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LA ORGANIZACIÓN DEL REINO ASTURIANO.

Tras el fallecimiento de Silo, Mauregato ascendió al trono del reino asturiano. Alfonso, siguiendo el consejo de su tía Adosinda, se trasladó con su madre al monasterio de Samos. Allí recibió una sólida formación tanto en el ámbito cultural como en el eclesiástico. Años más tarde, se dirigió a las Vardulias, tierras de su familia materna. Esta comarca, que se caracterizaba  por sus constantes conflictos fronterizos, le proporcionó una valiosa instrucción militar.

La derrota ante los musulmanes llevó a Bermudo a renunciar al reino. Fue entonces cuando Alfonso, a la edad de treinta años y con una notable experiencia militar y política a sus espaldas, ocupó el trono. Su conocimiento de las intrigas palaciegas era profundo, ya que Silo y Adosinda, al no tener hijos, le habían encomendado el gobierno de la corte de Pravia en su juventud.

El reinado de Alfonso II resultó crucial para la consolidación del reino asturiano. En un período marcado por la ausencia de conspiraciones internas y una limitada actividad militar, el monarca aprovechó para reestructurar el reino. Su labor se centró en restablecer el orden visigodo y en dotar a la corte y a la sociedad de una nueva organización. Impulsó la parcelación de las tierras y trasladó la sede regia a Oviedo, ciudad en la que ordenó la construcción de iglesias, monasterios, palacios y viviendas.

Los inicios de su reinado se vieron marcados por dos incursiones (aceifas) lanzadas por el emir Hixem en los años 794 y 795. Aunque Oviedo sufrió un duro saqueo, Alfonso y sus tropas infligieron una contundente derrota a los invasores en los Llodios. A partir de este momento, la actividad bélica de Córdoba se limitó a las riberas del Ebro, donde los emigrantes montañeses estaban ganando terreno de forma progresiva.

Alfonso II promovió la solemnidad de la corte a través de ceremonias y rituales. Estableció una jerarquía rigurosa en la estructura del reino. La cúspide la ocupaban el rey y la familia real. Un escalón inferior lo constituían los nobles de su séquito, ligados al monarca por un juramento de fidelidad y vasallaje. En un tercer nivel se encontraban los condes, nobles, magnates y dignidades eclesiásticas. Estos últimos, además de su liderazgo espiritual, podían participar en la política fuera de la corte. La dirección del aparato militar recaía en un conde bajo las órdenes directas del rey. No obstante, las decisiones militares de envergadura requerían la aprobación del consejo del reino, institución que guardaba similitudes con la antigua Aula Regia visigoda. Los cargos palatinos estaban encabezados por condes palatinos: el mayordomo, figura heredada de la corte merovingia, ejercía como primer oficial y responsable del resto de los oficios; el capellán de palacio ocupaba el segundo lugar en importancia, encargándose de la dirección y administración de la iglesia; el tercer puesto correspondía al caballerizo mayor, responsable del cuidado y mantenimiento de la cuadra real; finalmente, el cuarto oficio recaía en un notario o escribano, cuya función era dar fe de los mandatos reales.

La sociedad del reino astur experimentó una transformación notable bajo el reinado de Alfonso II. Se estableció un marco jurídico, administrativo, social y económico que integraba a la iglesia.

Una vez completada la división de la tierra, se implementó un sistema basado en señoríos y condados. Los condes gobernaban territorios concedidos por el rey para ser trabajados por hombres sujetos a su autoridad. El conde tenía la responsabilidad de gobernar, supervisar, administrar y proteger a sus encomendados. Debía impartir justicia en su territorio y garantizar una adecuada distribución de recursos como agua, molinos, puentes, caminos y zonas de tala de árboles, así como recaudar impuestos y, en caso necesario, armar a sus hombres formando una hueste.

Alfonso II estableció relaciones diplomáticas poco documentadas con el emperador Carlomagno, probablemente con el objetivo de clarificar posturas en relación con la teoría religiosa del adopcionismo.

El descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago y el auge de la peregrinación por la ruta jacobea aportaron nuevas ideas a la corte asturiana, contribuyendo a la consolidación y eficacia del naciente reino.

Juan Pisuerga.

 

 

PARA MÁS INFORMACIÓN:

  1. Menéndez-Pidal.  Historia de España. Ed. Espasa Calpe, 1978.
  2. Aramburo, Zuloaga (1996). .Alfonso II, el Casto». Asturianos universales. Tomo VII. Madrid: Ediciones Páramo, S. A.
  3. Cabal, Constantino (1991). Alfonso II el Casto, fundador de Oviedo. Oviedo: Grupo Editorial Asturiano.
  4. Martínez Díez, Gonzalo (2002). «Articulación político-administrativa y las relaciones exteriores en el reinado de Alfonso II». Universidad de Valladolid.  
  5. Sánchez Albornoz, Claudio (1980). Silveiro Cañada, ed. El reino de Asturias. Orígenes de la nación española. Gijón: Colección Biblioteca Histórica Asturiana.
  6. Valdeón Baruque, Julio (2003). La España medieval. Madrid: Actas Editorial.

Juan Pisuerga