Enero es el primer mes del año gregoriano. Es en este mes cuando la Tierra se encuentra más cerca del Sol, hecho que ocurre entre los días 2 y 5. Sin embargo, en el hemisferio norte, la inclinación del eje terrestre hace que los rayos solares lleguen de manera más oblicua y lejana. Esto reduce la energía solar recibida, lo que resulta en temperaturas más frías y días más cortos.
Enero no siempre fue el primer mes del año. El primitivo calendario romano, de origen mesopotámico, tenía solo diez meses y 304 días, pues el invierno no se contabilizaba. El año comenzaba en marzo, en honor a Marte, el dios de la guerra, ya que era el mes en que iniciaban las campañas militares con la llegada de la primavera. La historia o leyenda cuenta que fue Numa Pompilio, sucesor de Rómulo, el fundador de Roma, quien reformó el calendario añadiendo los meses de Ianuarius y Februarius para ajustarlo al ciclo solar.
En sus primeras versiones, enero tenía 29 días. Con la reforma de Julio César y la instauración del calendario juliano, el mes pasó a tener 31 días. Tanto el calendario juliano como el gregoriano fortalecieron la asociación simbólica del mes con el dios de las dos caras, Jano, quien tiene la capacidad de observar el pasado y proyectar el futuro.
El mes de enero tiene una fuerte carga simbólica relacionada con la dualidad y la reflexión, debido en gran parte a la figura de Jano, el dios romano que le da nombre. Enero marca el inicio de un nuevo año, un momento ideal para reflexionar sobre lo que ha pasado y planificar lo que vendrá.
En las fuentes mitológicas, el origen de Jano es incierto, a pesar de ser considerado una deidad primordial. Se especula que es un dios autóctono de Roma, lo que implica que no tuvo padres divinos griegos como otras deidades. Otras versiones lo asocian con Saturno a su llegada al Lacio. No obstante, las fuentes sobre su genealogía son ambiguas.
En la simbología romana, Jano era el dios que regía los umbrales, puertas y pasajes. Su figura de dos rostros, uno mirando al pasado y otro al futuro, lo convierte en un símbolo perfecto del cambio de año. Es un dios ideal para iniciar el año, y su representación más distintiva es la imagen de una persona mayor que reflexiona sobre el pasado y la de un joven que se prepara para el futuro.
En los primeros días del mes, se realizaban ofrendas a Jano para pedir protección y buena fortuna durante el año. Jano simbolizaba el buen cambio de año.
En resumen, Jano es el dios de las decisiones, de lo antiguo y lo nuevo, y de la unión entre opuestos. Como guardián de puertas y entradas, protegía los espacios de tránsito que conectan dos realidades o estados diferentes. Jano es la representación del flujo del tiempo, destacando que el pasado influye en el futuro y que las decisiones tomadas en un momento dado tienen efectos duraderos.
Juan Pisuerga
PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR:
- Virgilio, La Eneida. Colección Austral, 1958.
- Georges Dumézil, La religión romana arcaica.
- Mary Beard y John North, Las religiones romanas.
- Richard Gordon, artículos sobre simbología romana.
- Enciclopedias de mitología romana y clásica, como Larousse.