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En el año 1050, un grupo de mercaderes de Amalfi de la costa suroeste italiana obtuvo permiso para construir una iglesia, un convento y un hospital para atender a los peregrinos y enfermos que viajaban a Tierra Santa. El hospital estuvo dedicado a san Juan Bautista.

Gerardo Sasso, el primer Maestre de la Orden, nació alrededor del año 1040 en Scala, un pueblo en la costa de Amalfi, en el suroeste de Italia, y falleció en Jerusalén el 3 de septiembre de 1120. Los Hospitalarios surgieron en pleno apogeo del movimiento reformista de Cluny, que buscaba fortalecer la devoción religiosa y la caridad.

En 1095, el emperador bizantino Alejo I solicitó ayuda al Papa para frenar la expansión y el acoso de los turcos seleúcidas. El Papa convocó el Concilio de Clermont y, en 1096, impulsó la Primera Cruzada para liberar Tierra Santa.

La Primera Cruzada fue un complejo movimiento militar con múltiples protagonistas. La expedición del franco Godofredo de Bouillón fue crucial para la recuperación de Jerusalén. Godofredo rechazó el título de rey cuando cayó la Ciudad Santa, prefiriendo el de «Defensor del Santo Sepulcro», para luego fundar la orden militar de los Caballeros del Santo Sepulcro.

El conde Raimundo IV de Tolosa y el normando Bohemundo de Tarento condujeron ejércitos poderosos. El predicador Pedro el Ermitaño recorrió varias ciudades europeas para que las clases rurales y populares se unieran en la liberación de los Santos Lugares.

Debido a la precipitación y la falta de previsión, los cruzados se enfrentaron a dificultades logísticas y de intendencia. Tuvieron numerosos conflictos en las plazas por donde pasaban. Finalmente, en 1099, liberaron Jerusalén.

Después de la Primera Cruzada, la Orden de los Hospitalarios de San Juan experimentó una enorme expansión gracias a su labor asistencial y a su dedicación a los heridos. Recibieron donaciones de reyes y nobles, lo que les permitió establecer más hospitales en Tierra Santa.

Los Hospitalarios, una pequeña organización caritativa, se transformaron en una poderosa orden. Inicialmente, adoptaron la regla de san Benito, pero el segundo maestre añadió a esta la de san Agustín. Acordaron vestir una túnica negra larga con capa del mismo color y un paño blanco en el pecho con una cruz griega de ocho puntas, símbolo de las ocho bienaventuranzas.

En 1113, el Papa Pascual II reconoció oficialmente la orden mediante la bula Pie Postulatio Voluntatis («Petición piadosa de la voluntad»). El documento les otorgaba el derecho a elegir a su maestre.

Entre 1120 y 1130, la Orden se militarizó para proteger a los peregrinos y defender los territorios cristianos. Contrataron caballeros que se integraron como Hermanos Hospitalarios. Su valentía, disciplina, experiencia militar y dedicación al cuidado de los enfermos los transformaron en una formidable institución con imponentes castillos y fortalezas.

Su fortaleza más emblemática fue la de Acre, un castillo construido por los kurdos en el siglo XI y ocupado en 1142 por Raimundo II, conde de Trípoli. Los Hospitalarios la ampliaron y fortificaron con murallas concéntricas, torres robustas y un complejo sistema defensivo. Con la caída de Acre en 1291, abandonaron Tierra Santa y se trasladaron a Chipre. En 1309, se retiraron a Rodas, donde se convirtieron en una potencia naval, protegiendo el Mediterráneo oriental.

La «Orden de San Juan» alcanzó una gran popularidad. Sus caballeros, reconocidos por su valor, disciplina y valentía en diversas batallas, establecieron numerosas encomiendas y hospitales por toda Europa.

La encomienda era una relación socioeconómica que consistía en la asignación de tierras a un señorío, en este caso, a la Orden. A quienes las dirigían se les conocía como encomenderos y se encargaban de la defensa del territorio y de la protección de los encomendados, quienes debían pagar un diezmo de sus beneficios al encomendero. En la península ibérica, las encomiendas se concedieron a las órdenes militares para la protección de los pobladores.

