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INTRODUCCIÓN:

Santa María de la Santa Espina se encuentra en el corazón de los Montes Torozos emplazado en el municipio de Castromonte en la provincia de Valladolid. Su historia, que abarca nueve siglos, es un testimonio de espiritualidad, de la evolución del arte y de los avatares políticos y educativos castellanos.

LA COMARCA DE LOS MONTES TOROZOS

La comarca conocida como los Montes Torozos es un páramo mesetario que separa la Tierra de Campos de los valles del Pisuerga y del Duero. En su paisaje predominan las extensas tierras de cultivo, intercaladas con monte bajo y bosque de encinas, quejigos y matorral, donde se refugian el lobo, el zorro, la garduña y el tejón. Lo habitan corzos y ciervos, numerosos jabalíes, conejos y liebres. Anidan y vuelan por sus cielos milanos, azores y gavilanes, así como avutardas, garzas, palomas y petirrojos.

La comarca posee un enorme valor histórico, al haber sido tierra fronteriza entre los reinos de Castilla y León, y entre cristianos y musulmanes. Conserva un importante legado cultural reflejado en iglesias, monasterios, castillos y villas históricas, como Urueña y Tordesillas.

BREVE HISTORIA DE LOS MONTES TOROZOS

Antes de la llegada de los romanos, la comarca estaba habitada por los vacceos, una tribu con un notable desarrollo agrícola y urbanístico. Vivían en castros, aunque sus principales poblados estaban fortificados.

Tras la conquista romana, la zona fue integrada en la provincia Tarraconense. Roma levantó villas y latifundios coloniales, bien comunicados por calzadas, para facilitar que sus cosechas llegaran a la capital del Imperio.

Con la caída del Imperio Romano, la zona pasó a formar parte del reino de Toledo. Los visigodos respetaron gran parte de la estructura legal y social romana, dejando a su vez testimonio de su establecimiento en el territorio.

Los musulmanes llegaron a la comarca en el año 713 d. C. En el reparto de tierras, los Montes Torozos correspondieron a los bereberes, que ocuparon el territorio hasta el año 740. En esa fecha, agotados tras una sequía de dos lustros, los norteafricanos se trasladaron al sur para unirse a la revuelta bereber. La meseta norte quedó despoblada y la comarca fue utilizada únicamente como ruta militar.

La repoblación se inició en el siglo X, con la reconquista del reino asturleonés.

HISTORIA DEL MONASTERIO

A Valladolid llegaron hacia el año 1135 unos monjes cistercienses procedentes de la abadía de Claraval, fundada por San Bernardo.

Sancha Raimúrez, hija de la reina Urraca I y de Raimundo de Borgoña, y hermana del rey Alfonso VII, donó unos terrenos de su propiedad en el valle del Bajoz, en los Montes Torozos, para que los monjes construyeran un monasterio. La fundación del cenobio está datada en el año 1147. Doña Sancha deseaba que los monjes custodiaran un fragmento del Lignum Crucis: una espina de la corona de Cristo que le había regalado Luis el Joven, rey de Francia.

Doña Sancha fue una mujer de gran influencia, administradora del infantado de Castilla y León, y tuvo un destacado protagonismo político como mediadora entre su hermano Alfonso VII y la nobleza.

La Santa Espina es una abadía hija del monasterio de Claraval. Según la tradición, su primer abad fue San Nivardo, hermano de San Bernardo, aunque este dato no está documentado, siendo probable que solo fuesen hermanos de congregación.

San Nivardo supervisó las obras de construcción conforme a la observancia cisterciense. El monasterio nació con gran prestigio, tanto por la importante reliquia que albergaba como por la espiritualidad del Císter.

Del monasterio original del siglo XIII se conservan la sala capitular y la sacristía. La iglesia tuvo un prolongado proceso constructivo que duró unos 150 años, finalizando en estilo gótico.

Entre los siglos XII y XVI el monasterio vivió un periodo de esplendor. Su vasto patrimonio territorial incluía tierras de cultivo, viñedos, pastos y bosques. La Corona de Castilla y León, la nobleza y los campesinos realizaban donaciones en vida o en testamento a cambio de oraciones por sus almas. Según un documento descubierto en 1886, el monasterio disponía de 6.000 hectáreas de terreno productivo.

Las tierras más cercanas eran explotadas directamente por los monjes, siguiendo la regla Ora et labora. Los cultivos más alejados se arrendaban a agricultores, quienes pagaban la décima parte de sus cosechas de grano, legumbres y vino. Los derechos del monasterio se extendían a molinos, caza, pesca y al cobro de portazgos o pontazgos en sus tierras y villas. Algunas parroquias y lugareños debían entregar al monasterio los primeros frutos de la recolección.

Al ser una fundación real, el monasterio tuvo un patronazgo mediante exenciones fiscales y donaciones periódicas. La economía del cenobio se basaba, pues, en su condición de gran propietario de tierras y en los privilegios reales que le garantizaban ingresos estables. Este periodo de bonanza permitió a la comunidad cisterciense contar con decenas de monjes. El entorno natural de los Montes Torozos, relativamente aislado, favoreció la vida monástica y el recogimiento espiritual. La combinación de espiritualidad, patrimonio arquitectónico y riqueza agropecuaria convirtió al monasterio en un referente monacal

En el siglo XVI se llevaron a cabo importantes reformas: se derribó y reconstruyó la capilla mayor, así como el crucero y las capillas laterales.

En el siglo XVIII se levantaron la fachada de la iglesia y sus dos torres, según un diseño atribuido a Ventura Rodríguez. Se construyeron los claustros de la Hospedería y el Reglar, la cúpula y linterna del crucero, y la capilla que alberga la reliquia de la Santa Espina, obra atribuida a Francisco de Praves.

El monasterio sufrió saqueos y graves daños materiales y artísticos durante la Guerra de la Independencia. En la comarca existía una intensa actividad guerrillera, destacando la figura de Juan Martín Díez, “El Empecinado”, quien operaba por esta zona y por la ribera del Duero. La guerrilla no solo influyó en las acciones militares, sino que desempeñó un papel crucial en el mantenimiento de la moral y en el apoyo al avance de las tropas aliadas. Desapareció el retablo principal; se cree que algunas de sus piezas escultóricas se exhiben en un museo de Barcelona. Tras la derrota, las tropas francesas en retirada se refugiaron en el monasterio y “arrasaron con todo lo que pudieron”.

Los monjes regresaron en 1813, encontrando el monasterio en ruinas, sin puertas ni tejados.

Con la desamortización de Mendizábal, en 1835, los bienes del monasterio fueron subastados y adquiridos por particulares, cayendo el conjunto en el abandono durante varias décadas.

En 1888, Susana de Montes y Bayón, condesa de la Santa Espina, junto con los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle), renovaron el monasterio y lo convirtieron en un centro educativo y de acogida para huérfanos y para  la enseñanza agrícola.

En la década de 1950, el complejo se transformó en una escuela de capacitación agraria gestionada por la administración  y  los Hermanos de La Salle. El monasterio medieval pasó así a ser un centro educativo agrario.

Entre 1950 y 1960 se construyó el embalse de la Santa Espina, conocido como el pantano del río Bajoz, destinado al riego de las tierras del valle.

En 2022 el monasterio inició una nueva etapa con un proyecto de espiritualidad, visita cultural y alojamiento impulsado por la Fundación Educativa Servanda.

El conjunto mantiene vivo el espíritu de la reliquia de la Santa Espina, objeto de culto desde sus orígenes.

LA ARQUITECTURA DEL CONVENTO

El acceso al Monasterio de hace a través por un pórtico monumental de piedra levantado en el siglo XVI. Tiene un arco de entrada, encima una hornacina enmarcada por columnas con capiteles corintios. El arco está flanqueado por dos torres y rematado por el escudo de la Corona de Castilla. Como todo el recinto está amurallado, goza de cierta autonomía.

El monasterio responde al modelo cisterciense, compuesto por iglesia, claustro, sala capitular, sacristía y dependencias monásticas. Para su construcción se empleó piedra de sillería de la zona, con escasa ornamentación, acorde con el espíritu del Císter. Al sobrio conjunto monacal medieval se le han incorporado numerosos decorativos posteriores con trazos estilísticos góticos, renacentistas, barrocos y algunos elementos clasicistas.

LA IGLESIA

Exteriormente, la cabecera del templo está formada por un voluminoso ábside semicircular, flanqueado por cuatro capillas laterales de planta rectangular: dos a cada lado. El mayor tamaño del ábside central es para que destaque visualmente. Estas capillas laterales en los monasterios cistercienses estaban destinadas a albergar capillas funerarias o reliquias.

Los muros del templo y del convento son sólidos y construidos con mampostería, pero reforzados por contrafuertes que transmiten la robustez y sencillez cisterciense

Hay pocas ventanas exteriores, conforme al espíritu austero de la orden monástica.

El interior presenta una planta de cruz latina con tres naves de seis tramos. La nave central es más alta que las laterales.

A mediados del siglo XVI se reedificaron la capilla mayor, el crucero y algunas capillas laterales, adaptando se al modo renacentista.

Las naves están cubiertas por bóvedas de crucería y separadas por arcos apuntados de medio punto que se apoyan en gruesos pilares que separan las naves y en las semicolumnas de los muros laterales.

El espacio del presbiterio es largo y rectilíneo, para dar más solemnidad al ábside central. A ambos lados se sitúan dos capillas que indican su función litúrgica y funeraria, al servir también como panteón y lugar de devoción particular.

Los muros interiores, de piedra vista, conservan la austeridad del Císter.

La sacristía se encuentra al este del claustro reglar, adosada al muro sur del presbiterio. Mantiene un estilo románico tardío, con arcos apuntados de medio punto y cubierta con bóveda de arista. Su construcción corresponde a finales del siglo XII o comienzos del XIII.

CIMBORRIO Y LINTERNA

En la renovación efectuada por Gonzalo de Sobremazas a mediados del siglo XVI se derribaron el ábside de la capilla mayor, el transepto, el crucero y las capillas laterales, diseñando nuevos planos de estilo gótico-renacentista. El crucero fue rematado con un cimborrio de planta octogonal.

Para dotar al templo de mayor majestuosidad, se elevaron los pilares, de modo que la cúpula sobresale como un elemento principal. La linterna superior, con ocho ventanales, cumple una doble función: iluminar el templo y elevar el espacio entre la nave principal y el transepto, aumentando la sensación de elevación celestial.

El cimborrio, de forma octogonal, se apoya en cuatro arcos torales que distribuyen su peso y articulan la transición entre la planta de la nave y la estructura superior.

CAPILLAS LATERALES

La reliquia titular del monasterio, la Santa Espina, se custodia en una capilla del lado del Evangelio. Fue construida en el siglo XVII por iniciativa del abad fray Ángel del Águila, para albergar la Santa Reliquia. Es una capilla de estilo clásico diseñada por Francisco de Praves y ejecutada por Juan del Valle. Otras capillas destacadas son: La Capilla de los Vega, de estilo gótico, del siglo XV y la Capilla de San Rafael de estilo barroco conocida como la capilla del abad. Estas dos últimas están al lado de la Epístola.

LA FACHADA

La fachada de estilo barroco está construida con piedra blanca bien labrada. Algunos autores sitúan su datación en el siglo XVII, aunque probablemente fue reedificada después del incendio de 1731, en el siglo XVIII. Se asocia al arquitecto Ventura Rodríguez, quien, en sus inicios, siguió las normas arquitectónicas barrocas de su maestro Juvara.

El frontis muestra una simetría sobe un supuesto eje vertical central. Se articula en dos cuerpos horizontales bien delimitado por molduras, ménsulas y cornisas.

El cuerpo inferior alberga la puerta principal, de madera y gran tamaño. Sobre ella se apoya una cornisa sostenida por semicolumnas apareadas, entre las que se ubican hornacinas vacías. Los paños laterales tienen relieves heráldicos con una cornisa que separa ambos cuerpos.

El cuerpo superior contiene una ventana rectangular flanqueada por columnas y ménsulas. Está coronada por un frontón triangular con una cruz en su vértice y con pináculos laterales. El frontón es una referencia clasicista.

En los paños laterales de este piso hay ventanas clásicas, medallones.

La descripción de la fachada se centra en las dos esbeltas torres gemelas del siglo XVIII, rematadas por linternas semiesféricas coronadas por cruces. Situadas en los extremos, aportan verticalidad al conjunto; están rodeadas por unas pequeñas balaustradas. Tienen una planta cuadrada, y en su cuerpo hay unos huecos con arcada de medio punto para albergar campanas Cada torre está coronada por una linterna octogonal rematada por una pequeña cúpula ovoide con cruz.

Aunque sobria, la fachada presenta elementos clásicos como pilastras, columnas, cornisas, frontones y molduras

En su composición se reconocen rasgos clasicistas: base sólida con zócalo, cuerpo intermedio con puerta de acceso, segundo cuerpo con frontón y remate ornamental con torres gemelas, que rompen la horizontalidad y confieren majestuosidad al conjunto.

