La Abadía de Santa María de Retuerta, conocida como Retuerta Le Domaine, se encuentra en un ancho valle de la ribera izquierda del Duero en el municipio de Sardón de Duero.
San Norberto fundó la orden de los Canónigos Premonstratenses en 1120 en Prémontré, Francia. Las primeras fundaciones en Castilla tuvieron lugar entre mediados del siglo XII y principios del XIII. Estos monasterios eran con frecuencia fundaciones duales. Es decir, instituciones que albergaban comunidades separadas de monjes y monjas, unidas bajo un mismo ideal y una misma autoridad y que compartían la misma iglesia para los oficios litúrgicos.
La mayor parte de las órdenes religiosas y en particular los premostratenses se establecían cerca de los ríos porque el agua era esencial para la vida, como beber, cocinar, limpiar, regar huertos y criar animales. También era necesaria para moler grano en los molinos hidráulicos y, por otra parte, las tierras de Ribera eran muy buenas para el cultivo y la autosuficiencia del monasterio, aunque los premostratenses tenían una función evangelizadora más que agropecuaria. El agua representaba pureza, vida y renovación espiritual; el río evocaba la idea de la vida fluida y contemplativa, en armonía con la naturaleza y Dios.
La orden fundó varias abadías en la península. Se cree que la primera fue el Monasterio de Monte Sacro en unos terrenos donados por Alfonso VII en 1132 a la comunidad premostratense para una fundación bajo la advocación de la Virgen de la Vid en 1152.
El nombre de Retuerta procede del latín Rivula Torta, que traducido quiere decir Ribera Sinuosa por los meandros que hace el Duero por esas tierras. El lugar también era conocido como Fuentes Claras, como aparece citado en algunos documentos.
La abadía de Retuerta está ligada a la familia del conde Ansúrez. Se ha relacionado su fundación con los monjes Sancho Ansúrez y Diego Gómez de Campdespina. Sancho, que fue abad del monasterio, era nieto del conde Ansúrez.
Doña Mayor, hija de Pedro Ansúrez, casada con Martín Alonso, es mencionada en algunas fuentes como la fundadora con su sobrino Sancho del monacato. Otros documentos citan que fue el nieto del conde de Ansúrez, Armengol VI de Urgel, el donante al Cister de unas propiedades conocidas como Fuentes Claras en la ribera del Duero en 1145. Su hermana Estefanía había fundado el monasterio de Santa María de Valbuena en 1143.
El Monasterio de Retuerta se convirtió en la casa madre de la orden en la península. Desde ella y apoyados por la nobleza y la corona, fundaron otros monasterios.
Es decir, al parecer hubo un monasterio durante el reinado de Urraca I hacia 1120 y una iglesia dedicada a San Martín. En 1158 Alfonso VIII y la familia Ansúrez cedieron sus derechos sobre el monacato al abad premostratense. En el año 1173 el papa Alejandro III confirmó los derechos del monasterio a los canónigos premostratenses.
Aunque con algunas diferencias, las estructuras arquitectónicas de los monasterios premostratenses eran similares a las cistercienses.
La Casa de Borgoña en Castilla apoyó a los premostratenses y a las órdenes monásticas durante la Reconquista. Los monasterios eran un instrumento para la repoblación, la organización territorial y la consolidación del poder real. Las abadías actuaban como un centro de cultura y evangelización.
La Abadía de Retuerta está emplazada estratégicamente en una zona rica en caza y cerca de las rutas habituales de la corte. Los reyes de Castilla, incluida la Casa de Trastámara, acostumbraban a hospedarse en monasterios y castillos durante sus desplazamientos. Al ser un monasterio de patronazgo real, la abadía estaba obligada a acoger al monarca y a su séquito. Una práctica común, ya que la Corona no tenía suficientes palacios propios en cada localidad.
En los siglos XV y XVI, la Abadía de Retuerta, como muchos monasterios medievales, experimentó un periodo de adaptación, renovación arquitectónica y de consolidación económica, pasando del estilo gótico al renacentista. En el siglo XV hubo una ampliación de la nave central de la iglesia y se construyó el vestíbulo de entrada al claustro.
