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CASTILLA DE CONDADO A REINO.

La boda de Urraca Garcés con Alfonso V de León en 1023 había logrado aminorar la tensión entre León y Pamplona. Sin embargo, en el primer semestre de 1029, el asesinato del conde García Sánchez en León volvió a encender los ánimos. Los leoneses vieron en este suceso la sombra del rey de Pamplona, mientras que los castellanos lo interpretaron como una conjura leonesa. Sancho Garcés fue el principal beneficiado de la muerte del joven conde, ya que, al morir sin heredero, invocó los derechos de su esposa Muniadona, hermana mayor del conde, para gobernar Castilla.

En 1029, Sancho Garcés designó a su segundo hijo, Fernando, de tan solo 13 años, como conde de Castilla. Con esta decisión, buscaba demostrar a los castellanos que Navarra no pretendía anexionarse el condado y que conservarían su identidad. No obstante, esta medida rompía el vínculo secular con León, ya que Castilla pasaría a estar bajo la autoridad del rey de Pamplona.

Fernando era el titular del condado, pero Sancho ostentaba el gobierno efectivo. El rey de Pamplona restauró el obispado de Palencia, que había sido abandonado debido a la despoblación, siguiendo las normas de la abadía de Cluny.

Apoyándose en antiguas reclamaciones castellanas, Sancho Garcés se adueñó en 1029 de los condados de Monzón y de Saldaña-Carrión. En 1032, aparece documentado como señor de León y Astorga, porque estaba apoyando a su hermana Urraca, viuda de Alfonso V, que lo había llamado por la sublevación de su hijastro Bermudo III.

Fernando contrajo matrimonio en 1032 en Burgo con la infanta Sancha de León, quien aportó como dote las tierras entre el Cea y el Pisuerga.

En 1035, Bermudo III se casó con Jimena, hija de Sancho Garcés III y hermana de Fernando.

Sancho Garcés falleció en 1035. En su testamento, dejó a su primogénito García Sánchez III el reino de Pamplona; a Fernando, el Condado de Castilla; a Gonzalo, Sobrarbe y Ribagorza; y a Ramiro, Aragón. No menciono a su hija, la reina consorte de León.

Tanto García Sánchez III como Fernando ambicionaban expandir sus territorios. Fernando aspiraba a controlar León para consolidar su poder en la Península, mientras que García Sánchez buscaba asegurar sus posesiones en el condado de Castilla.

Fernando gobernó el condado castellano como feudatario de León, pero logró ganarse la simpatía de los grandes linajes y retomó la costumbre de los antiguos condes de apoyar las fundaciones eclesiásticas.

Las relaciones entre los tres cuñados, Bermudo III, García Sánchez III y Fernando, estaban marcadas por la desconfianza, lo que finalmente desencadenó la Guerra de los Tres Cuñados.

Fernando estaba resentido con el rey de León por la muerte de su padre, de quien se decía que había perecido en un accidente de caza provocado por un noble leonés. Fernando sospechaba de la complicidad del rey. García Sánchez III, por su parte, quería mantener las plazas castellanas que había adquirido su padre para Pamplona y el condado de Castilla.

Los nobles de los tres reinos desempeñaron un papel crucial en el conflicto. La guerra se caracterizó por una serie de batallas y asedios, con alianzas cambiantes y traiciones entre los bandos.

Bermudo y Fernando rompieron relaciones en 1037 y se dedicaron a preparar sus ejércitos. La Tierra de Campos, una rica comarca fronteriza entre León y Castilla y objeto de constantes disputas entre ambos reinos.

Además de las ambiciones territoriales, existía un conflicto familiar: eran primos y cuñados, pero mantenían una marcada rivalidad personal.

