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LOS FORAMONTANOS.

A finales del siglo VIII y principios del IX, mientras Alfonso II reinaba en Asturias, Al-Hakam I lo hacía en Córdoba. Aprovechando la debilidad política del emir, Alfonso II reorganizó la frontera oriental de su reino y saqueó Lisboa en el año 798. Poco después, en 799, una revuelta popular en Pamplona acabó con la vida del gobernador musulmán.

En el noreste peninsular, la actividad también era intensa. En el 801, Luis el Piadoso de Aquitania conquistó Tortosa y Huesca, y en el 802 se apoderó de Barcelona. Pamplona, por su parte, fue sometida por Ludovico Pío en el 806.

La repoblación comenzó a finales del siglo VIII, impulsada por familias de la franja cantábrica que buscaban escapar de la escasez de alimentos. Fray Justo Pérez de Urbel documenta cómo estos colonos emigrantes aprovecharon años de relativa paz para cruzar la cordillera por las antiguas calzadas romanas. Para el benedictino, fue un movimiento migratorio de toda una comunidad en busca de tierras cultivables para su subsistencia. Utilizaron las mismas rutas que los hispano-godos habían usado previamente para refugiarse en la cornisa cantábrica y protegerse de la invasión musulmana.

Los colonos se asentaron principalmente en la zona septentrional de la meseta norte: en los valles altos del Ebro y en el sur de Asturias, en la comarca de Arbas, en la cuenca alta del río Bernesga y en los valles de Somiedo y Babia. Los habitantes de la comarca oriental del reino asturiano se establecieron en los valles al sur de los montes cantábricos, bien protegidos por las defensas naturales que ofrecían los montes Obarenes.

Una vez resuelto el problema dinástico, Al-Hakam I envió una ofensiva militar contra los colonos que se estaban asentando en los valles del Ebro. Los cordobeses invadieron y saquearon en los años 801 y 803 un territorio que los cronistas musulmanes denominaban al-Qila. Ya en el 802, había enviado otro contingente para sofocar la sublevación de los Banu Casin en la marca superior.

Este movimiento migratorio es un punto de inflexión crucial en la historia de España. Sociólogos e historiadores han recurrido a la toponimia de los documentos para rastrear los caminos y senderos que conectaban la costa cantábrica con el sur de la cordillera. Aunque existen innumerables rutas y es difícil concretar algunas, otras pueden deducirse.

Una de estas rutas, ampliamente estudiada, es la conocida como “La ruta de los foramontanos”. Se trata de un camino singular y específico por donde transitaban los montañeses para llegar al nacimiento del Ebro. Este sendero, que partía de Cabezón de la Sal y llegaba a Reinosa, atravesaba la Cordillera Cantábrica. Ha sido llamado Camino Real, aunque el verdadero Camino Real, desde la dominación romana, es el que une Reinosa con la costa cantábrica a través de la cuenca del Besaya.

La Ruta de los Foramontanos discurre por los actuales municipios de Cabezón de la Sal, Mazcuerras, Ruente, Valle de Cabuérniga, Fresneda, Los Tojos, Saja, Espinilla y la Hermandad de Campoo hasta Brañosera.

Existe un documento del año 740, procedente del norte de Galicia, que describe como “terra foris” una propiedad en unos terrenos de la cuenca del Sil.

Hay otras rutas denominadas de Foramontanos. Algunos historiadores sugieren que Malacoria es el barrio de Malacuera en la localidad alcarreña de Brihuega (Guadalajara), y afirman que los foramontanos eran emigrantes mozárabes. Otros, sin embargo, consideran que en los montes Obarenes, entre la Bureba y Álava, hay otra Morcuera que podría ser la Malacoria.

La hipótesis más aceptada fue la propuesta por Justo Pérez de Urbel y Menéndez Pidal. La frase medieval “Exierunt foras montani de Malacoria et venerunt ad Castela”, donde aparece la palabra Malacoria, fue la base para Víctor de la Serna. Apoyándose en las tesis de los historiadores, escribió el libro Nuevo viaje por España: «La ruta de los foramontanos», galardonado con el Premio Nacional de Literatura de 1955. En su obra, Serna afirmaba que Malacoria era el actual pueblo de Mazcuerras. Esta versión se difundió ampliamente, llegando a textos escolares y a la Historia de España de Menéndez Pidal. Es decir, que Malacoria probablemente corresponde a Mazcuerras, dentro de la popular Ruta de los Foramontanos.

La palabra “Foramontano”, aunque no figure como tal en la Real Academia Española, evidentemente significa “fuera del monte”. El término alude a la iniciativa de ocupar terrenos más allá de las montañas, y es probable que así fueran conocidos los montañeses que se establecieron en los valles al sur de la cordillera cantábrica.

El término «foramontano», de origen en la mitad del siglo XX, se refiere a los colonos hispanogodos montañeses que, procedentes de la franja norte peninsular, se asentaron en el siglo IX en las tierras septentrionales de la meseta, en la montaña palentina. Allí realizaron presuras, parcelando tierras, levantando iglesias y monasterios y creando nuevos núcleos de población.

A pesar de las investigaciones, la frase “Exierunt foras montani de Malacoria et venerunt ad Castela” ha generado numerosos debates científicos sin conclusiones definitivas. Ha sido analizada por medievalistas como Pérez de Urbel y los profesores Martínez Díaz, Sánchez Albornoz, Suárez y Valdeón. La traducción exacta documentada habla de unos montañeses que se desplazan de su lugar de origen a través de Malacoria hacia la meseta norte. De la Serna, en un relato bien construido, escribe: “El foramontano salía de los valles angostos y húmedos, y se asentaba en la meseta para buscar amplios horizontes y tierras de grano. “Hombres valientes animados por su instinto de libertad”. Para estos colonos, la región al sur de la cordillera era la tierra de sus antepasados, la tierra prometida con trigo abundante para alimentar a sus familias.

Con la expansión del reino, los foramontanos fundarían nuevos pueblos en el norte de Álava, Burgos, Palencia, León y Galicia.

Existe, no obstante, otra interpretación latino-germánica: Foras munt podría traducirse como «cuido de la tierra de las afueras» o «protejo las tierras lejanas». Munt equivale a cuidar, vigilar, defender o custodiar la tierra. Así, se denominaría foramontanos a quienes protegían los intereses de los colonos.

Juan Pisuerga.

 

 

PARA MÁS INFORMACIÓN:

  1. Aramburu y Zuloaga, Félix (1996). «Alfonso II, el Casto». Asturianos universales. Madrid: Ediciones Páramo, S.A.
  2. Cabal, Constantino (1991). Alfonso II el Casto, fundador de Oviedo. Grupo Editorial Asturiano.
  3. Martínez Díez, Gonzalo (2002). El Condado de Castilla: la historia frente a la leyenda. Vol. I. Valladolid: Junta de Castilla y León. Universidad de Valladolid.
  4. Pérez de Urbel, Justo (1975). El Condado de Castilla. Ed. Diputación de Burgos.
  5. Valdeón Baruque, J. (2002). Historia de la España medieval. Universidad de Valladolid.
  6. Menéndez Pidal, Ramón (1974). Historia de España. Madrid: Espasa Calpe.