Santoña, un municipio en la comarca cántabra de La Trasmiera, es conocido por su historia, su puerto pesquero, sus conservas y su impresionante entorno natural. En el pasado, era prácticamente una isla, separada del continente por extensas marismas y un estuario que la hacían inaccesible por tierra. Solo un estrecho istmo de arena la conectaba con el resto de la costa. Más adelante, las marismas se desecaron o se drenaron para construir vías de acceso.
Su geografía e historia explican su vínculo con el mar y su importancia estratégica. De hecho, fue un poderoso bastión defensivo, con dos fuertes aún visibles: San Martín y Napoleón.
La Iglesia de Santa María del Puerto procede de un antiguo convento prerrománico. El templo actual ha sido modificado a lo largo de los siglos, incorporando elementos góticos y de otros estilos posteriores.
La pila bautismal de la iglesia, ubicada en el transepto de la Epístola, es una obra románica destacada, datada a finales del siglo XII o principios del XIII. Junto con las de la Colegiata de Santa Juliana de Santillana y la de Santa María de Bareyo, es una de las tres grandes pilas bautismales del románico montañés.
Tallada en piedra, la pila está decorada con segmentos curvados, convexos por fuera y cóncavos por dentro, que recuerdan a los pétalos de una flor o a los gajos de una naranja. Estos segmentos están unidos por un cordón entrelazado, una forma de decoración común en el tardo románico. El suave reborde de la copa tiene la forma de la mitad de un cordón.
En el frontal de la cuba aparece la escena de la Anunciación: el Arcángel Gabriel a la izquierda, la Virgen en el centro y una figura más a la derecha que suele identificarse con San José. La Virgen aparece sentada, con los brazos plegados sobre las rodillas, melena larga, caída sobre los hombros. San Gabriel lleva un libro entre sus manos, con alas desplegadas. San José, de espaldas, apoyado en un bastón, con gesto de turbación, ya que la iconografía cristiana lo presenta con frecuencia como un hombre mayor con un cayado. Otra hipótesis, menos probable, sugiere que las figuras que acompañan a la Virgen son sus padres, San Joaquín y Santa Ana.
En la parte posterior de la pila, una figura en pie, envuelta en una túnica y con aire pensativo, observa a dos monjes sentados que sostienen o leen un libro, que se cree que es el Nuevo Testamento.
Según García Guinea, la escena de la Anunciación es obra de los mismos artistas que esculpieron los capiteles románicos del templo.
En la base, dos leones acostados aproximan sus cabezas. Simbolizan la victoria de Cristo sobre el pecado original a través del bautismo.
Considerada una de las pilas más representativas del románico, su iconografía destaca por su sencillez hierática y su majestuosidad. Está tallada con gran maestría sobre una piedra de tonos grises y ocres, con las marcas del cincel visibles a pesar del desgaste.
Su forma circular simboliza la eternidad. El agua, elemento purificador y vital, es el testigo del bautismo como renacimiento en la vida cristiana. La tenue iluminación del templo crea un juego de sombras y destellos sobre las figuras esculpidas, realzando su belleza.
Juan Pisuerga
PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR:
- GARCÍA GUINEA, M. A. Enciclopedia del Románico en Cantabria. Aguilar de Campoo (Palencia), 2007.
- GARCÍA GUINEA, M. A. Románico en Cantabria. Editorial Estudio, Santander, 1996.
- POLO SÁNCHEZ, J. J. (Ed.) Catálogo del patrimonio cultural de Cantabria.