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Yanguas se sitúa en la comarca más septentrional de la provincia de Soria, en la orilla izquierda del río Cidacos. Se ha dicho que su nombre proviene del latín ianua, que significa “puerta” o “paso”. Si se suprime de Yanguas la letra g, se forma el vocablo Iauna. Algunos artículos lo relacionan con Jano, el dios romano de dos caras, de las puertas, de los comienzos y los finales. En el escudo de la villa figuran dos puertas como símbolo de su origen.

Los pelendones fueron un pueblo étnico que habitó estas tierras en poblados fortificados. Se dedicaban principalmente a la ganadería y a la agricultura. Protegidos por la orografía de su territorio, resistieron a Roma durante más de cien años antes de ser finalmente sometidos.

Roma construyó una calzada que atravesaba Yanguas y conectaba Calagurris con Numancia.

Los visigodos dominaron la península ibérica desde el siglo V hasta comienzos del VIII. Por su ubicación, Yanguas permaneció relativamente alejada del control del reino de Toledo.

Tras la caída del reino visigodo, los árabes ocuparon gran parte de Hispania, aunque Yanguas quedó en una posición retirada y de difícil acceso.

La comarca fue reconquistada en el siglo X por Alfonso III de León y Sancho Garcés I de Pamplona, convirtiéndose en una zona fronteriza bajo control alternante de árabes, muladíes y cristianos.

Una vez consolidada la conquista cristiana, el señorío de Yanguas fue concedido a la dinastía Jimena de Pamplona. Sus primeros señores fueron don Pedro y don Diego Jiménez, descendientes de la realeza pamplonesa.

El lugar pasó de forma definitiva al Reino de Castilla en el siglo XII. Alfonso VII, en 1142, ordenó repoblar la comarca, tarea que continuaron sus descendientes.

La vinculación de Yanguas con el Señorío de Cameros alteró la tranquilidad de la zona. Se produjeron conflictos territoriales entre las casas de Haro, Lara y la Corona.

En 1347, Alfonso XI separó Yanguas del Señorío de Cameros y, en recompensa por su fidelidad, otorgó a los yangüeses el privilegio de no pagar portazgos al entrar en las ciudades castellanas. Este beneficio les permitió trasladar mercancías a otros pueblos y, amparados por su ubicación en el valle del Cidacos, por la Mesta y por su riqueza ganadera, la villa experimentó un notable crecimiento económico. Muchos de sus habitantes se distinguieron como arrieros, hasta el punto de que el propio Cervantes los menciona en El Quijote.

A finales del siglo XIV o comienzos del XV, el señorío de Yanguas pasó a la familia Arellano, volviendo a depender del señorío de Cameros. Este título había sido concedido en el siglo IX, según la tradición, por el rey Ramiro I a un noble llamado Pedro Fernández después de la mítica batalla de Clavijo. La leyenda cuenta que el monarca otorgó el “Señorío de Tejada, sito en la sierra de Cameros”, a Fernández “por combatir con una rama de tejo al perder su lanza”. Está documentado que Enrique II de Castilla entregó el señorío de Yanguas en 1375 a don Juan Ramírez de Arellano, señor de Cameros. Sus descendientes, don Carlos y doña Juana de Zúñiga, condes de Aguilar de Inestrillas, mantuvieron el señorío. Se cree que fue Carlos Ramírez de Arellano quien mandó construir el castillo de Yanguas.

Entre los siglos XVI y XVIII, Yanguas continuó prosperando gracias a la ganadería, la artesanía y la arriería.

Durante la Guerra de la Independencia, los habitantes de Yanguas y de las localidades vecinas formaron una brigada guerrillera. Conocedores del terreno, realizaban emboscadas y ataques sorpresa contra las tropas francesas. En 1810, los franceses tomaron Yanguas, derrotaron a los guerrilleros e incendiaron el pueblo y su castillo, que resultó gravemente dañado.

Hasta el siglo XIX fue una villa señorial. La decadencia del comercio y el progresivo abandono del medio rural provocaron una profunda crisis, de la que hoy parece recuperarse gracias al turismo.

