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Valladolid está situada en la confluencia de dos ríos, el Pisuerga y la Esgueva, y muy próxima al Duero. Las crecidas de estos ríos han ocasionado numerosas inundaciones y catástrofes. El agua y el fuego han alterado, con frecuencia, el ritmo casi siempre apacible de la ciudad.

El Pisuerga es un río ancho, mesetario y caudaloso que atraviesa la ciudad de nordeste a sudoeste, antes de verter sus aguas en el Duero, cerca de Simancas. La Esgueva, por su parte, llega a Valladolid a través de un extenso valle fluvial y, hasta finales del siglo XIX, recorría la ciudad en dos ramales.

El tramo norte irrumpía por el Prado de la Magdalena, pasaba cerca de la iglesia de la Antigua, la plaza del Portugalete, Cantarranas, el Val y San Benito, y vertía sus aguas en el Pisuerga a la altura de la Rosaleda. El ramal sur discurría por la actual calle de Niña Guapa, la plaza de Argales, Dos de Mayo, la calle Miguel Íscar, la Academia de Caballería y San Ildefonso, para unirse al Pisuerga en la plaza de las Tenerías. Además, la ciudad contaba con numerosos riachuelos que comunicaban ambos ramales, llegando a existir hasta catorce puentes sobre ellos.

Hay documentos que mencionan inundaciones en 1430 y 1435. La de 1488 destruyó tres arcos del Puente Mayor, y la de 1523 derribó varias viviendas y los molinos del ramal norte de la Esgueva.

El convento de Santa Teresa de Valladolid fue la cuarta fundación de la Santa. El 3 de enero de 1569, las carmelitas se instalaron en un edificio del camino que unía «La Puerta de Santa Clara con la orilla del Pisuerga». En la tapia del convento de Nuestra Señora del Carmen, una inscripción reza: «Hasta aquí llegó el Pisuerga el 4 de febrero de 1636. Alabado sea el Santísimo Sacramento». En un documento interno, las monjas narran su «angustia para llegar al altar mayor y sacar del sagrario la custodia del Santísimo». En esta crecida, las aguas del Pisuerga se unieron a las del Esgueva, inundando con rapidez las principales calles de la ciudad. Esta riada destruyó los conventos de los Trinitarios Calzados y el de San Quirce. El desbordamiento afectó a los palacios de los condes de Rivadeneira y del conde de Benavente, e inundó el pasadizo subterráneo que unía este palacio con el río. Se hundieron más de cuatrocientas casas y fallecieron ciento cincuenta personas. En la orilla derecha, varias casas se derrumbaron. La riada afectó enormemente al palacio de la Ribera, a los conventos de San Cosme y San Damián, al de la Victoria, al de los Mínimos de San Francisco de Paula, al de las monjas de San Bartolomé y al Hospital de San Lázaro. El ingenio de Zubiaurre no pudo recuperarse.

Esta inundación, junto con el traslado de la corte, contribuyó en gran medida a la depresión económica que sufrió la ciudad.

Las inundaciones de 1657 y 1658 arrasaron los molinos harineros del río Esgueva.

Hubo otras inundaciones importantes como la del 6 de diciembre de 1739. «El Pisuerga traía tanta agua que llegó a tapar los arcos del Puente Mayor, dejando incomunicadas ambas orillas». La riada fue enorme, pero no alcanzó los niveles de 1636. En la orilla derecha se inundaron los conventos de San Bartolomé y los Mínimos. En la margen izquierda, las iglesias de San Nicolás y San Lorenzo quedaron cubiertas de agua y lodo.

Según Sangrador, un joven de Las Tenerías, cuyo nombre se desconoce, cargó harina en una barca para socorrer a los vecinos de la otra orilla, cruzando el Pisuerga que bajaba con gran fuerza en varias ocasiones. El Ayuntamiento quiso recompensarle, pero él no lo permitió, diciendo: «No he expuesto mi vida por interés, sino por hacer un servicio a mis vecinos».