En el siglo XVI se edificó el coro alto sobre el último tramo de la nave central. Se llevó a cabo la construcción del segundo piso del claustro y de la escalera para dotarle de una mejor función y con un aspecto más acorde al estilo de la época. En el 1595 se aprovechó el espacio de la panda norte para construir una bodega cubierta con bóveda de cañón. Un hecho de la importancia de su actividad vitivinícola. Se iniciaron las renovaciones de los retablos de la iglesia, adaptándolos a los nuevos gustos renacentistas, aunque las obras más significativas en retablística se levantaron entre los siglos XVII y XVIII.
Después del incendio de 1660 se tuvieron que hacer obras que continuaron en el siglo XVIII. Las bóvedas originales de la sala capitular que se habían derrumbado fueron sustituidas en 1771 por las actuales bóvedas barrocas.
Durante la Guerra de la Independencia, el monasterio fue usado como cuartel o almacén por las tropas francesas que confiscaron provisiones y bienes. Este tipo de ocupación siempre conlleva el expolio de objetos de valor y daños en el edificio.
La inestabilidad política y las medidas liberales introducidas durante el conflicto, como la supresión de órdenes religiosas por José I Bonaparte, aunque no fueron aplicadas, debilitaron la posición económica y social de los monasterios. La comunidad de canónigos premonstratenses de Retuerta logró sobrevivir a la guerra, pero su fin llegó en 1836, con la Desamortización de Mendizábal. Los monjes fueron expulsados y el complejo con sus tierras de cultivo y vinícolas fue confiscado y pasó al Estado para ser subastado y vendido a particulares.
Vista desde el exterior, la Abadía de Santa María de Retuerta corresponde a una edificación del siglo XII, caracterizada por la austeridad y la solidez del cister y de los premonstratenses.
El monacato ha sufrido importantes reformas en los siglos XV, XVII y XVIII que han modificado su aspecto, aunque todavía conservan rasgos originales del románico como la robusta estructura de sus muros levantados con piedra caliza de la zona y exentos de ornamentación.
La iglesia, que data de 1146, conserva un soberbio ábside central con muros de sillería y con dos contrafuertes escalonados que dan lugar a tres calles en las que hay ventanas abocinadas con derrame exterior para la iluminación del templo. Los ventanales tienen unos arcos de medio punto y capiteles de cestas vegetales, menos en uno que tiene animales del bestiario, pero decapitados. Los ábsides laterales son más sencillos. Tienen solo un contrafuerte y ventanas simples.
La estructura arquitectónica de la cabecera es muy llamativa porque los ábsides laterales tienen la misma altura que el central, algo muy poco habitual en las edificaciones cistercienses.
En los muros laterales de la iglesia hay vanos ya de estilo gótico.
Su elemento más llamativo es la espadaña, aunque es un añadido barroco de 1655. Consta de dos cuerpos; el inferior tiene dos huecos para las campanas y el superior uno central. Está rematada por un frontón y decorada con bolas y elementos típicos del barroco.
E . Los absidiolos son más bajos que los ábsides laterales. Durante las sucesivas ampliaciones se cubrió con una bóveda de crucería que descansa sobre arcos y pilares en el cuerpo de la iglesia, similar al resto de los monasterios españoles del Císter, incluyendo el vecino de Valbuena. La austeridad románica implicaba que las puertas fueran sobrias, pero las sucesivas obras han modificado los accesos originales. En la parte sur se abrió una puerta en 1778 que daba acceso a la sacristía. Está rematada con un arco de medio punto con un frontón partido y cruz central, que indica un estilo barroco o neoclásico.
El claustro de la abadía es una de las partes más significativas del conjunto monástico. Su construcción original es del románico tardío, siguiendo a la sobriedad del Cister o premonstratense. Su planta es cuadrada y se articula en torno a un patio central. Las galerías están formadas por arcos de medio punto ligeramente apuntados que descansan sobre columnas sencillas o geminadas. La decoración escultórica de los capiteles muestra cestas vegetales, geométricas y, en menor medida, figurativas. El claustro ha sufrido reformas en los siglos XVII y XVIII.
