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El origen del poema de los Siete Infantes de Lara se remonta a la tradición oral del condado de Castilla en el siglo XI, basada en hechos históricos que ocurrieron alrededor del año 990. Aunque la primera versión escrita de la que se tiene constancia data del siglo XIV, la leyenda ha inspirado numerosas obras posteriores. Entre las más conocidas se encuentran «El bastardo Mudarra», escrita en 1612 por Lope de Vega, y «La tragedia de los siete infantes», en 1624 de Alfonso Hurtado Velarde. A principios del siglo XX, el maestro Ramón Menéndez Pidal la describió y popularizó.

Algunas teorías vinculan la leyenda al Camino de Santiago, narrando la entrega de una princesa de León, llamada Alba, a Almanzor en el año 981. Sin embargo, no existen pruebas históricas que respalden este relato ni en Castilla ni en León. Lo que sí se sabe es que el rey de Navarra, Sancho Garcés II, entregó a su hija Urraca a Almanzor para sellar una tregua. La princesa navarra, que adoptó el nombre de Abda, tuvo un hijo con Almanzor llamado Abd al-Rahman Sanchuelo.

La historia de los siete infantes se sitúa en Castilla hacia el año 990. En esa época, Almanzor conquistó las fortalezas de Osma y la torre de Alcubilla. Después de ser rechazado en San Esteban de Gormaz en el 993, la conquistó al año siguiente, junto con otras plazas como Clunia y Langa, desmantelando así las defensas castellanas a lo largo del Duero y repoblando la zona con musulmanes. En el 994, coincidiendo con la boda del rey Bermudo, Almanzor tomó León y Astorga, devastando la región.

Ese mismo año, el conde castellano García Fernández fue mortalmente herido en una emboscada. Tras su muerte, su hijo Sancho García lo sucedió en el condado. Aunque Sancho había combatido junto a los cordobeses contra su padre, buscó una tregua con el califato. Sin embargo, los constantes ataques musulmanes lo llevaron a pedir ayuda a su cuñado, el rey de León. En el 997, León fue saqueada de nuevo, y se cree que condes gallegos y leoneses colaboraron con los musulmanes.

En el poema, doña Lambra, prima del conde García Fernández, se casó con Rodrigo Velázquez de Lara. Durante la boda, ella alabó a sus parientes de La Bureba y a un caballero local, Alvar Sánchez, por su elegancia y valentía, comparándolos con los toscos caballeros de Lara. La madre de los infantes, doña Sancha, defendió a sus hijos, lo que desencadenó una discusión entre las dos mujeres. El infante más joven, Gonzalo González, retó a Alvar Sánchez y lo mató en un duelo.

Más tarde, doña Lambra sorprendió a Gonzalo González mirándola mientras se bañaba, un acto que consideró una grave provocación. En venganza, durante una cena, ordenó a su criado manchar a Gonzalo con un pepino lleno de tomate y vino. Ante las burlas de sus hermanos, Gonzalo mató al criado, que se había refugiado bajo el manto de doña Lambra. Este incidente aumentó la ira y el deseo de venganza de doña Lambra, quien hizo prometer a su esposo, Ruy Velázquez, que se vengaría de sus sobrinos.

Ruy Velázquez envió al padre de los infantes a Córdoba con una carta sellada para el califa. En la misiva, escrita en árabe, Ruy pedía a Almanzor que matara al portador, que desconocía el contenido. Mientras tanto, Ruy y sus sobrinos, los infantes, salieron de cacería. Al llegar al lugar acordado, Ruy se retiró con sus hombres, dejando solos a los jóvenes en una emboscada musulmana. Con fuerzas superiores, los islamistas mataron y decapitaron a los infantes. Sus cabezas fueron enviadas a Córdoba por orden de Ruy. En un momento trágico del poema, el padre las contempló con dolor.

Almanzor, en lugar de matar al padre de los infantes, lo retuvo en su corte durante casi un año. La hermana de Almanzor se enamoró de él y, antes de que este partiera, le anunció que estaba embarazada. Gonzalo rompió un anillo de oro y le dio la mitad, acordando que, si el futuro hijo quisiera conocer a su padre, llevara consigo esa pieza como señal. El hijo tomó el nombre de Mudarra González. Años más tarde, viajó a Castilla para conocer a su padre. Las dos mitades del anillo encajaron, y Gonzalo lo reconoció. Aunque era bastardo, Mudarra vengó a sus medios hermanos matando a Ruy Velázquez y a su esposa. Después, fue adoptado por Sancha Velázquez, la mujer de Gonzalo.

El romance de los Siete Infantes de Lara fue popularizado por el mester de clerecía. La leyenda se sitúa en Castilla en la década del 990, bajo el gobierno del conde García Fernández y su hijo Sancho García.

Juan Pisuerga

PARA MÁS INFORMACIÓN

  1. ALVAR, Carlos y Manuel. «Siete Infantes de Lara», 1976.
  2. ANTELO IGLESIAS, A. «Filología e historiografía en la obra de Ramón Menéndez Pidal». 1964.
  3. MENÉNDEZ PIDAL, Ramón. La Leyenda de los Siete Infantes de Lara, Madrid: Espasa-Calpe, 1971.
  4. VAQUERO, Mercedes. «Señas de oralidad en algunos motivos épicos compartidos: Siete infantes de Lara