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Antropólogos e historiadores han relacionado las figuras del belén con pequeños objetos de culto de las religiones mesopotámicas. Otros las han comparado con pequeñas estatuillas de arcilla cocida de Grecia: piezas detalladas y realistas que captaban la esencia de la vida diaria. De manera similar, los romanos tenían la costumbre de decorar sus hogares con pequeñas esculturas de sus dioses.

Durante las persecuciones, en las catacumbas romanas, había numerosas imágenes del Nacimiento de Jesús reconocido como un pilar fundamental del cristianismo.

El Edicto de Milán del 313 legalizó el cristianismo y puso fin a años de persecución. Posteriormente, el Edicto de Tesalónica convirtió el cristianismo en la religión oficial del Imperio.

El cristianismo se propagó en los pueblos germánicos fuera de los límites del Imperio. Los godos se convirtieron al cristianismo siguiendo al arrianismo. Posteriormente, reinos como el de los visigodos en Hispania se convertirían al catolicismo, unificando a la población. En la Edad Media, el románico inmortalizó el nacimiento de Jesús en capiteles de pórticos monacales, iglesias y murales.

En el siglo XIII, tras regresar de Tierra Santa, San Francisco de Asís decidió representar el nacimiento del Señor en una gruta en el centro de Italia utilizando un pesebre, un buey y un asno, sin figuras humanas. Su objetivo era resaltar la sencillez, la pobreza y la humildad de Cristo.

Con los siglos, la imaginería gótica y renacentista continuó documentando el nacimiento a través de esculturas extraordinarias.

A partir del siglo XV, las órdenes franciscanas y las clarisas adoptaron la representación del nacimiento para expresar su fe y transmitir la doctrina cristiana. Esta tradición, nacida en Italia, se extendió por toda Europa, simbolizando la sencillez y la humildad del nacimiento de Dios.

El belén es la representación del nacimiento de Jesús, con figuras que recrean el ambiente y el paisaje bíblico: el pesebre, los pastores y los Reyes Magos, entre otros elementos.

El «pesebre» tuvo un impacto particular en Nápoles. Se cree que el primer belén napolitano se expuso a mediados del siglo XV y marcó el inicio de una tradición que pronto se extendió desde las iglesias y monasterios a la corte y, finalmente, a los hogares. Durante los siglos XVI y XVII, se convirtió en una expresión artística y religiosa muy popular.

Con la llegada del barroco, los belenes se transformaron en auténticas obras de arte. Las figuras adquirieron un realismo y una expresividad notables; rostros que transmitían una amplia gama de emociones. Sus posturas dinámicas creaban una sensación de vida y movimiento. El detalle de cada estatuilla era distintivo, manifestándose en los vestidos, objetos, casas, pozos y el paisaje en general.

Los belenes barrocos recrean escenas como la Huida a Egipto, el castillo de Herodes, la Adoración de los Pastores y, por supuesto, la Sagrada Familia. La presencia de ángeles es fundamental para anunciar el nacimiento, mientras que los Reyes Magos, con su colorido séquito, simbolizaban la universalidad del mensaje cristiano.

En el siglo XVIII, Felipe V de España dejó a su hijo Carlos de Borbón el trono de Nápoles y Sicilia como Carlos I de Nápoles y V de Sicilia. Allí desarrolló una profunda pasión por los belenes e impulsó la tradición del “pesebre”. Su pasión lo llevó a fundar la Real Fábrica de Porcelana de Capodimonte, para forjar figuras de gran calidad.

Los belenes napolitanos de esta época destacaban por su realismo y detalle, reflejando la vida cotidiana de la época con gran precisión. Sus figuras, elaboradas con terracota, madera, tela y porcelana, revelaban gestos y expresiones faciales, dotándolas de una gran vitalidad. Más que simples representaciones, eran obras de arte que reflejaban la historia y la creatividad napolitana.

Cuando Carlos, con su esposa María Amalia de Sajonia, asumió el trono español como Carlos III, trajeron consigo la costumbre napolitana del belén. Introdujeron la tradición en la corte. Montaron un belén en el Palacio Real de Madrid, conocido como el «Belén del Príncipe». La costumbre se extendió a monasterios, iglesias y, finalmente, a los hogares españoles. Para mediados del siglo XIX, los belenes ya eran una tradición navideña firmemente arraigada.

La difusión del belén en España es consecuencia de su: Valor religioso: al representar el nacimiento de Jesús. A su valor artístico: ya que su elaboración requiere habilidad y creatividad, y a su valor social: al convertirse en una actividad familiar.

Hoy en día, a pesar de la popularidad del árbol de Navidad y Papá Noel, los belenes siguen siendo una tradición muy viva. Se pueden ver espectaculares montajes en museos, iglesias y casas particulares, algunos con arroyos y cascadas mecanizadas que asombran a niños y adultos, consolidando la representación del nacimiento de Jesús como una forma de expresión artística y una fuente de unión familiar.

Juan Pisuerga

 

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PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR A:

  • Garrut, Josep Maria: Viatge a l’entorn del meu pessebre, Editorial Selecta, Barcelona, 1959.
  • Caballe i Clos, Tomás: El Belén catalán, espejo del belén mundial, Editorial Freixinet, Barcelona, 1959.
  • Rebé Landa, José María: Belenes, experiencia de un belenista, Ed. Caja Laboral Kutxa, Donostia, 2001.
  • Ajamil Gainzarain, Clara: El Belén de Santa María de los Reyes de Laguardia. Un belén barroco de movimiento, Edita Obra Social de Caja Vital Kutxa, Vitoria, 2004.
  • Asociación de Belenistas de Jerez: Los nacimientos jerezanos. Técnicas de construcción, Imprime Gráficas Anfra, 2022.