simbólico significativo: Representa la importancia de la religión en la sociedad medieval.

Los monasterios eran centros de conocimiento donde se copiaban y conservaban manuscritos antiguos. San Miguel era el centro religioso y cultural principal de la región, y el monje del canecillo recuerda la presencia constante de la fe en la vida cotidiana y la obligatoriedad de la transmisión del conocimiento bíblico.

El monje es un testigo mudo del paso del tiempo. Ha observa al mundo desde su posición durante más de mil años. Ha visto pasar guerras, cambios políticos, y el desarrollo de la sociedad. Es una pequeña obra de arte con un gran valor histórico y simbólico. Es un recordatorio del pasado, de la importancia de la religión, la educación y el conocimiento, y de la constante evolución del mundo.

Querido San Miguel gracias por todo. Me gustaría poder volver a verte. Te mando un abrazo con el cariño con el que te recuerdo

Juan Pisuerga