LLa primavera mitológica es un lío de familia bastante gordo. Saturno, el dios más poderoso, tuvo con su mujer Ops varios hijos: Juno, Júpiter, Neptuno, Plutón, Ceres y Vesta. Fue padre también de Veritas y Pico, aunque como se desconoce el nombre de la madre, vamos a dejarlo…
En la mitología romana, Proserpina era hija de Júpiter y Ceres, una unión entre hermanos. Plutón, otro hermano, prendado de la belleza de su sobrina, la raptó una mañana mientras ella recogía flores y se la llevó al inframundo para hacerla su esposa. Ceres, su madre, diosa de las cosechas, muy enfadada, no dejó que brotara ninguna semilla, lo que provocó hambruna entre los humanos. Tuvo que intervenir Júpiter para pactar un acuerdo con Plutón: Proserpina pasaría seis meses del año con su madre en la Tierra y seis meses con Plutón en el inframundo. Así, Proserpina se convirtió en un símbolo de la muerte, pero también del renacimiento y resurrección de la vida.
Cuando Proserpina sale del mundo subterráneo, es recibida con un festival de flores y fragancias. Proserpina es en sí misma la primavera. Es la renovación, la esperanza y el optimismo. Es un regalo de belleza, luz y de clima cálido. Es el despertar de la naturaleza, el renacer del letargo invernal. Cuando Proserpina aparece, la tierra se llena de flores y fragancias. Los árboles se visten de hojas verdes. Los animales se despiertan y se activan; es el momento de reproducción para muchas especies, una etapa crucial para su supervivencia. Se escucha a las aves, y las abejas se afanan en polinizar la floresta. Una fuente de inspiración para artistas, poetas y filósofos.
Junto a ella, la mitología romana tenía otra diosa a la que dedicaba el mes de abril: Venus, la diosa romana de la naturaleza, la belleza y los placeres, madre de Cupido y de Eneas, el padre del pueblo romano. En el calendario romano, abril era el mes dedicado a Venus y a Proserpina.
Marco Tulio Cicerón, en “De la naturaleza de los dioses”, distingue cuatro Venus diferentes: la más conocida es la que nace de la espuma del mar. Cuando surge entre las olas, se embarca en una concha y es recibida por las Horas en la isla de Chipre. La visten, la adornan y la escoltan hasta el Olimpo, presentándola al resto de los dioses. Las Horas, en la mitología griega, eran las diosas de las estaciones y del orden de la naturaleza, hijas de Zeus y de la titánide Temis.
Pasado un tiempo, las Horas regalaron a Venus un cinturón que contenía todos los encantos y seducciones: el atractivo, la gracia, la sonrisa comprometedora, la capacidad de mantener dulces coloquios y de relatar suaves y complacientes cuentos; le enseñaron el suspiro y el silencio expresivo. Su belleza era tan deslumbrante que cautivaba a dioses y a hombres. A la diosa la acompañaban siempre las tres Gracias, las diosas de la belleza, el encanto y la alegría, y las Náyades, ninfas de las aguas.
Júpiter la hizo esposa de Vulcano, dios de la fragua y el fuego, pero su matrimonio fue, digamos, disfuncional por las infidelidades de Venus, quien tuvo muchas aventuras amorosas con otros dioses. Entre sus amantes más conocidos están Marte, el dios de la guerra, con quien tuvo una apasionada aventura y varios hijos, incluyendo a Cupido, el dios del amor. Con Baco, dios del vino, tuvo otro hijo: Príapo, dios de la fertilidad. Tuvo amoríos con Hermes, el dios del comercio y los viajes, con quien tuvo un hijo llamado Hermafrodita, un ser con características tanto masculinas como femeninas. Algo raro…
Venus tuvo debilidades con mortales, como Anquises, un troyano con el que tuvo a Eneas, el fundador de Roma. Tampoco pudo resistir el encanto de Adonis, un joven de gran belleza por el que sentía un amor apasionado. Su muerte accidental le causó un gran dolor. Con Butes, el rey siciliano, tuvo un hijo llamado Erice. Disfrutó de otros amantes que cayeron rendidos a sus pies.
Proserpina y Venus representan aspectos femeninos distintos. Proserpina es la inocencia de la primavera y la fertilidad de la tierra. Venus es la diosa del amor, la belleza y la sensualidad, y se la representa como una mujer joven, hermosa y sensual, a menudo desnuda o con ropajes ligeros.
Sin duda, «La primavera» de Botticelli y la «Venus de Milo» son las dos obras de arte más icónicas. La primera es una de las imágenes más emblemáticas de la historia del arte. Venus ocupa un lugar central. Su presencia impregna la escena de armonía y sensualidad. Cupido, su hijo, dispara flechas doradas que inspiran amor. Las tres Gracias, a su izquierda, representan la belleza, la alegría y el encanto. Flora, a su derecha, diosa de la primavera y la fertilidad, simboliza la nueva vida.
En el arte escultórico, la estatua del año 120 a. C., conocida como la «Venus de Milo», se puede ver en el Museo del Louvre. Es el símbolo de la belleza femenina clásica inmortalizada en mármol. Emerge con una majestuosidad serena. Su figura irradia una gracia incomparable. La suave curvatura de su torso contrasta con la textura arrugada del manto que cae de sus caderas, creando un juego de luces y sombras que realza su sensualidad. Su rostro de perfecta simetría refleja una expresión serena y enigmática. Sus ojos vacíos parecen contener un universo de emociones, y sus labios ligeramente entreabiertos, a punto de contar un secreto. La diosa se encuentra en una pose natural y relajada, con una ligera inclinación de la cabeza que realza su elegancia. Su nariz fina se integra armoniosamente en su sugestiva cara. Sus hombros, ligeramente caídos, transmiten una sensación de paz y tranquilidad.
La «Venus de Milo» no solo es una obra de arte excepcional, sino también un símbolo de la belleza. Sus proporciones perfectas, su armonía, su misterio y su equilibrio han fascinado a generaciones enteras. Es una representación atemporal de la belleza femenina, un canto a la sensualidad y a la gracia que continúa inspirando al mundo. La expresión enigmática de su rostro y la ausencia de sus brazos le confieren un aura de misterio que intriga al espectador y un símbolo de la belleza admirada durante siglos.
Proserpina, la primavera y Venus son una sinfonía de luz, belleza y arte interpretada por tres diosas mitológicas.
Juan Pisuerga.
PARA MÁS INFORMACIÓN CONSULTAR:
- Rodríguez Canfranc, Pablo, «El robo de Proserpina», 2023.
- Las fatigas de Ceres: Nápoles, 1681.
- Virgilio: Geórgicas, IV