CLAUSTRO REGLAR

Construido en piedra de sillería blanca, el Claustro Reglar es el corazón del monasterio. Conserva algunos restos del siglo XII, aunque sufrió una profunda transformación. Las obras comenzaron en el primer cuarto del siglo XVII y finalizaron en 1674, adaptándose a las necesidades conventuales. Según la bibliografía consultada, los trabajos fuero obra del monje arquitecto Fray Francisco de la Rentería.

Es un claustro rectangular de dos pisos. El inferior está formado por arcos de medio punto apoyadas en amplias pilastras y estas en un zócalo perimetral. El piso superior tiene balcones rectangulares con barandillas de hierro forjado castellano; sobre ellos se disponen relieves ornamentales enmarcados en molduras de piedra y, más arriba, pequeñas ventanas rectangulares con dintel.

A pesar de las reformas, se conservan vestigios de etapas anteriores, como los arcosolios góticos de la panda sur, que sirvieron de enterramiento a nobles.

Este claustro se comunica con la iglesia por el transepto este y constituía la entrada al templo para monjes y peregrinos.

SALA CAPITULAR

Situada en la panda este del claustro, es una dependencia de las más antiguas y mejor conservadas del convento. Un espacio notable de la sobriedad y sencillez cistercienses. La puerta de entrada, abocinada, está formada por arcos de medio punto apuntados y decorada con cinco sencillas arquivoltas apoyadas en capiteles de ornamentación vegetal sostenidos por grupos de finas columnas.

A ambos lados se abren dos grandes ventas geminadas con tres arquivoltas, que permitían a los monjes que no cabían en el interior seguir desde fuera las deliberaciones de la abadía.

La sala tiene planta rectangular y está cubierta por bóvedas de crucería cuyos nervios descargan sobre los muros y sobre cuatro columnas centrales que dividen el espacio en nueve tramos.

CLAUSTRO DE LA HOSPEDERÍA

La regla cisterciense enfatiza la clausura y la vida monástica, pero obliga a acoger a viajeros y peregrinos. El Claustro de la Hospedería fue construido para atender estas necesidades, permitiendo el alojamiento de visitantes sin interferir con las dependencias monásticas de modo que la hospedería mantenía la clausura del Claustro Reglar, preservando la intimidad y el silencio de los monjes, mientras cumplía la función de hospitalidad. Su objetivo principal era acoger a peregrinos, nobles o eclesiásticos que acudían al monasterio a venerar la reliquia de la Santa Espina.

El claustro de la hospedería, de estilo herreriano, data del siglo XVI y tiene un aspecto severo y geométrico. Es de planta cuadrada y dos pisos: el inferior, con arcos de medio punto sostenidos por columnas de capiteles dóricos; y el superior, con arcos similares flanqueados por columnas jónicas. Fue obra de los arquitectos Juan de Nates y Juan Ribero de Rada, finalizada por Juan de Naveda.

Ente tipo de claustro se situaban en el lado opuesto al templo y a las zonas monacales. Su acceso es desde un patio exterior al oeste del convento. Actualmente, algunas de sus salas albergan exposiciones permanentes, como la colección de mariposas e insectos.

DEPENDENCIAS MONACALES

El monasterio cuenta con las dependencias habituales: áreas de trabajo, refectorio, cocinas, aseos y celdas dormitorio.

IMPORTANCIA ARQUITECTÓNICA

El monasterio de Santa María de la Santa Espina es uno de los referentes cistercienses de Castilla y León. Es un magnífico ejemplo de la transición del románico al gótico. La superposición de estilos, románico tardío, gótico, renacentista y barroco, enriquece su lectura histórica.

Juan Pisuerga

 

PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR

ARCO Y GARAY (1954). La Casa Real de Castilla. Instituto Jerónimo Zurita. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid

García Calles, L. (1972). Centro de Estudios e Investigación Doña Sancha. Fuentes y Estudios de Historia Leonesa, León.

ANDRÉS ORDAX. S. (1942) Monasterios de provincia de Valladolid. Ed. Santaren.

CALDERO, ELENA. (2015). Monasterio de Castilla y León. La Santa Espina. Etsa . Valladolid.

FERNANDEZ. S. (2009) Santa María de la Santa Espina. Argaya

GACIA FLORES, A. (1999). La capilla de los Vega en la Santa Espina. Departamento de ATE. Valladolid.

GARCIA FLORES, A. (1999). La arquitectura del Cister en Valladolid. Junta Castilla y León.

GARCIA GUINEA, M.A. Enciclopedia del románico en Castilla y León.

GUTIERREZ ANTOLÍN. Real Monasterio de Santa Espina. Ed. Ibérica. Madrid