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Febrero es el segundo mes del año y el más corto; tiene 28 días y cada cuatro años, uno más. A ese año se le conoce como bisiesto.

En la Roma clásica, febrero estaba bajo la protección de Neptuno. Se le simboliza con la imagen del dios con su tridente o con la de una mujer vestida con una túnica azul con cinturón y la falda ligeramente levantada. En una mano sostiene una garza real y, en la otra, una jarra de la que sale agua en abundancia, lo que indica que es el mes de las lluvias. A sus pies hay un pez.

Febrero fue llamado así en honor a la februa, una especie de látigo que se usaba en las fiestas.

El día 15 de febrero se celebraban en Roma las fiestas de la Purificación. Se ha escrito que eran festividades derivadas de la sociedad griega, sabina o etrusca, pero la mayor parte de los ensayistas cree que son en honor a la loba Luperca, que encontró a los gemelos Rómulo y Remo abandonados en las orillas del río Tíber. Los recogió y se los llevó a su madriguera, donde los amamantó y cuidó hasta que fueron encontrados por el pastor Fáustulo.

Las festividades se celebraban en honor a la maternidad y la protección. Era un acontecimiento social de gran relevancia en el calendario romano. Las Lupercales comenzaban con una ceremonia en el monte Palatino, donde un sacerdote inmolaba a una cabra. Con el cuchillo teñido en la sangre del animal, frotaba la frente de los luperci y luego limpiaba la mancha con un mechón de lana impregnado de leche de la cabra sacrificada. Era el momento del éxtasis y el encantamiento, que seguía con una estruendosa carcajada de los jóvenes.

De la piel de la cabra sacrificada se extraían unos látigos. Concluido el ritual, se iniciaba una procesión de sacerdotes y una carrera de los lupercos desnudos o semidesnudos que llevaban las februas, hechas con la piel del animal. Con ellas, azotaban las manos y espaldas de las mujeres jóvenes que se encontraban en el camino y querían participar en la fiesta. Se consideraba un ritual para la fecundación y un acto de purificación, un februatio.

Las Lupercales simbolizaban la renovación de la naturaleza y la fertilidad. La carrera de los jóvenes representaba los brotes de la nueva vegetación y el acto de azotar a las adolescentes era para asegurar su fertilidad. Era, en definitiva, un acto con un efecto purificador y de fertilidad.

La Iglesia desaprobó las Lupercales. El Papa Gelasio, en el año 494, prohibió estas fiestas. Sin embargo, algunos elementos han sobrevivido, como el carnaval y la celebración de San Valentín.

En febrero, la naturaleza comienza a despertarse tras el invierno. Los árboles empiezan a brotar, se inicia la floración y los animales vuelven a salir de sus madrigueras.

Febrero es un mes de amor, amistad y esperanza. Es un mes para celebrar la vida.

Juan Pisuerga

PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR A:

  1. Codoñer, Carmen; Fernández-Corte, Carlos (2004). Roma y su imperio. Madrid: Anaya.
  2. Cornell, Tim (1989). Roma. Legado de un imperio. Barcelona: Círculo de Lectores.
  3. Guillén, José (1994). Urbes Roma. Vida y costumbres de los romanos. Religión y ejército. Salamanca: Ediciones Sígueme.
  4. Segura Munguía, Santiago (2003). Nuevo diccionario etimológico latín-español y de las voces derivadas. Bilbao: Universidad de Deusto.
  5. El castellano. La página del idioma español. «Febrero».
  6. Las devociones de la Iglesia para cada mes del año.
  7. Diccionario universal de mitología. 2014.

 

 

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