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La Orden del Templo de Salomón tuvo un comienzo informal en 1118, cuando un grupo de nueve caballeros franceses, liderados por Hugo de Payns, se asentó en Jerusalén con la misión de proteger a los peregrinos cristianos.

La Iglesia Católica los reconoció oficialmente en el Concilio de Troyes en 1129, donde se aprobaron sus estatutos y se les otorgó el prestigioso título de «La caballería de Dios».

La Orden creció con rapidez. Nobles, condes y caballeros se sumaron a sus filas. Su distintivo era un manto blanco adornado con una cruz roja en el pecho. Durante las cruzadas, se convirtieron en temidas unidades militares, formadas por hombres valientes, bien entrenados y equipados con sólidas armaduras. Su participación en los combates les granjeó fama y fortuna. Al establecerse en Tierra Santa, comenzaron a recibir numerosas donaciones de tierras, castillos, caseríos y fincas de labor. La primera y más significativa, por su peso político, fue la del propio maestre del Temple, quien en 1198 entregó todas sus posesiones. Le siguieron innumerables concesiones por Europa, destacando las de Castilla y Portugal, reinos entonces bajo el dominio de la casa de Borgoña.

En poco tiempo, amasaron una inmensa riqueza, transformándose en una poderosa fuerza militar, política y económica que se extendió por todo el continente. Actuaban como un reino o feudo imponente e influyente. Su fortuna les permitió erigir fortificaciones y castillos para controlar vías de comunicación.

La Orden comenzó a prestar dinero con intereses a reinos y condados, convirtiéndose, en cierto modo, en el primer banco mundial. A partir de entonces, las habladurías no tardaron en aparecer. Se rumoraba que la Orden había descubierto y se había apropiado del tesoro del rey Salomón. La envidia y las sospechas de brujería comenzaron a extenderse.

Los templarios empezaron a financiar estudios en busca de conocimiento. Circulaba el rumor de que habían contactado en Oriente con cabalistas y con eruditos de religiones dualistas. Se difundió la idea de que los templarios estaban influenciados por la Cábala y que su búsqueda del Santo Grial se relacionaba con la búsqueda de la sabiduría divina. Se propagó que tanto templarios como cabalistas anhelaban desentrañar los misterios del universo y la naturaleza de Dios mediante una interpretación mística y alegórica de la Torá.

En Europa se difundió la idea de que los templarios, como los cabalistas, buscaban un conocimiento oculto y sagrado de los textos bíblicos, intentando descifrar misterios a través de métodos esotéricos. