En el valle de Iguña, entre la cuenca media del río Besaya y el monte de Aguayo, se alza la iglesia de San Facundo y San Primitivo, en el pequeño pueblo de Silió. Esta imponente construcción románica ha sido objeto de diversas reformas a lo largo de su historia. No obstante, los detalles escultóricos de sus capiteles y canecillos siguen siendo un excelente ejemplo del románico cántabro.
La hagiografía de los santos Facundo y Primitivo, mártires cristianos, es un tanto confusa. Aunque se cree que vivieron en el siglo II, entre el 161 y el 180 d. C., un pergamino del siglo XI sitúa su martirio en el siglo III.
En un artículo publicado en la Revista Altamira n.º 1 en 1965, Mesones Martínez afirma que “el monasterio fue fundado en las montañas de Burgos en el año 938, durante el reinado de Ramiro II”. Por su parte, García Guinea sostiene que “las iglesias románicas de la cuenca media del Besaya datan de mediados del siglo XI” y sitúa la fundación de esta iglesia en 1068, bajo el reinado de Sancho II, hijo de Fernando I el Grande”. Fue este mismo monarca quien, en 1075, donó todo el valle de Iguña a la diócesis de Burgos.
Existen, además, documentos del monacato de San Facundo y San Primitivo de Silió que figuran en el monasterio de Oña, datados durante el reinado de Urraca I de Castilla.
La edificación original ha sufrido múltiples reformas para adaptarse a las necesidades de cada época, como la sacristía y la espadaña. Sin embargo, el incendio que sufrió durante la Guerra Civil fue el suceso más perjudicial: Muchos de los capiteles de las arquerías murales que decoraban el interior del ábside perdieron sus relieves y superficies esculpidas.
Desde el exterior, es evidente que los muros del templo han sido modificados. En el muro sur, por ejemplo, se abrieron tres ventanas postrománticas.
La puerta de entrada principal, aunque muy reformada, mantiene su traza románica original. Está adelantada con respecto al muro y posee un tejadillo sostenido por canecillos, con motivos geométricos, en forma de proa y de animales. El guardapolvo y las arquivoltas de la puerta son de medio punto y carecen de decoración, apoyándose en pilastras sujetas por un banco modulado.
En esta colegiata llama la atención la elegancia, la armonía y el imponente tamaño del ábside. Se une al presbiterio y a la nave por muros rectos y paralelos. Dos impostas ajedrezadas dividen la cabecera en pisos, que a su vez se distribuyen en cinco calles por cuatro finas columnas adosadas al muro y apoyadas en contrafuertes.
Las tres ventanas de las calles centrales simbolizan la Trinidad. Un guardapolvo ajedrezado las une, actuando como una imposta a lo largo de todo el semicilindro. Las tres ventanas situadas en el piso superior son de buena factura, tienen un guardapolvo y una arquivolta de baquetón con arco de medio punto que se apoya en capiteles sostenidos por fustes. Los cimacios de rosetas aluden a la vida celestial.
En la ventana de la izquierda, en la parte superior del capitel izquierdo, hay un cimacio de hojas inscritas en un círculo. En un lado de la cesta, se observa a un personaje de pie bendiciendo y a otros hombres llevando un cubo con un palo; una escena que se interpreta como la construcción del templo. En el otro lado de la cesta, hay un personaje que podría ser el cantero. En el capitel derecho de esta misma ventana, hay un cimacio similar y la cesta tiene cuatro figuras que, por su vestimenta, podrían ser monjes.
En la ventana central, el capitel izquierdo y el cimacio figuran cabezas humanas idénticas puestas en fila, sobre unas hojas rematadas con piñas: un símbolo del Paraíso y la eternidad. El capitel del otro lado tiene unas manzanas: Símbolo del pecado original como la tentación terrenal.
En la ventana derecha, los cimacios están adornados con flores agrupadas en círculos. En el lado izquierdo, unos leones simbolizan la protección que el cristianismo ofrece contra las fuerzas del mal. Las cabezas de ambos animales están unidas; con sus patas delanteras se protegen de otros felinos y defienden una cabeza humana en el piso inferior. La cesta del lado derecho es similar, con tres monos arrodillados, lo que refuerza la dualidad entre el bien y el mal.
