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En un cerro arenisco de tierra rojiza, al sur de la provincia de Soria, se encuentra la antigua ciudad de Tiermes, conocida ocasionalmente como Termancia por los eruditos de comienzos del siglo XX.

La raíz celta term está relacionada con el concepto de “aguas calientes”. Tanto esa voz como la ligur borm hacen referencia a Bormanus, dios pagano de los manantiales termales, lo que lo vincula con la comarca de Gormaz. Ambos vocablos coinciden en su significado lingüístico relacionado con las aguas termales.

En esta comarca, los celtas se fusionaron con los íberos. Tiermes se convirtió en un enclave geoestratégico de primer orden durante las guerras celtibéricas. Su núcleo poblacional, junto con Numancia, fue una de las plazas más relevantes de los arévacos en su resistencia frente a Roma.

Tras su conquista en el año 98 a. C., los romanos explotaron los yacimientos de hierro, introdujeron la ganadería ovina y ampliaron la población, que alcanzó el rango de municipium en tiempos del emperador Tiberio. Un periodo de esplendor, reflejado en la construcción de edificios públicos, foros, termas, un teatro y un acueducto para el abastecimiento de agua.

En la actualidad, el yacimiento arqueológico de Tiermes constituye una ventana abierta al pasado. Las excavaciones han revelado una ciudad con calles, casas y escaleras esculpidas en la roca. La peculiaridad de Tiermes radica en su adaptación al terreno rocoso: numerosas estructuras fueron excavadas directamente en la roca arenisca, lo que le ha valido los apelativos de “la Pompeya española” o “la Petra jordana”.

Durante la época visigoda, Tiermes mantuvo su relevancia, como lo demuestran las necrópolis halladas en la zona. No se han encontrado restos arqueológicos que evidencien una presencia musulmana estable; sin embargo, entre los siglos IX y XI, Tiermes y sus alrededores fueron territorio disputado por cristianos y musulmanes.

En el siglo XII, la iglesia de Santa María de Tiermes testimonia la presencia permanente de pobladores cristianos. El templo fue parroquia y, posiblemente, también monasterio. La zona circundante a la ermita alberga una extensa necrópolis medieval, con enterramientos que abarcan desde el siglo XI hasta el XV, lo que confirma la persistencia de una comunidad en el lugar.

Santa María de Tiermes es un notable ejemplo del románico soriano, caracterizado por una arquitectura rural, sólida y sencilla.

Durante las labores de limpieza y eliminación de los enlucidos interiores, realizadas en 1979, se descubrió una puerta en el muro norte con un arco de medio punto, en mal estado de conservación, pero que ha servido para reforzar la hipótesis de su origen monástico.

El templo tiene una sola nave rectangular y un sobrio ábside semicircular con una ventana central. Los muros, de gran grosor, transmiten una sensación de solidez y están construidos con bloques de piedra de sillería de arenisca rojiza, en armonía con el color del paisaje.

Las ventanas son escasas y pequeñas, permitiendo el paso de una luz tenue al interior. Algunos vanos originales fueron cegados y sustituidos posteriormente por otros de factura más moderna.

El elemento más distintivo del edificio es su galería porticada románica, que se adapta a la longitud de la nave. Está formada por cinco arcos en el muro sur y uno en el oriental. La galería servía tanto para proteger la entrada principal como para las reuniones del concejo. El conjunto está formado por arcos dobles de medio punto apoyados en capiteles que descansan sobre columnas geminadas, las cuales se alzan sobre un poyo corrido. Una imposta continua recorre toda la galería, integrando los cimacios de los capiteles.

Los doce capiteles son el elemento más destacado del conjunto. Representan animales del bestiario medieval como grifos emparejados, sirenas y centauros, cestas vegetales, motivos geométricos, escenas de caza, bíblicas y un combate entre caballeros. Sobresale el capitel de la Resurrección, que escenifica una fila de soldados vestidos con cota de malla en postura semigenuflexa. Este relieve constituye la pieza más icónica del templo.

En una hornacina de la galería se conserva una inscripción en latín que se traduce como:

«Dad y se os dará; Domingo Martín me hizo en 1182».

Esta inscripción permite datar con precisión al menos una de las fases principales de construcción de la ermita.

La puerta de acceso al templo está decorada con dos arquivoltas, una de ellas con motivos en punta que descansan sobre un capitel a cada lado. El capitel izquierdo representa el Pecado Original, con un árbol cargado de frutos y la serpiente enroscada en su tronco; un Adán barbado toma el fruto y se cubre el sexo, y Eva oculta sus partes con ambas manos. El capitel derecho ofrece una tosca figuración de Daniel en el foso de los leones.

En las cornisas destacan varios canecillos decorados con motivos variados: máscaras monstruosas, un hombre de largos bigotes tocando el rabel, un tosco acróbata y un personaje sedente con un libro abierto, siguiendo el modelo de San Miguel de San Esteban de Gormaz.

El interior del templo es sencillo. Consta de una única nave rectangular. Los muros son de piedra de sillería y gran espesor, que dan al templo un aspecto robusto. La nave está cubierta por una techumbre de madera que aporta un aire rústico.

El arco triunfal es de medio punto y carece de capiteles ornamentados. El ábside, semicircular, refuerza la sobriedad del conjunto.

A partir del siglo XV, la ciudad quedó definitivamente despoblada. En el siglo XVI, Santa María de Tiermes se transformó en ermita.

Juan Pisuerga.

 

 

PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR:

  1. Argente Oliver, José Luis (1992). Tiermes. Guía del yacimiento y museo. Asociación de Amigos del Museo de Tiermes.
  2. Martínez Caballero, S. (2009). Guía para visitar Tiermes. Asociación de Amigos del Museo de Tiermes.
  3. Álvaro de Figueroa y Torres (1910). Las ruinas de Tiermes: apuntes arqueológicos descriptivos.