LAS VARDULIAS Y LOS VÁRDULOS.
Los várdulos representan un pueblo de estudio complejo debido a su inestable presencia territorial. Su trayectoria cronológica sugiere una existencia fugaz. Se ha debatido su posible parentesco con cántabros o vascos, una conexión poco probable, aunque no descartable.
El origen primigenio de los várdulos permanece desconocido. La tradición los sitúa en la península hacia el siglo V a. C., integrados en la segunda oleada celta, estableciéndose en la actual Guipúzcoa. Esta hipótesis cuenta con el respaldo de paleontólogos y arqueólogos, quienes le atribuyen una filiación celta.
Ciertos textos intentan desvincular a los várdulos de su asentamiento original en Guipúzcoa, buscando una conexión con los vascos. No obstante, los hallazgos paleontológicos en yacimientos várdulos guipuzcoanos desmienten cualquier raíz vascuence. El debate sobre la nomenclatura de sus ciudades, presente en foros, simposios y seminarios, ha concluido en la ausencia de topónimos vascos. «Vardulia» es de raíz indoeuropea, y la denominación de sus aldeas en los valles del Asón y del Nervión sugiere un origen celta.
La arqueología revela que, en el periodo previo a la conquista romana, las tribus vascas experimentaron una expansión desde el suroeste de los Pirineos occidentales hacia el territorio que hoy conocemos como Vascongadas. Esta invasión forzó a los várdulos a desplazarse hacia el suroeste. Efectivamente, la ocupación de su territorio ancestral por tribus vascas condujo a la eliminación o absorción de caristios y autrigones, quienes inicialmente se mantuvieron en sus dominios. Así, caristios (establecidos en Vizcaya y Álava) y autrigones (en Cantabria y Vizcaya) perdieron sus identidades originales, subsumiéndose bajo la denominación común de várdulos.
Cayo Mario, durante su breve mandato como pretor de la Ulterior, demostró una conducta leal hacia los pueblos hispanos, llegando incluso a desarrollar prósperos negocios mineros en el suroeste peninsular. En el año 113 a. C., regresó a Roma escoltado por una guardia personal reclutada entre los propios «várdulos».
La administración romana había estructurado los territorios peninsulares en tres grandes provincias, subdivididas a su vez en circunscripciones menores conocidas como conventos jurídicos. La Tarraconense, la más extensa de ellas, comprendía siete conventos. El territorio originario de los vascos se integraba en el convento de Cesaraugusta, si bien ambicionaban las fértiles tierras de los valles altos del Ebro, pertenecientes al convento cluniense.
Algunos historiadores sostienen que Roma, paralelamente a su conflicto militar con los celtíberos, mantenía alianzas estratégicas con tribus vascas. Las legiones romanas brindaron apoyo a estas tribus para la invasión del territorio várdulo. La efectiva ocupación romana de las riberas del Ebro se materializó en la imposición de nombres latinos a las ciudades: Calagurris, Oiasso, Iacca, Graccurris. De este modo, resulta plausible inferir la existencia de pactos políticos y tratados militares entre romanos y vascos.
En el siglo III d. C., Diocleciano reorganizó la administración hispana, dividiéndola en cinco provincias para optimizar su gobierno: la Galaica, la Tarraconense, la Cartaginense, la Bética y la Lusitana.
Durante el siglo IV, el hispano-romano Hidacio dejó constancia del saqueo de las costas de Cantabria y las Vardulias por los hérulos, un pueblo de origen septentrional. Un historiador romano de la época sitúa a los várdulos en la misma región, afirmando: “Allí están asentados los cántabros y los várdulos, pueblos celtas de la costa norte de la citerior”.
Medievalistas sugieren que, a principios de la alta Edad Media, los vascos expulsaron a los várdulos de su territorio ancestral, empujándolos hacia el oeste y el suroeste. Esta nueva invasión forzó a los várdulos a establecerse en el norte de Burgos y el sur de Cantabria, donde se produjo una fusión con caristios, autrigones, celtíberos e hispano-romanos. Los vardulos ocuparon una comarca dentro del convento cluniacense, que desde entonces sería conocida como las Vardulias.
La ocupación de su territorio primitivo durante la alta Edad Media marcó el fin de la presencia histórica diferenciada de los várdulos. Se desconoce si fueron eliminados o si se integraron primero con los hispano-romanos y posteriormente con los hispano-godos.
Inicialmente, los visigodos mantuvieron la división provincial de Diocleciano, pero con el tiempo crearon sus propias estructuras administrativas y jurídicas. La Cantábrica y Vasconia englobaban el territorio de las Vardulias. La toponimia ha preservado el nombre de Sierra de Cantabria para las montañas que delimitan La Rioja de Álava y el norte de Burgos.
Algunos historiadores identifican la Vardulia visigoda con los territorios de Villarcayo, Medina de Pomar, Valdegovia, Llosa, Mena, las Encartaciones, el valle del Asón y Castro Urdiales. Otros autores extienden sus límites desde Álava hasta el alto Pisuerga. La relevancia estratégica de su territorio venía determinada por la calzada romana que conectaba Astorga con Aquitania.
En la época visigoda, Europa se vio azotada por numerosas epidemias y hambrunas. En Hispania, los pueblos de la franja cantábrica realizaban frecuentes incursiones en la meseta norte, dedicándose al saqueo de cosechas y ganado.
El reino visigodo de Toledo, con sede en Amaya, instituyó el ducado de Cantabria, una entidad de gran importancia estratégica y militar. Su jurisdicción abarcaba a várdulos, cántabros, autrigones, caristios, vacceos, arévacos, turmogos y verones, todos ellos ya asimilados como hispano-godos.
Tras la caída del reino de Toledo, las crónicas árabes mencionan las Vardulias como una comarca que comprendía los fértiles valles del alto Ebro, el sur de Cantabria y Vizcaya, el oeste de Álava y el norte de Burgos.
El territorio descrito como Vardulias se documenta en la crónica de Alfonso III en relación con las batallas libradas por su control.
En el año 800, las Vardulias comenzaron a denominarse la tierra de los castros o de los castillos. Esta hipótesis constituye la base etimológica del nombre y el nacimiento de Castilla. La mayoría de los historiadores se refieren a este territorio como la Castilla incipiente o nuclear.
Juan Pisuerga
PARA MÁS INFORMACIÓN:
- Floriano, Antonio C. (1951). Cartulario crítico. Tomo II. (718-910). Oviedo: Diputación de Asturias. Instituto de Estudios Asturianos.
- Mañueco, Juan Pablo (2023). Dónde estaban los castellanos, antes de Castilla. Guadalajara.
- «Mercedes Urteaga Artigas: El puerto romano de Irun (Gipuzkoa)». 2014.
- Ildefonso Gurruchaga: Localización de algunas ciudades várdulas.
- Santos, A. Emborujo y E. Ortiz de Urbina. «Reconstrucción paleogeográfica de autrigones, caristios y várdulos».