Alrededor del claustro se distribuyen las dependencias de la vida monástica. Sus bóvedas originales se hundieron y fueron sustituidas por unas barrocas. En el panda este se encuentra la Sala Capitular con ventanas laterales y acceso por una portada central. Es una estancia cuadrada cubierta por bóvedas de crucería que se apoyan en cuatro columnas toscanas del siglo XVIII que sustituyeron a románicas originales. Afortunadamente, se han mantenido las semicolumnas originales adosadas a los muros.
En el lado norte, el claustro conecta con la iglesia y en la galería oeste con las celdas y el refectorio. Esta es una dependencia que se ha conservado relativamente bien del complejo medieval. Es de planta rectangular, alto y espacioso. Se cubre con bóvedas de crucería que emergen de las paredes laterales. El material constructivo alterna la sillería, el ladrillo y la mampostería. En uno de sus muros quedan restos de una pintura de la Última Cena.
La galería sur fue modificada, y el lugar del paseo y solaz de los monjes ha sido reformado y ampliado para dar mayor suntuosidad y elegancia a la actual hospedería.
Los capiteles son parecidos a otros cenobios cistercienses. La mayoría son cestas vegetales con diferentes diseños y calidad del tallaje. Hay uno figurado en el que aparece una cabeza felina de la que salen tallos vegetales.
El claustro conserva la esencia románica de transición, pero con la superposición de estilos debido a las reformas para adaptarlo a la vida monástica a lo largo de los siglos y, más recientemente, a su conversión en hotel.
El conjunto arquitectónico original es un valioso ejemplo del románico cisterciense. La iglesia, con su imponente ábside y su nave principal, refleja la sobriedad y la belleza de su arquitectura, lo mismo que el claustro, a pesar de sus modificaciones posteriores.
Desde sus inicios, los premonstratenses aprovecharon las fértiles riberas del Duero para dedicarse al cultivo de cereales, la ganadería y, de forma destacada, a la vid. Documentos del siglo XVI atestiguan la importancia del viñedo, con una producción considerable de vino que abastecía a otros monasterios. Esta tradición vinícola sentó las bases de lo que hoy es una de las zonas vitivinícolas más prestigiosas de España, la Ribera del Duero.
En 1988, la propiedad fue adquirida por una empresa para recuperar el esplendor y la tradición vinícola de la abadía. En 1996, se construyó una bodega tecnológicamente avanzada. Los viñedos, divididos en 54 «Pagos» o parcelas, han logrado una producción de vinos de alta calidad, reconocidos con su propia Denominación de Origen Protegida.
Hoy la abadía Retuerta LeDomaine tiene una fuerte actividad hotelera. Su restauración recibió el Premio «Europa Nostra de la Unión Europea».
Juan Pisuerga




















PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR:
1-CANAL SANCHEZ-PAJIN, J. Mª. El linaje Gómez y el conde de Candespina. Anuario de Estudios Medievales. 2003
2-ANDRÉS GONZÁLEZ, P. El Monasterio de Santa María de Retuerta. Ed. Edilesa. León 2005
3-ANDRÉS GONZÁLEZ, P. Monasterios premonstratenses en Castilla y León. Las órdenes monacales en Castilla y León. Ed. Edilesa. León
4- HERRERA MARCOS, J. (1997). Arquitectura y simbolismo del románico en Valladolid. Valladolid: Ars Magna. Diputación de Valladolid
5- ANTÓN, F. (1942). Monasterios medievales de la provincia de Valladolid. Ed. Maxtor Valladolid. 1942
6- LÓPEZ DE GUEREÑO SANZ, Mª T. (1997). Monasterios medievales premonstratenses: reinos de Castilla y León. Consejería de Educación y Cultura. Valladolid