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El románico es mucho más que una manifestación arquitectónica; es un código visual y un complejo teatro medieval diseñado para comunicar las verdades de la fe cristiana a una población mayoritariamente analfabeta. Este periodo artístico utiliza la piedra, la escultura y el mural como herramientas narrativas, transformando la iglesia en un libro abierto donde cada fiel podía leer o ver, por las imágenes, las historias de la salvación. Comprender el simbolismo románico es adentrarse en la mente y el alma de la Edad Media.

En el núcleo de esta simbología reside la cruz, omnipresente en el románico como el eje que une la muerte y la resurrección del Señor. Junto a ella, las figuras celestiales llenan los espacios. La Virgen María, a menudo representada como Sedes Sapientiae (Trono de la Sabiduría), se sienta coronada y encarnando a la propia Iglesia.

El reverenciado arcángel San Miguel es uno de los personajes más recurrentes. Se le representa como un guerrero impecable, armado con lanza o espada, cumpliendo su papel en la batalla celestial al vencer al dragón o diablo y, con relativa frecuencia, aparece en las escenas del Juicio Final, llevando la balanza para pesar las almas de los difuntos. A su alrededor, la multitud de ángeles celestiales sirve como músicos, mensajeros o protectores, inundando el espacio sagrado.

El arte románico se deleita en las escenas del Antiguo Testamento, que no se plasman por sí mismas, sino por su profundo valor como prefiguraciones o anticipos de la venida de Cristo y los sucesos del Nuevo Pacto.

Así, vemos a Adán y Eva junto al árbol del Paraíso (Génesis 3), recordándonos el pecado original y la necesidad de redención. El sacrificio de Isaac por Abraham (Génesis 22) se interpreta como el anuncio del sacrificio de Jesús. El paso por el Mar Rojo se convierte en una poderosa alegoría de la liberación y el bautismo, mientras que la historia de Noé y el Diluvio (Génesis 6-9) simboliza la salvación a través del Arca, que es la Iglesia.

Incluso los milagros y las tribulaciones individuales tienen un propósito didáctico y simbólico: Jonás devorado y luego vomitado por la ballena se presenta como una de las prefiguraciones más transparentes de la Resurrección. Daniel ileso en el foso de los leones enseña sobre la salvación divina, y la historia de Sansón y Dalila expone la inherente fragilidad humana ante la tentación. Estos profetas y héroes se encuentran a menudo en las jambas de las portadas o esculpidos en los capiteles, actuando como centinelas que anuncian la nueva alianza.

La fuente principal de inspiración esel Nuevo Testamento, que narra la vida de Jesucristo y establece el centro de la fe. Este ciclo narrativo, fundamental para reforzar la doctrina, incluye escenas tan comunes como la Anunciación y la Visitación, el Nacimiento de Jesús y la Adoración de los Magos.

Los momentos cruciales de la Pasión se representan con detalle y emoción: desde la Última Cena hasta el Camino al Calvario y la Crucifixión. En esta última, es frecuente encontrar a la Virgen María y a San Juan Evangelista tallados en los capiteles, sumidos en la contemplación del sacrificio. Finalmente, el ciclo concluye con el triunfo: el Descendimiento, el Santo Sepulcro y la gloriosa Resurrección.

Dos composiciones resumen la teología románica y dominan el ábside o el tímpano de las portadas. La primera es el Cristo Majestad, especialmente popular en la escultura en madera. En esta representación, Cristo no aparece abatido, sino con los ojos abiertos, los brazos extendidos y las palmas frontales abiertas, ofreciendo un abrazo paternal y eterno a toda la humanidad.

La otra imagen es la del Dios Padre entronizado. Rodeado por una mandorla de luz, bendice a la humanidad con una mano y sostiene el libro de la Ley con la otra. Suele estar flanqueado por los tetramorfos, los cuatro símbolos apocalípticos que representan a los evangelistas: el ángel o hombre (San Mateo), el león (San Marcos), el toro (San Lucas) y el águila (San Juan). Esta imagen, junto a la del Juicio Final, donde las trompetas celestiales anuncian la llegada de bienaventurados y condenados, sella la promesa y la advertencia de la fe en la eternidad.

 

Juan Pisuerga

 

PARA MÁS INFORMACIÓN

  • Émile Malé: El lenguaje de las piedras: Simbolismo en el arte medieval
  • Louis Réau: Iconografía del arte cristiano
  • Henri Focillon: Simbolismo y misterio en el arte románico
  • Georges Duby: El arte románico
  • Santiago Sebastián López: La catedral románica: El mundo de la piedra