Los muros del ábside, construidos en sillería, se coronan con numerosos canecillos en excelente estado de conservación. En ellos se aprecian motivos geométricos, animales domésticos y seres del bestiario, así como representaciones de vicios, pecados y tentaciones. Entre las figuras, se distinguen: un hombre desnudo masturbándose, uno tocando un instrumento de cuerda, un rostro humano calvo y con bigote, una cabeza de caballo, un felino devorando una cabeza humana, un brazo con una mano abierta, un hombre con un caldero y otro con un bastón, además de una serpiente.
La sacristía, del siglo XVIII, oculta la parte baja del muro sur y de la cabecera.
En el interior, se confirma que el edificio consta de una sola nave con muros muy altos y reformados. Un arco triunfal de medio punto conecta la nave con el presbiterio y el testero, formando una única unidad. Ambos espacios están cubiertos por una bóveda de medio cañón y de horno, que simboliza la esfera celestial y confiere solemnidad a la estancia. No obstante, el arco triunfal, por su forma algo irregular, se asemeja más a un arco toral debido a la fusión que se hizo entre el ábside y el presbiterio.
El interior del ábside se divide en dos cuerpos separados por una imposta ajedrezada. El inferior alberga una arquería ciega, mientras que el superior ilumina el templo con sus ventanas.
En el cuerpo inferior, nueve arcos ciegos están unidos por una imposta que sirve de guardapolvo. Se apoyan en capiteles que combinan motivos vegetales, figuras humanas y animales.
Los arcos ciegos tienen una curiosa simbología. En el primer arco: Hay unos personajes con túnicas amplias que parecen clérigos. En el segundo arco hay una representación de la matanza de los inocentes. En el tercer arco aparecen leones enfrentados en los ángulos y el símbolo del Señor en el centro: Se dice que simboliza el paraíso con Adán desnudo. En el cuarto arco, un personaje principal con bastón y alas está al lado de una figura desnuda que se identifica como Eva. En el quinto arco se ve una hilera de manzanas, que simbolizan la tentación. En el sexto arco hay unas piñas: símbolo de la eternidad. En el séptimo arco, dos Ave Fénix enfrentadas representan la justicia y la resurrección. En el octavo arco hay unos monjes en postura de concordia, mientras otros dos se sostienen con las manos.
Los capiteles están bien tallados, pero muy deteriorados por el incendio que la iglesia sufrió durante la Guerra Civil de 1936.
Las ventanas del piso superior del ábside están abocinadas. Un guardapolvo de billetes las une, convirtiéndose en una imposta que recorre todo el muro interior. Las ventanas tienen una arquivolta que sostiene capiteles apoyados en fustes esbeltos. En la ventana izquierda se puede ver un capitel con un cimacio de palmas en círculos. Su cesta muestra hojas de acanto, bolas y cabezas humanas. El capitel derecho es idéntico, pero el remate es de cabezas de animales. En la ventana central, en el capitel izquierdo, hubo una lucha de aves. La cesta del otro capitel presenta animales sobre una cabeza humana. En la ventana derecha, el capitel izquierdo mezcla figuras humanas y animales, mientras que en el derecho hay un hombre luchando con una fiera.
Los capiteles del arco triunfal están muy altos, lo que dificulta su observación, incluso con prismáticos. En el lado izquierdo hay un cimacio con animales entrelazados en círculos; dentro de la cesta, una cabeza humana devora a un monstruo que, a su vez, está tragando un cuerpo desnudo que apoya sus pies en el lomo de dos animales opuestos. La escena es compleja e irreconocible. En los laterales de la cesta, hay aves que parecen beber o picotear, aunque todo está muy deteriorado. El capitel del lado derecho es difícil de evaluar debido a su destrozo. Aparentemente, hay un hombre entre volutas con un báculo, otro con una cruz y, en la otra cara, un hombre sedente con las piernas destrozadas.
La Iglesia de San Facundo y San Primitivo es, sin duda, el monumento románico más destacado del valle de Iguña.
Juan Pisuerga.
PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR
- Iglesia románica de San Facundo y San Primitivo s. XII (Silió). Gobierno de Cantabria. 2022.
- García Guinea, M. Á. El románico en Cantabria. Editorial Estudio, Santander, 1986.
- Campuzano, E. y Zamanillo, F. Cantabria artística. Librería Estudio, Santander, 1980.
- Mesones Martínez. Revista Altamira n.º 1/1965. Diputación de Santander.