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EL ASALTO A LA RAZÓN 24

By 17 de septiembre de 2025No Comments

La razón, esa capacidad de la mente humana para pensar con lógica y resolver problemas, es lo que nos permite entender el mundo. Es la habilidad que nos ayuda a procesar información, conectar ideas y dar sentido a lo que nos rodea. La razón nos ayuda a entender por qué suceden las cosas, a encontrar soluciones a los problemas y a tomar las decisiones más convenientes. También nos permite argumentar con base en la lógica y la evidencia. A lo largo de la historia, ha sido un pilar fundamental en la filosofía, la ciencia y la ética. Una de las características que nos define como seres humanos.

Sin embargo, ese faro que durante siglos guio a la humanidad a través de la ignorancia, se encuentra hoy bajo asedio. Lo que una vez fue el motor del progreso y la base de la deliberación democrática se enfrenta desafíos que amenazan con desmantelar su primacía. Este «asalto a la razón» no es un conflicto bélico, sino una batalla sutil y perniciosa que se libra en nuestras mentes, alimentada por la polarización política, el relativismo posmoderno y la inmediatez de la era digital.

El primer frente de este asalto se encuentra en la política. En lugar de debates basados en hechos, presenciamos el auge de la «posverdad», donde las emociones y las narrativas personales tienen más peso que la verdad objetiva. La desinformación y las noticias falsas circulan a una velocidad vertiginosa, aprovechando nuestros sesgos de confirmación y creando burbujas de realidad. En este escenario, la verdad se convierte en una cuestión de creencia, no de verificación, y el pensamiento crítico se sustituye por la lealtad a un grupo o ideología. Los líderes populistas, que a menudo apelan a los miedos y prejuicios, han perfeccionado el arte de evadir la lógica, presentándose como defensores de una «verdad» más visceral que la que ofrecen los datos reales.

El segundo frente es filosófico y cultural. El relativismo posmoderno, que postula que no existe una verdad universal, ha erosionado la confianza en la objetividad y la ciencia. Si bien este enfoque puede fomentar la tolerancia, llevado al extremo, conduce a una indiferencia intelectual que equipara una teoría científica probada con una pseudociencia o una creencia infundada. Esta relativización ha creado un terreno fértil para el escepticismo sin fundamento, donde la gente duda de las vacunas, rechaza el cambio climático o niega la historia por desconfianza en las instituciones.

Finalmente, el tercer frente es el de la tecnología y la inmediatez. La era de la información, que prometía empoderarnos con el conocimiento, ha generado un aluvión de datos que a menudo sobrepasa nuestra capacidad para discernir. Los algoritmos de las redes sociales, diseñados para maximizar nuestro tiempo en pantalla, crean cámaras de eco que nos exponen solo a una información que refuerza nuestras creencias, aislándonos de puntos de vista alternativos y del debate constructivo.

La cultura de la gratificación instantánea nos ha acostumbrado a consumir información fácil y rápida, minando la paciencia necesaria para el pensamiento, la investigación y el análisis riguroso. En un mundo de titulares y «tweets/ X», los argumentos complejos y la evidencia matizada se pierden en la inmediatez de la comunicación.

A pesar de este sombrío panorama, la razón no ha sido derrotada. Todavía hay muchas personas que valoran el pensamiento crítico, la evidencia y la búsqueda de la verdad. La solución a este asalto no es simple, pero empieza con una reafirmación de los principios de la Ilustración. Debemos educar a las futuras generaciones en la alfabetización mediática y el pensamiento crítico, enseñándoles a diferenciar hechos de opiniones, a cuestionar las fuentes y a aceptar la complejidad.

La prensa, las instituciones académicas y los científicos tienen la responsabilidad de comunicar sus hallazgos de forma clara y accesible para recuperar la confianza del público. Y, sobre todo, cada uno de nosotros debe hacer un esfuerzo consciente para salir de su burbuja informativa, escuchar diferentes puntos de vista y comprometerse con el difícil, pero crucial, trabajo de la deliberación racional.

El asalto a la razón es, en esencia, un desafío a nuestra capacidad de construir un futuro compartido basado en la verdad y el conocimiento. Es un llamado a defender no solo una forma de pensar, sino también a aquella sociedad que hizo posible el progreso, la justicia y la libertad.

El camino para restaurar la primacía de la razón es largo, pero es una travesía que, por el bien de nuestra civilización, debemos emprender

Juan Pisuerga