La economía de Yanguas, basada en la ganadería y en la lana, dejó de ser competitiva. Los montes del entorno fueron deforestados, aunque desde mediados del siglo XX se van recuperando.

El puente de Santa María, utilizado durante siglos para cruzar el río con los rebaños, constituye un elemento histórico destacado. Por su estructura y la forma de su mampostería, se cree que fue levantado entre los siglos XII y XIII, aunque sus cimientos podrían ser de origen romano.

Yanguas se asienta sobre un cerro y su urbanización tiene forma triangular, adecuada para la construcción de una cerca o muralla destinada al cobro de impuestos y aranceles.

La muralla urbana cuenta con dos puertas: la del Río y la de la Villa. La puerta del Río, edificada a finales del siglo XII o principios del XIII, es de mampostería y posee un arco de medio punto. Por ella pagaban portazgo los comerciantes y merinos. En la zona norte se encuentra la “Puerta de la Villa”, por donde salía el ganado hacia la dehesa para reunirse con los rebaños de la Mesta durante la trashumancia.

Hoy, Yanguas conserva una arquitectura popular de notable uniformidad. Las casas, construidas en piedra mediante sillarejo, mampostería y entramados de madera y tapial, son de dos pisos y están orientadas al sur. Al estar asentada sobre la ladera de una colina, sus calles tienen una cierta pendiente, por lo que la planta baja de las viviendas suele mostrar desnivel y por ello se destinaban a huertas, cuadras y bodegas, mientras que la superior alberga las estancias habitables. Se conservan varios edificios solariegos blasonados, como el Palacio de los Cereceda y la casa de la familia de Rodrigo de Velasco, entre otras notables construcciones.

De la antigua cerca solo se conservan dos puertas y un muro de mampostería de piedra irregular con una hornacina rematada en forma de concha.

La torre de San Miguel es hoy el símbolo más representativo de Yanguas. Está situada a unos 800 metros del pueblo, hacia el norte. Un camino de suave pendiente conduce desde la villa a la alta y esbelta torre, que se alza de forma sobresaliente en un paraje espectacular. Es una atalaya de base cuadrada, construida con gruesos muros de sillarejo reforzados en los ángulos con piedra de sillería.

La torre está cubierta por un tejado piramidal y tiene en la cornisa sencillos canecillos. En cada lado del piso superior aparecen ventanas geminadas con arcos de medio punto y una única columna central o parteluz que se apoya en capiteles decorados con bolas, salvo en el lado este, donde se observan pequeñas hojas vegetales. En el piso inferior se abren amplios huecos coronados por arcos de medio punto con ligera tendencia a la herradura, destinados a albergar campanas. En la planta baja se conserva una puerta de acceso con arco de medio punto que dicen que conduciría al templo; aún pueden apreciarse restos del muro de la iglesia. No existen escaleras ni peldaños que comuniquen con las plantas superiores.

La torre formó parte de un conjunto monástico que, según Camporredondo, se mantenía en pie en 1804, aunque probablemente fue abandonado o derrumbado antes, ya que no figura en el censo del marqués de la Ensenada de 1750.

En el interior del lado este, ocupando dos sillares contiguos, se encuentra una inscripción en latín que se traduce como “Miguel Mártir, año 1184”, correspondiente al año 1146 de la era cristiana.

La torre cumplió diversas funciones como llamar a los feligreses a la oración, como vigía de la calzada y del acceso a la villa, y posiblemente también tuvo un papel defensivo, ya que conserva un estrecho hueco en el primer piso que recuerda una saetera.
Su arquitectura responde al estilo románico lombardo, probablemente influido por su cercanía con Aragón.

Actualmente presenta un buen estado de conservación y es la única construcción de este tipo que se conserva en tierras sorianas.

Juan Pisuerga

PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR:

  1. Camporredondo, las tierras altas sorianas.
  2. Antonio Ruiz, Yanguas, astur y templaria.
  3. Toledo Toledo, Historia de la villa y tierra de Yanguas.
  4. I. Esteban, Fuentes de Yanguas.