La primera encomienda en la península ibérica se hizo en los condados catalanes en 1108. La primera evidencia de una encomienda en Castilla y León es de 1113, cuando la reina Urraca donó la aldea de Paradinas de San Juan a la Orden de los Hospitalarios. Más adelante, Alfonso VII otorgó numerosas encomiendas.

Alfonso el Batallador, rey de Aragón y Navarra, les concedió la encomienda de Sangüesa en 1130, que fue el núcleo original de la Orden en este reino. El rey murió sin descendencia, dejando sus reinos a las órdenes militares del Temple, de los Hospitalarios y del Santo Sepulcro. Su testamento no se cumplió y provocó un grave conflicto: la nobleza de Aragón eligió rey a Ramiro II, hermano de Alfonso, y en Navarra, García Ramírez fue proclamado rey.

Bajo el reinado de Alfonso II de Aragón, los Hospitalarios recibieron más propiedades y privilegios. En 1180, el rey les donó la Zuda, el palacio de los gobernadores musulmanes de «Saraqusta», que convirtieron en un centro fundamental de la orden.

Tras la disolución de la Orden del Temple en 1312, el Papa Clemente V ordenó que sus bienes en la península se transfirieran a los Hospitalarios. Sin embargo, los reyes se opusieron a que la Orden aumentara su poder con las riquezas templarias.

El Gran Maestre, que era príncipe de Rodas, organizó la orden en territorios de ocho lenguas. En la península ibérica hubo dos: la de Castilla y la de Aragón.

Uno de sus grandes maestres fue el aragonés Juan Fernández de Heredia, en el siglo XIV.

En 1530, el gran maestre Philippe Villiers de L’Isle-Adam solicitó al emperador Carlos V la cesión de la isla de Malta para establecer su sede territorial. En Malta, la orden se reorganizó y construyó una flota que protagonizó en 1565 su famosa defensa contra la escuadra otomana. Este suceso, de vital trascendencia para la historia de Europa, les dio prestigio y los consolidó como una poderosa fuerza naval en el Mediterráneo.

Fue entonces cuando la orden pasó a ser conocida como la Orden de Malta.

En 1571, la Orden de Malta formó parte de la Liga Santa, contribuyendo a la derrota del Imperio Otomano en la batalla de Lepanto.

En 1798, Napoleón Bonaparte invadió Malta y expulsó a la Orden de la isla.

En 1834, el Papa Gregorio XVI permitió que la sede de la Orden de Malta se estableciera en Roma.

Hoy en día, los Hospitalarios son una organización humanitaria que se centra en la atención sanitaria de ancianos solitarios en más de 120 países.

La Orden de Malta, cuyo nombre completo es La Soberana Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, tiene un estatus único en el derecho internacional. Aunque no es un estado en el sentido tradicional, ya que no tiene un territorio propio ni una población permanente, es reconocida como una «entidad soberana». Su territorio físico se limita a dos edificios en Roma, el Palacio Magistral y la Villa Magistral, que gozan de extraterritorialidad. A pesar de no tener territorio, ejerce prerrogativas de soberanía, como mantener relaciones diplomáticas con más de 100 países, emitir sus propios pasaportes, sellos y monedas, y tener estatus de observador permanente en las Naciones Unidas.

 

Juan Pisuerga

 

 

PARA MÁS INFORMACIÓN SE PUEDE CONSULTAR A:

  1. Carlos de Ayala Martínez, Las órdenes militares en la Edad Media peninsular: historiografía.
  2. Carlos Barquero Goñi, Las relaciones entre Rodas y los hospitalarios navarros durante el siglo XV (1995).
  3. Le Goff, Jacques. «La Baja Edad Media». Historia universal. Ed. Siglo XXI. 1972.
  4. Costa y Turell, Modesto. Las órdenes de caballería. Valencia. 1958.
  5. Lion, R. Las órdenes militares de caballería. Monjes de uniforme. Ed. Quirón. Valladolid