Según la Real Academia Española, la palabra «anfisbena» tiene dos acepciones: una, referida a un reptil fabuloso del que se cuentan mitos y prodigios; y otra, de carácter zoológico, que designa a un saurio sin patas: una pequeña culebra con ojos rudimentarios, cuya piel está recorrida por surcos longitudinales y transversales que forman una fina cuadrícula. Este animal vive debajo de las piedras y es común en el centro y sur de España.
La que aparece en el imaginario de los templos románicos es un reptil con un cuerpo y dos cabezas, una en cada extremo. De su boca sobresalen colmillos venenosos y sus ojos son brillantes. Se dice que su nombre proviene del griego y significa “la que va en dos direcciones”.
Según la tradición mitológica, Polidectes era rey de la isla de Sérifos. Dictis, su hermano, encontró a Dánae y a su hijo Perseo recién nacido en un cofre en una playa de la isla, donde Zeus los había dejado. Polidectes los acogió, pero con el tiempo se enamoró de Dánae. Perseo creció y se convirtió en protector de su madre, impidiendo que Polidectes se acercase a ella. Para librarse de Perseo y poder casarse con Dánae, Polidectes anunció que contraería matrimonio con otra mujer y pidió a todos los invitados un regalo. Sabiendo que Perseo no podría ofrecerle ninguno, le exigió que le trajera la cabeza de la Medusa, con la intención de que muriera en el intento. La Medusa era una de las Gorgonas, un ser infernal que podía convertir en piedra a los hombres o matarlos con su mirada.
Perseo emprendió la misión. Protegido por los dioses, en el camino se encontró con unas ninfas, que le entregaron unas sandalias aladas para volar y una bolsa mágica. Poco después se le apareció Hades, dios del inframundo, quien le dio un casco que lo hacía invisible y una hoz para matar a la Gorgona. Finalmente, recibió de Atenea, hija de Zeus y, por tanto, su media hermana, un escudo brillante como un espejo.
Perseo se adentró en la morada de los monstruos, que dormían. Usó el casco de Hades para no ser visto y el escudo de bronce de Atenea como espejo para contemplar a Medusa sin mirarla directamente; de ese modo le pudo cortar la cabeza. De su cuerpo nacieron el caballo alado Pegaso y su mellizo, el gigante Crisaor; de la sangre que goteaba de la cabeza surgió la anfisbena. Así, con la ayuda de los dioses, Perseo logró su cometido.
Al regresar a la isla, voló sobre el desierto libio llevando la cabeza de Medusa, que seguía goteando. De esa sangre nacieron las anfisbenas que habitan en el desierto y se alimentan de cadáveres. De vuelta en Sérifos, Perseo encontró que Polidectes continuaba acosando a su madre; entonces le mostró la cabeza de Medusa, convirtiendo en piedra a él y a sus seguidores.
En otra versión del mito se afirma que las anfisbenas son las madres de las hormigas.
La anfisbena no es una figura muy repetida en el románico español. Algunas representaciones tardo-románicas la muestran con alas de murciélago o con garras. En la versión clásica y más extendida, ambas cabezas son claramente de serpiente, lo que enfatiza su naturaleza reptil.
Quizá la mejor representación se encuentra en Santa María del Puerto, en Santoña. También aparece en capiteles de Valgañón, en La Rioja, donde una anfisbena lucha contra un león. Hay otros ejemplos en San Esteban de Segovia, en San Bartolomé de Basardilla y en Santo Domingo de Silos. Se la puede ver de manera aislada en templos de los antiguos reinos de Castilla y León, Navarra y Aragón.
Juan Pisuerga
PARA MÁS INFORMACIÓN CONSULAR
- García Guinea. El románico en Cantabria. Ed. Estudio. 1989.
- Jonathan Hunt (1998). Bestiario: An Illuminated Alphabet of Medieval Beasts.
- Simon & Schuster. Dave’s Mythical Creatures and Places: Amphisbaena. 2005.