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Aunque se la conoce como la Virgen de San Lorenzo, bien podría haberse llamado la Virgen de los Aguadores o la Virgen del Pisuerga. Su historia, envuelta en leyenda y devoción, nos transporta a los albores de Valladolid.

La tradición hagiográfica narra cómo la imagen llegó desde Consuegra, traída por un monje que quería preservarla de la profanación musulmana. Cuenta la leyenda que este hombre de fe encontró refugio para la talla en una cueva escondida a orillas del Pisuerga. Este episodio se sitúa en tiempos de Alfonso VI, alrededor del año 1090, unos años antes de la repoblación, lo que explica la ausencia de documentación que lo atestigüe.

El relato popular añade que un pastor, mientras cuidaba su rebaño junto al Pisuerga, vio una luz misteriosa que salía de una pequeña cueva. Al adentrarse, descubrió que una claridad aún más intensa iluminaba la figura de una Virgen. El pastor comunicó su hallazgo a los regidores, quienes, movidos por la curiosidad, se dirigieron al lugar y confirmaron el prodigioso descubrimiento.

Para garantizar la seguridad de la sagrada imagen y encomendarle la protección de la ciudad, se decidió emplazarla en la puerta de la muralla donde hoy se erige la iglesia de San Agustín. Desde entonces, esta entrada se conoció como la Puerta de Santa María. Sin embargo, era también el acceso habitual de vecinos y de los aguadores que subían agua limpia para abastecerse del Pisuerga.

Así, la puerta, originalmente llamada «de los Aguadores», comenzó a ser conocida como la Puerta de la Virgen de los Aguadores, un vínculo que perduró en el nombre de una calle cercana hasta el siglo XIX.

Con la construcción de la segunda muralla a finales del siglo XIII, impulsada por la reina María de Molina, surgió la necesidad de ofrecer a la Virgen un emplazamiento más solemne y seguro. El concejo optó por trasladarla a una iglesia dentro del nuevo recinto amurallado, no lejos de la cueva de su hallazgo. La mudanza se convirtió en una emotiva procesión, en la que todos los vecinos acompañaron a su patrona hasta su nuevo emplazamiento: la iglesia dedicada a San Lorenzo.

Fue en este nuevo templo donde la devoción a la Virgen floreció con fuerza, alimentada por los incontables «favores, gracias y milagros que hacía a los vecinos de la villa». Así, la que fuera conocida como «la Virgen de las aguas del Pisuerga» o «la Virgen de los Aguadores» comenzó a ser llamada, de forma natural y perdurable, la Virgen de San Lorenzo, sellando para siempre su vínculo con el santo.

Juan Pisuerga

 

 

 

 

 

PARA MÁS INFORMACIÓN SE PUEDE CONSULTAR A:

  1. Sánchez del Caño, David. Historia de la Virgen Santísima de San Lorenzo. Patrona de Valladolid. Valladolid: Gráficas Andrés Martín, 1988.
  2. Burrieza Sánchez, Javier. La Virgen de San Lorenzo. Xerión Editorial, 2017.