La locución latina «memento mori» ha sido utilizada a lo largo de la historia para recordar la mortalidad del ser humano. Un tema recurrente en la literatura clásica y el romanticismo, donde se empleaba para resaltar la fugacidad de la vida.
Su origen, como el de tantas otras cosas, se remonta a la Roma clásica. Cuando un cónsul o un «magister militum» desfilaba victorioso por el Foro tras haberle sido concedido un triunfo por el Senado, detrás de él marchaba un esclavo. Este siervo, encargado de recordar las limitaciones de la naturaleza humana, llevaba escrita la frase «Memento mori» con un único propósito: que el cónsul no se llenara de soberbia.
En España vivimos en una monarquía democrática parlamentaria. Aunque esta afirmación parece obvia, el verdadero significado de este epígrafe se nos escapa como agua por un sumidero si no lo volvemos a encauzar.
La democracia es una forma de organización social y política propuesta en la Grecia clásica por pensadores como Aristóteles o Platón. Su esencia es otorgar el poder al conjunto de la ciudadanía. Sin embargo, la expresión «poder del pueblo» ya no es del todo correcta. El pueblo no gobierna ni legisla; esa labor corresponde al Congreso de los Diputados.
La democracia se sustenta en varios principios fundamentales: el sufragio universal y directo, regido en España por la ley D’Hondt; libertades públicas; y la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, con un Estado de derecho que se somete al imperio de la ley. Esta es la democracia liberal por la que apostó el 90 % de los españoles, que dio origen a la Constitución de 1978. Bajo estos principios, ningún partido o grupo que obtuviera una mayoría en un momento dado podría utilizar su poder para imponerse de forma absoluta.
Esta forma de democracia ha creado en las sociedades occidentales un equilibrio entre el poder de la nación, como motor principal de la democracia, y la libertad individual.
Actualmente, España está gobernada en minoría por el PSOE, en coalición con partidos fragmentados como Sumar (que agrupa a 17 organizaciones), Unidas Podemos (suma de varios grupos) y partidos independentistas que, en su conjunto, apenas representan un 2 % de la población a nivel nacional. Sin embargo, las reglas electorales permiten que estos votos estén sumiendo a nuestro país en un proceso duro y difícil, tanto en la esfera social como en la económica. Esta situación se agrava por la tensión que los Estados Unidos están manteniendo con Europa y por las guerras en Gaza y Ucrania.
Nos encontramos en un momento de clara inclinación despótica del poder. No podemos engañarnos: es un poder político insano que busca imponerse a todo el sistema democrático mediante actuaciones dudosas o, en algunos casos, claramente ilegales. Los ciudadanos que amamos la democracia liberal, ya seamos de derechas o de izquierdas, conservadores o progresistas, debemos resolver este pulso tiránico que emana del Gobierno. De lo contrario, sucederá lo inevitable: llegará el «memento mori» de la democracia.
Juan Pisuerga