El domingo, 21 de septiembre de 1561, día de San Mateo, reinando en España Felipe II, un gran incendio asoló el centro de Valladolid.
El vallisoletano Matías Sangrador, miembro de la Real Academia de la Historia, en su libro “”, escribe que el incendio comenzó a las cuatro de la mañana en la calle de las Platerías, en la casa de Juan de Granado, un platero que vivía en la tercera casa de esa calle, en la acera próxima a Cantarranas, es decir, en la parte de la calle que daba al ramal norte del Esgueva.
Después de la catástrofe circularon varios rumores por la villa. Se dijo que el incendio había sido provocado por unos extranjeros que habían llegado unos días antes a Valladolid. Otros que había sido causado por unos herejes luteranos, pero estas eran teorías pobres, infundadas e inconsistentes.
No se supo la causa real, pero es probable que el incendio fuera producido por la lumbre de un hogar, ya que en esa época el fuego del fogón se usaba tanto para cocinar como para calentar las viviendas. La idea más congruente y extendida se asienta en el hecho de que, cerca del lugar donde se inició el siniestro, unos carpinteros estaban labrando unas maderas para un edificio. Cuando sintieron frío, cogieron unas astillas y las encendieron para entrar en calor sin tener la precaución de apagarlas cuando se marcharon. Durante la noche se levantó un fuerte viento del norte, que arrojó ascuas sobre las casas cercanas. Como la mayor parte de los edificios era de madera, el incendio se propagó con rapidez.
Las llamas, arrastradas por el fuerte viento, se precipitaron sobre los edificios de la calle de Platerías y calles adyacentes, de modo que en seis horas ardieron más de 440 casas y varios conventos. Gran parte del corazón de la villa quedó destruida.
Sangrador dice que «fueron 3000 los habitantes de la villa que ayudaron a extinguir el incendio».
El humo, el ruido que hacían los edificios al desplomarse, el polvo y el repetido sonar de las campanas formaron un trágico escenario junto al gentío que huía despavorido y sin rumbo con los pocos enseres que pudo salvar, dejando los muebles y objetos más valiosos en sus casas.
Se arruinaron numerosos conventos y parroquias con todas sus pertenencias. Una vez sofocado el incendio, se hizo una procesión para pedir a San Mateo, en el día del santo, que la tragedia no volviera a repetirse.
Juan Pisuerga.
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PARA MÁS INFORMACIÓN SEPUEDE CONSULTAR A :
1- Agapito y Revilla, Juan (2004). Las calles de Valladolid: nomenclátor histórico.
2-Arnuncio, Juan Carlos (2008). Crónica del Ayuntamiento de Valladolid.
3- Rosa y Jacobo Sanz Hermida. Historia y literatura del incendio de Valladolid de 1561. Editorial Alcaldía. 1998.
4-Burrieza Sánchez, Javier. Guía misteriosa de Valladolid. Editorial Urueña L. 2009.