En el año 741, los bereberes, descontentos con la distribución que los árabes habían hecho de las comarcas peninsulares, se sublevaron. Eran tribus nómadas dedicadas al pastoreo en el norte de África, y se les habían asignado los campos de cultivo de la Meseta Norte. Ante una sequía que duró más de una década, abandonaron estas tierras e iniciaron una campaña militar para apoyar las revueltas que se estaban produciendo en el norte de África y en el sur de la península.
Alfonso I y su hermano Fruela, aprovechando este movimiento, emprendieron una campaña de saqueo por las ciudades que habían quedado desprotegidas: Saldaña, Amaya, Simancas, León y Astorga. Al año siguiente, repitieron la campaña militar por los valles altos del Ebro. Alfonso I despobló la Meseta Norte y los valles altos del Ebro, trasladando a los pocos habitantes que quedaban a la franja norte de la cordillera. Desde entonces, no hay documentos que informen de actividad alguna del reino hasta los ataques cordobeses por los valles del Ebro en el 791 y 793, y el saqueo de Oviedo en el 794 y 795, aunque sus habitantes se habían refugiado en las montañas. En este último año, cuando los musulmanes regresaban a Córdoba, Alfonso II les infligió una severa derrota en la batalla de Lutos.
Alfonso II ordenó parcelar las tierras del norte, pero no había suficiente terreno para cubrir las necesidades vitales de todos los habitantes. A finales del siglo VIII, comenzó la emigración a los valles internos de Asturias, Cantabria y Vizcaya en busca de caza y tierras de cultivo. Años después, se inició la emigración hacia los valles altos del Ebro.
En el año 815, aparecieron los primeros colonos montañeses por Campoo y la Montaña Palentina. La calzada romana que atravesaba la cordillera era la «Ruta de los Foramontanos», un camino intrincado y peligroso, con bandidos y animales salvajes. Los emigrantes montañeses, casi todos hispano-godos, se apropiaban de terrenos del sur de las montañas cantábricas mediante las presuras. Esta era una disposición del Derecho romano que permitía ocupar una tierra vacía y yerma si se marcaban sus límites y se mantenía cultivada o pastoreada.
La repoblación en estas tierras fue muy lenta. La colonización la iniciaron familias acompañadas por algún monje.
Los motivos de la ocupación por presura eran varios, pero principalmente representaban una oportunidad económica y la posibilidad de alimentar a la familia. Sin embargo, pocos colonos estaban dispuestos a sufrir los ataques de las bandas de bereberes, que se habían quedado en la Meseta Norte y actuaban como bandidos, robando cosechas y ganado. Este problema lo solucionó el sucesor de Alfonso II, Ramiro I, conocido como la «vara de la justicia».
Según Fray Justo Pérez de Urbel, en el valle de Liébana, un documento de 818 describe la fundación de un monasterio bajo la advocación de San Pedro, donde los monjes prometen obediencia al abad en las tierras de «más allá de los Montes». En otro documento, Alfonso II dona a un monasterio las posesiones que tiene en Liébana y «las de fuera de los montes». Para el profesor Romero, las colonizaciones llegaron hasta Cervera de Pisuerga.
El profesor Martínez Díez explica que los terrenos de Campoo estaban muy expuestos a las razias de los bandidos bereberes. Por ello, el reino tuvo que ofrecer ventajas territoriales a quienes estuvieran dispuestos a asentarse en tierras tan peligrosas. La inseguridad causada por los bandidos dificultaba o imposibilitaba el desarrollo de la agricultura. La ganadería era más práctica, ya que, si se avistaba algún peligro, el traslado del ganado al monte para ocultarse en el bosque era más fácil y rápido.
A partir del año 820, el reino asturiano comenzó a organizar las colonizaciones. Los condes gobernadores empezaron a dirigir las presuras, y los colonos tuvieron que pagar un tributo por su protección. Alfonso II nombró a Munio Núñez conde gobernador de los valles altos del Pisuerga. Fue el primer conde en intervenir en el avance colonizador por Campoo.
Munio propuso ceder tierras de su propiedad, entre Brañosera y Barruelo de Santullán, a los colonos que quisieran establecerse en esos valles para cultivar la tierra y pastorear ganado. Cinco familias las adquirieron: el pacto también permitía que otros vecinos trajeran sus rebaños. Es decir, podrían subarrendar la tierra, previo pago de un montazgo, pero la mitad de los beneficios eran para el conde.
Inicialmente, los pobladores de Brannia-Osaria estuvieron exentos del servicio de armas.
Con un conde como gobernador, las propiedades de los territorios adquiridos por presuras eran poco estables. Los colonos pidieron al rey que confirmara sus derechos jurídicos para legalizar la propiedad de las tierras adquiridas. El documento serviría para articular los derechos de los colonos.
La carta fundacional de Brañosera fue otorgada por Alfonso II y entregada por Munio Núñez y su esposa Argilo de Transmiera, hermana del conde Gudesindo, el jueves 13 de octubre de 824. Este documento es uno de los escasos testimonios de la repoblación de esas tierras y de la organización municipal española. La gobernación, la toma de decisiones y la gestión las llevaría a cabo un Concejo. De esta forma, Brañosera es el primer concejo o ayuntamiento que se crea formalmente en Europa.
La carta fundacional concede una amplia extensión de terrenos para pastos y permite el acceso a ellos a otros vecinos mediante un tributo por el uso del monte. El conde, a su vez, se comprometía a levantar una iglesia en honor de San Miguel y donarla junto con las tierras circundantes.
La Carta Puebla de Brañosera es el primero de los fueros y el origen de los concejos. Un hecho de enorme relevancia y trascendencia por ser el primero de muchos que se fueron otorgando a lo largo de los siglos a medida que la frontera se desplazaba hacia el sur. Durante siglos, los Fueros tuvieron un carácter fronterizo y los beneficios el rey les otorgaba a los colonizadores de esos terrenos.
Juan Pisuerga
PARA MÁS INFORMACIÓN SE PUEDE CONSULTAR A:
- Pérez de Urbel, Justo (1945). Historia del Condado de Castilla. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
- Suárez Fernández, Luis (1976). Historia de España Antigua y Media. Madrid.
- Mínguez, José María (1989). La Reconquista.
- Martínez Díez (2005). El Condado de Castilla (711-1038). La historia frente a la leyenda. Valladolid: Junta de Castilla y León.
- Sánchez Albornoz, Claudio. La España musulmana, 2 vols. Espasa-Calpe, Madrid, 1986.
- Patrimonio del Maestro de San Felices de Castillería.
- Brañosera. El ayuntamiento más antiguo de España. – Diócesis de Palencia, arciprestazgos.