El 25 de febrero de 1788 sobrevino una riada bien documentada en el Diario Pinciano, que confirma que intervinieron los dos ríos. El Esgueva destruyó los puentes del Val, San Benito, Platerías, Carnicerías, Magaña y de la Antigua, casi todos del  ramal norte de la Esgueva. Se hundieron cien edificios y se inundaron muchas bodegas. Las iglesias penitenciales de Las Angustias y San Martín sufrieron grandes daños. El Paseo Nuevo del Espolón se mantuvo intacto, pero la ciudad quedó desolada. El Ayuntamiento puso en servicio por la ciudad las barcas atracadas en  Las Tenerías y varios carros de socorro con caballerías. Según Sangrador, “en menos de tres horas se pusieron a salvo más de tres mil personas, pero hubo que establecer piquetes de infantería y escuadras de caballería para custodiar las casas abandonadas y evitar los pillajes«.

Alejandro Dumas, en su Diario de Valladolid, escribió: «El día 8 de enero de 1821 pude ver una crecida de agua del Pisuerga que cubrió totalmente el paseo del Espolón y llegó muy cerca de la cárcel» (hoy, plaza de Martí Monsó).

La riada del Pisuerga de 1855 arrasó casas, conventos y huertas en ambas orillas y los molinos cercanos al Puente Mayor.

Debido a las repetidas inundaciones y las frecuentes epidemias de cólera y tifus, el Ayuntamiento decidió, a finales del siglo XIX, encauzar y soterrar los dos ramales del Esgueva. Las obras debieron comenzar entre 1865 y 1875, y finalizaron alrededor de 1910.

En la riada de 1904, el agua llegó a la Plaza Mayor y cubrió parcialmente el pedestal de la estatua recién colocada del conde Ansúrez.

En la riada de 1924 se derrumbaron cuarenta casas molineras y se inundaron las calles alrededor de la Antigua, teniendo que evacuar a varios vecinos en barca.

En la de 1934, el desbordamiento ocurrió por el ramal sur de la Esgueva. En 1936, el Pisuerga se desbordó en dos ocasiones consecutivas, causando el hundimiento de veintiséis edificios en las plazas del Ochavo, la Rinconada, Cantarranas, Platerías y en los barrios de Pilarica y Delicias.

Como es fácil de comprender, la mejor forma de detener las riadas es la construcción de embalses que almacenen agua durante el deshielo y en la época de lluvias. Aunque no impidan nuevas crecidas, estas no son tan dañinas como aquellas que asolaban campos y cosechas, y destruían y arrastraban edificios. Hacia 1950 se construyeron una serie de embalses en la cabecera del Pisuerga: Requejada, Ruesga y, especialmente, el de Aguilar de Campoo. Y en la cabecera del Esgueva, el de la Encina.

Juan Pisuega.

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PARA MÁS INFORMACIÓN SE PUEDE CONSULTA A:

  • Juan Agapito Revilla. Las calles de Valladolid. Grupo Pinciano. 1982.
  • Matías Sangrador. Historia de Valladolid. Caja provincial Valladolid. 1979.
  • Alonso Cortés, N. Miscelánea vallisoletana. Miñón, Valladolid, 1955. 4
  • Alonso Cortés, N. Miscelánea vallisoletana: Periódicos vallisoletanos. Edición, Miñón, Valladolid, 1955. 5
  • Alonso Cortés, N. «En las Moreras», Anales de la Universidad de Valladolid. Miñón, Valladolid, 1953. 6
  • Alonso Cortés, N. «Los que en el Pisuerga se bañan», Anales de la Universidad de Valladolid. Miñón, Valladolid, 1955. 7
  • Calabia, L. Valladolid, ciudad. Crónicas de ayer y de hoy. Ayuntamiento de Valladolid., 1977.