Cantabria alberga un valioso patrimonio de pilas bautismales románicas, auténticas joyas que destacan por su belleza artesanal y su profundo significado. Entre ellas, tres son las más sobresalientes: la de la Colegiata de Santillana del Mar, la de Santa María del Puerto de Santoña y la de Santa María de Bareyo.
La Catedral de Santander también posee una pila de valor excepcional, de origen hispanomusulmán. La tradición cuenta que fue traída desde Sevilla en 1248 por marinos cántabros, tras la conquista de la capital andaluza bajo el mando del almirante Ramón Bonifaz. Esta pieza rectangular de mármol blanco está decorada con caracteres tallados, cuya grafía ha sido vinculada por algunos expertos a la época califal, aunque la mayoría la sitúa en el periodo almohade. A finales del siglo XIX, el obispo Sánchez de Castro la trasladó a la sacristía y le añadió una columna de mármol blanco con un capitel nazarí que la levanta como si fuera un pedestal.
La pila bautismal de Santa María de Bareyo, datada entre finales del siglo XII y principios del XIII, es una obra singular. Aún conserva su policromía original y está adornada con una rica decoración de motivos geométricos y vegetales que, se cree, simbolizan la dualidad entre lo terrenal y lo eterno. El pedestal, en particular, enfatiza la regeneración y la nueva vida que ofrece el bautismo.
Con su imponente forma de copa sostenida sobre una base robusta, la pila destaca por su peculiaridad. En la base, dos leones sostienen con sus fauces un brazo humano sobre una cabeza masculina. En el interior de la copa, las acanaladuras verticales son un detalle decorativo muy común en el románico tardío.
Según Miguel Ángel García Guinea, el cuerpo y la base de la pila fueron tallados al mismo tiempo por los mismos canteros que trabajaron en la iglesia. En su detallada descripción de la pieza, el historiador nos revela su profundo simbolismo: La cara norte muestra lazos y contralazos que representan la fugacidad del tiempo terrenal. La cara sur, con palmas verticales y tallos entrelazados, se interpreta como una alusión al mundo terrenal antes de la santificación que trae el bautismo. En el lado este, lazos más pequeños simbolizan la escueta vida terrenal. El lado oeste presenta un diseño simétrico de palmitas de tejo, el árbol sagrado de los antiguos cántabros, adoptado por el cristianismo.
El pedestal, por su parte, es una poderosa metáfora de la vida después del bautismo. Los leones devoran al hombre prebautismal y lo liberan para conducirlo a la nueva vida espiritual. El hombre, purificado del pecado, se convierte en hijo de Dios y es acogido en la Iglesia.
Estas pilas bautismales son mucho más que obras de arte: son testigos del pasado que reflejan la importancia del bautismo en la vida religiosa y social de la época.
Juan Pisuerga
PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR:
1-Campuzano, Enrique y Zamanillo, Fernando. Cantabria artística. Ediciones Librería Estudio, Santander, 1980.
2. «La Iglesia Santa María, Bareyo». El Diario Montañés, 1 de septiembre de 2007.
3-García Guinea, Miguel Ángel. El románico en Cantabria. Editorial Estudio, Santander, 1979.
4. García Guinea, Miguel Ángel. Cantabria. Guía histórica. Editorial Estudio, Santander, 1991.