El ejército de Fernando I, con el apoyo de tropas de su hermano García Sánchez III, partió de Burgos hacia la Tierra de Campos. Los dos ejércitos se encontraron en el valle de Tamarón el 4 de septiembre de 1037. Fernando alineó a sus hombres con una ventaja táctica: los situó sobre un altozano con el sol a sus espaldas. La confrontación tuvo lugar de madrugada, con el sol bajo deslumbrando directamente a los leoneses. Bermudo, con el ímpetu propio de su edad, espoleó su caballo y se internó en las filas enemigas, siendo atravesado por una lanza. Los leoneses llevaron su cuerpo al panteón de León.

Con esta victoria, Fernando I se convertía en el legítimo rey de León. La esposa de Bermudo III, Jimena Sánchez, era hermana de Fernando, y al morir el rey de León sin hijos, el trono le correspondería a Sancha de León. Es decir, Fernando tenía derecho al Reino de León por doble vía.

Tamarón no fue solo un enfrentamiento militar, sino un suceso crucial que transformó el panorama político de la Península. Los leoneses tardaron en aceptar al nuevo monarca; incluso algunos nobles se negaron a entregar la ciudad a quien consideraban un usurpador y un asesino.

Fernando y su esposa se presentaron en León el 22 de junio de 1038. El nuevo rey fue consagrado en la iglesia de Santa María. Fernando. Influido y apoyado por su esposa, la reina Sancha de León, tuvo que adaptarse a los usos y costumbres de su nuevo reino. Durante años, se ocupó de su administración y organización, resolviendo conflictos internos y ganándose a la nobleza. Tuvo que someter a algunos nobles y a ciertas villas que crecían sin pagar tributos. Hacia 1050, la reorganización del reino estaba globalmente concluida.

García, a cambio de su ayuda contra León, pidió a Fernando el condado de Castilla, lo que desencadenó un duro conflicto entre ambos. Las complicaciones aumentaron debido a las tierras de Castilla anexadas a Pamplona por Sancho Garcés, como la Bureba, la Transmiera, el valle de Mena, las Encartaciones y los montes de Oca.

García se preparó para la guerra y, con algunos musulmanes aliados, invadió las tierras castellanas, rechazando a los emisarios de Fernando que le propusieron que «cada uno viviera en paz dentro de su reino y desistiese de decidir la cuestión por las armas, pues ambos eran hermanos y cada uno debía morar pacíficamente en su casa”. Ante la negativa del navarro, Fernando le salió al encuentro. Ambos ejércitos se encontraron en Atapuerca el 15 de septiembre de 1054. Fernando había dado la orden de capturar vivo a su hermano, pero los nobles de León, que no habían olvidado la muerte de Bermudo, acabaron con García, aunque otros medievalistas sugieren que fue asesinado por sus propios hombres. En todo caso, el ejército de García huyó en desbandada. Fernando recuperó el cuerpo de su hermano y ordenó enterrarlo en la iglesia que este había fundado, en Santa María de Nájera.

La victoria de Fernando tuvo como consecuencia la recuperación de las tierras de Castilla, el establecimiento de la frontera y la imposición de una carga tributaria y el vasallaje de su sobrino García Sánchez IV.

Fernando dejó a sus hijos una carta testamentaria por la cual: Sancho II recibió Castilla como reino y las parias de Zaragoza; Alfonso VI heredó León y las parias de Toledo; García obtuvo Galicia y las parias de Badajoz y Sevilla; y Urraca y Elvira recibieron, respectivamente, Zamora y Toro. Una división que pronto generó tensiones y rivalidades entre los hermanos.

Juan Pisuerga

 

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PARA MÁS INFORMACIÓN:

  • Menéndez Pidal, R. (1974). Historia de España. Espasa Calpe.
  • Blanco Lozano, Pilar. (1987). Fernando I de León. Centro de Estudios e Investigación «San Isidoro».
  • Martínez Díez, Gonzalo. (2005). Universidad de Valladolid.
  • Pons Marcial. Sancho III el Mayor. Rey de Pamplona. Madrid.
  • Valdeón Baruque. J. Historia medieval de Castilla. Universidad de Valladolid.