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La fe religiosa es la creencia en Dios, un concepto complejo sobre el que han reflexionado filósofos y teólogos, y que ha sido estudiado por numerosas culturas a lo largo de la historia. En esencia, se trata de creer en algo que no se puede demostrar científicamente, pero que se acepta como verdad por una convicción profunda y personal.

La fe cristiana se basa en la creencia de que Jesús es el Hijo de Dios y que su muerte y resurrección son sucesos esenciales. Los creyentes asumen un conjunto de dogmas que les proporciona un marco de referencia sobre el significado de la vida y la muerte.

Los credos son declaraciones de fe; los mandamientos y los sacramentos, las pautas ordenadas por el Señor. El 15 de agosto, la Asunción de la Virgen María a los cielos se celebra como dogma de fe.

En el calendario celta, los primeros días de agosto marcaban una de las cuatro festividades principales de la «Rueda del Año». Se celebraba una fiesta en honor a Lug, dios de la luz y el conocimiento, y de su madre adoptiva, coincidiendo con el inicio de la cosecha, con los primeros granos de trigo y cebada. Las fechas, sin embargo, variaban según la región y la madurez del cereal.

En la antigua Roma, el 15 de agosto se festejaba a Diana, diosa de la caza, la luna, los bosques y los animales. Romanos y latinos del Lacio acudían al templo de Diana en el lago Nemi, llevando antorchas y ofrendas. Esta festividad, conocida como la Nemoralia, reflejaba la conexión de los romanos con la naturaleza. Era el inicio de la temporada de caza y una ocasión para pedir favores a Diana, honrar su poder, celebrar la vida en el bosque y agradecer los primeros frutos con diversos rituales.

En general, en muchas culturas, agosto es un mes asociado a las cosechas y la fertilidad.

En los primeros siglos del cristianismo, la veneración a María se integraba en el culto a Cristo. Con la conversión de Constantino en el año 312, la devoción mariana empezó a ganar importancia. Se construyeron las primeras iglesias en su honor y se compusieron los primeros himnos y oraciones. El Concilio de Éfeso en 431 fue un hito al definir como dogma de fe que María era la Madre de Dios.

Aunque no se menciona explícitamente en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento, la Asunción de la Virgen a los cielos fue establecida por la Iglesia en el siglo VI. Desde entonces, es uno de los acontecimientos más importantes del calendario litúrgico. Según la Iglesia Católica, al finalizar su vida terrenal, María fue elevada al cielo en cuerpo y alma, preservando su cuerpo de la corrupción de la muerte. La Asunción reconoce la santidad de María, preservada del pecado original.

De manera similar a lo que hizo con otras festividades paganas, la Iglesia Católica adaptó una celebración preexistente del 15 de agosto para dotarla de un significado cristiano.

Para los católicos, la Asunción representa la esperanza de salvación para los justos de corazón. María fue elevada a la gloria celestial como un anticipo de la vida eterna a la que todo ser humano puede aspirar.

Según algunas fuentes, María habría sido resucitada. Cuando Jesús llegó al lugar del óbito, preguntó a sus apóstoles: «¿Qué queréis que haga?». Pedro respondió: «A tus servidores les parecería justo que, habiendo vencido a la muerte, Tú, que reinas en la gloria, resucites el cuerpo de María y la lleves al Cielo llena de alegría». Los apóstoles depositaron su cuerpo en Getsemaní, un huerto a los pies del Monte de los Olivos, al este de Jerusalén. Durante tres días se escucharon voces de ángeles que alababan a Dios. «Al terminar el tercer día, dejaron de oírse las voces, por lo que todos entendieron que su venerado e inmaculado cuerpo había subido al Cielo”.

San Agustín de Hipona, uno de los grandes pensadores de la Iglesia Católica, dedicó parte de su obra a reflexionar sobre la figura de la Virgen María. Su visión teológica ha influido profundamente en la devoción mariana. Para él, María es el modelo supremo de fe. Su «sí» incondicional a la voluntad de Dios la convierte en un ejemplo de respuesta humana a la gracia divina, en el que destaca su pureza inmaculada y estar concebida sin pecado original.

Santo Tomás de Aquino, el «Doctor Angélico», jugó un papel crucial en la consolidación de la doctrina de la Asunción. Sus argumentos teológicos, basados en la razón y la fe, fueron esenciales para que la Iglesia Católica comprendiera y aceptara este dogma. Santo Tomás afirmaba que María, al ser concebida sin pecado original, fue preservada de toda corrupción. Esta plenitud de gracia la hizo digna de una glorificación especial.

Santo Tomás veía en la Asunción la primicia de la glorificación universal de los justos; es decir, María es el primer miembro de la Iglesia en ser llevado al cielo en cuerpo y alma, anticipando así la esperanza de todos los cristianos.

Debido a factores políticos y lingüísticos, la devoción mariana no se desarrolló en España hasta el siglo XII.

En 1849, las primeras peticiones para que la Asunción fuera declarada doctrina de fe llegaron a la Santa Sede y, con los años, fueron cada vez más numerosas. Cuando el Papa Pío XII consultó al episcopado en 1946, la aprobación para declararlo dogma fue casi unánime. Finalmente, el 1 de noviembre de 1950, se publicó la constitución apostólica «Munificentissimus Deus» (Dios Benevolentísimo), por la cual el Papa Pío XII declaró «ex cathedra» la Asunción de la Virgen María como dogma de fe.

Juan Pisuerga

PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR A:

  1. Pío XII, Papa (1 de noviembre de 1950). Munificentissimus Deus. Librería Vaticana, 2015.
  2. Revilla, Ángel). Santa María la Antigua. Editorial «Universidad de Valladolid». 1990
  3. Denzinger, E. «Definición de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María”. Edit. El magisterio de la Iglesia.
  4. Constitución apostólica. Munificentissimus Deus. 1950.