Skip to main content

 Las tierras de Gormaz estuvieron habitadas desde el siglo IX a. C. por tribus celtas, de las cuales provendría el nombre de Gormaz, que, una vez romanizado, significaría «Montaña de aguas cálidas». Sin embargo, algunos lingüistas afirman que su origen es vascuence y lo traducen como «Peña Fuerte». No obstante, esta última es una afirmación muy dudosa, dado que en esa época existía un sinnúmero de dialectos vascos.

Este territorio ha sido escenario de singulares acontecimientos históricos, como las guerras celtibéricas contra Roma. En el corazón de Castilla se halla este pequeño enclave prerrománico levantado en el siglo VI, que fue destruido por la invasión árabe.

Las primeras incursiones cristianas en los territorios de Gormaz tuvieron lugar en el año 912, bajo el reinado de García I de León, y más tarde, en el 933, con Ramiro II y el conde Fernán González. El castillo de Gormaz fue construido por orden del califa Al-Hakam II en el siglo X, sobre una fortificación romana anterior. El general hispanomusulmán Gálib un genio en el arte militar, reforzó y consolidó la fortaleza para convertirla en la más poderosa de Europa

El conde García Fernández, apoyado por el rey leonés Ramiro III, intentó tomar la fortaleza hacia el año 980, pero fue rechazado por el propio Gálib. La fortaleza, por su situación geoestratégica en la ribera derecha del Duero, en el centro del condado castellano, era un punto de vital importancia militar y un enclave esencial para controlar las rutas de acceso al norte peninsular. De hecho, el castillo fue utilizado por Almanzor para sus campañas militares.

El rey Fernando I de León conquistó la fortaleza en el año 1060 y entregó el dominio de las tierras y la madera de los bosques a cristianos y mozárabes que quisieran ocuparlas, para que formaran núcleos de población, como sucedió con la aldea de Gormaz. Para que los habitantes tuvieran un centro de reunión, de fe y de liturgia, se levantó una iglesia dedicada a San Miguel en el mismo año 1060 sobre una construcción abandonada de la época visigoda.

La ermita de San Miguel es un edificio austero y sencillo, situado en la ladera sur del monte que alberga la fortaleza califal y muy próximo a la aldea de Gormaz.

Por fuera, se aprecian unos muros de mampostería con refuerzos de sillería en las esquinas, en los que se han encontrado inscripciones y relieves de épocas pasadas.

En el muro occidental hay un hueco con arco apuntado sobre columnas adosadas, cuya utilidad se desconoce, salvo que fuera para dar luz al interior. Los capiteles son muy simples, escuetos y rudos. En uno de ellos hay un hombre de perfil mirando al público.

El ábside es cuadrado. La cornisa está decorada con formas geométricas en círculo, propias de la época visigoda, que le aportan un toque distintivo. La espadaña, a los pies del templo, no parece románica y se levanta sobre la cubierta.

En el centro del muro hay una puerta románica que se cree que procede de la desaparecida iglesia parroquial de Santiago. Esta puerta tiene un arco de medio punto con tres arquivoltas que descansan sobre cuatro columnas, dos de ellas desaparecidas. En un sillar se observa una inscripción prerrománica.

Las entradas al templo se guarecen bajo un rudo y tosco pórtico con tres accesos: dos situados enfrente de las puertas y otro en la zona oriental. El pórtico tiene, además, tres ventanas con arcos semicirculares.

En la bibliografía hay bastante confusión respecto al pórtico. Unos indican que fue el primero, o uno de los primeros, que se construyeron, fijando su fecha hacia el año 1100, mientras que otros niegan que sea románico o medieval y señalan que ha sido edificado en fechas muy posteriores.

En el interior, la nave es rectangular y está bien diferenciada del ábside por un hueco adintelado. El testero tiene forma trapezoidal con muros planos, como corresponde a la arquitectura prerrománica hispana, y cuenta con un vano. En 1999 se construyó un nuevo arco de herradura entre la nave central y la cabecera.

La cubierta de la nave es de madera y el ábside se cubre con bóveda de cañón. El suelo está asentado sobre la roca natural.

El derrumbamiento de algunos muros y la posterior retirada del encalado han permitido que salieran a la luz unas pinturas murales románicas en la cabecera y en los muros meridional y septentrional, aunque se encuentran incompletas y deterioradas por el paso del tiempo y el revestimiento.

En la parte superior de la pared norte se aprecian la Anunciación, la Visitación, el Anuncio del ángel a los Pastores y el Nacimiento de Jesús. La Virgen aparece tumbada con el Niño a la derecha dentro de un rectángulo rojo que hace las veces de cuna.

En la parte superior de la pared sur están los Reyes Magos dirigiéndose al palacio de Herodes. En la parte baja hay una escena de la Psicostasis, el pesaje de las almas, con San Miguel y el diablo. A la izquierda de San Miguel, se encuentran los justos que descansan en la paz eterna del paraíso, que se representa como un lugar lleno de árboles y con una torre. Los condenados, por el contrario, están en el lado derecho: el infierno es una anfisbena  que devora a dos personas. Se observan otras bestias mordiendo a otras almas condenadas en un claro desorden, en contraste con la armonía de las almas que se han salvado.

Es visible también un combate entre caballeros flanqueados por un personaje con ballesta y otro con cuerno en una torre. A su izquierda aparece un hombre debajo de un arco y, a la derecha, las Tres Marías.

En el testero, una paloma blanca ascendente personifica al Espíritu Santo. Está situada en ese lugar principal porque, en el arte medieval, la luz también simboliza a la Santísima Trinidad. Encima del vano aparece un Cordero Místico en un círculo sostenido por dos ángeles, que están flanqueados por dos personajes.

En la bóveda del ábside está pintado un gran Maiestas Domini rodeado por una mandorla con personajes alados, que se cree que son los cuatro evangelistas, los arcángeles San Miguel y San Gabriel, y otros ángeles. En los muros de la cabecera están representados los veinticuatro ancianos del Apocalipsis.

Los colores predominantes en los murales son el ocre, el amarillo, el rojo y el negro, con algunos toques de azul celeste.

Juan Pisuerga

 

 

 

 

PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR:

  1. «Ermitas románicas de Soria» por Mª. Carmen Lacarra (1997).
  2. «La ermita de San Miguel de Gormaz: un ejemplo de arquitectura prerrománica en Soria» por Alberto Herrero (2006).
  3. «Románico en la provincia de Soria» por Francisco Javier Gómez Ortiz (2000).
  4. «Arte románico en Castilla y León» por José María Pérez García (2005).
  5. «Las pinturas murales de la ermita de San Miguel de Gormaz (Soria)» por Mª Teresa Herrero Arranz (1999).
  6. «El románico de Soria: nuevas perspectivas» por Carlos de la Reguera Ruiz (20