Nacimiento y difusión del “pesebre”
Antropólogos e historiadores relacionan las figuras del belén con objetos de culto de religiones mesopotámicas. Otros las comparan con las pequeñas estatuillas de arcilla cocida de la Grecia clásica, piezas detalladas y realistas que capturaban la esencia de la vida diaria. De manera similar, los romanos tenían la costumbre de decorar sus hogares con pequeñas esculturas de sus dioses.
Durante las persecuciones en la Roma antigua, numerosas imágenes del nacimiento de Jesús en las catacumbas ya señalaban este suceso como un pilar fundamental del cristianismo. Más tarde, en la Edad Media, el románico inmortalizó este acontecimiento en capiteles, pórticos y murales de iglesias y monasterios. Con los siglos, la imaginería gótica y renacentista continuó documentando el nacimiento a través de esculturas extraordinarias.
En el siglo XIII, tras regresar de Tierra Santa, San Francisco de Asís decidió representar el nacimiento del Señor en una gruta italiana. Su objetivo era resaltar la sencillez, pobreza y humildad de Cristo, utilizando solo un pesebre, un buey y un asno, sin figuras humanas.
A partir del siglo XIV, las órdenes franciscanas, capuchinas y clarisas adoptaron esta representación para expresar su fe y transmitir la doctrina cristiana. Esta tradición, nacida en Italia, se extendió por toda Europa, simbolizando la sencillez y la humildad del nacimiento del Niño Dios.
Un belén, como es bien sabido, es la representación del nacimiento de Jesús, con figuras que recrean el ambiente y el paisaje bíblico: el pesebre, los pastores y los Reyes Magos, entre otros elementos.
El «pesebre» tuvo un impacto particular en Nápoles. Se cree que el primer belén napolitano se expuso a mediados del siglo XV. Este hecho marcó el inicio de una tradición que pronto se extendió de las iglesias y monasterios a la corte y, finalmente, a los hogares. Durante los siglos XVI y XVII, se convirtió en una expresión artística y religiosa muy popular.
Con la llegada del barroco, los belenes se transformaron en auténticas obras de arte. Las figuras adquirieron un realismo y una expresividad notables, con rostros que transmitían una amplia gama de emociones. Sus poses dinámicas creaban una sensación de vida y movimiento. La atención al detalle se volvió distintiva, manifestándose en los vestidos, objetos, casas, pozos y el paisaje en general.
Los belenes barrocos recrean escenas como la Huida a Egipto, el castillo de Herodes, la Adoración de los Pastores y, por supuesto, la Sagrada Familia. La presencia de ángeles es fundamental para anunciar el nacimiento, mientras que los Reyes Magos, con su colorido séquito, simbolizaban la universalidad del mensaje cristiano.
En el siglo XVIII, el rey Carlos I de Nápoles y V de Sicilia, gran entusiasta del «pesebre», impulsó esta tradición. Su pasión por los belenes lo llevó a fundar la Real Fábrica de Porcelana de Capodimonte, donde se elaboraban figuras de gran calidad.
Los belenes napolitanos de esta época destacaban por su realismo y detalle, reflejando la vida cotidiana de la época con gran precisión. Sus figuras, elaboradas con terracota, madera, tela y porcelana, mostraban una gran variedad de gestos y expresiones faciales, dotándolas de una vitalidad única. Más que simples representaciones, eran obras de arte que reflejaban la historia y la creatividad napolitana.
El rey Felipe V de España, que tuvo a Carlos III en su segundo matrimonio, dejó a su hijo el trono de Nápoles y Sicilia, donde Carlos desarrolló una profunda pasión por los belenes. Cuando asumió el trono español, él y su esposa, María Amalia de Sajonia, trajeron consigo esta costumbre napolitana. Introdujeron la tradición en la corte, creando un belén especial en el Palacio Real de Madrid, conocido como el «Belén del Príncipe». Desde allí, la costumbre se extendió a monasterios, iglesias y, finalmente, a los hogares españoles. Para mediados del siglo XIX, los belenes ya eran una tradición navideña firmemente arraigada.
La difusión del belén en España se debe a varias razones: su valor religioso, al representar el nacimiento de Jesús; su valor artístico, ya que su elaboración requiere gran habilidad y creatividad; y su valor social, al convertirse en una actividad familiar que fomenta la unión y el espíritu navideño.
Hoy en día, a pesar de la popularidad del árbol de Navidad y Papá Noel, los belenes siguen siendo una tradición muy viva. Se pueden ver espectaculares montajes en museos, iglesias y casas particulares, algunos con arroyos y cascadas mecanizadas que asombran a niños y adultos, consolidando la representación del nacimiento de Jesús como una forma de expresión artística y una fuente de unión familiar.
Juan Pisuerga
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PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR A:
- Garrut, Josep Maria: Viatge a l’entorn del meu pessebre, Editorial Selecta, Barcelona, 1959.
- Caballe i Clos, Tomás: El Belén catalán, espejo del belén mundial, Editorial Freixinet, Barcelona, 1959.
- Rebé Landa, José María: Belenes, experiencia de un belenista, Ed. Caja Laboral Kutxa, Donostia, 2001.
- Ajamil Gainzarain, Clara: El Belén de Santa María de los Reyes de Laguardia. Un belén barroco de movimiento, Edita Obra Social de Caja Vital Kutxa, Vitoria, 2004
- Asociación de Belenistas de Jerez: Los nacimientos jerezanos. Técnicas de construcción, Imprime Gráficas Anfra, 2022.
NOTA
Este artículo está dedicado a Ramón, mi amigo de la infancia.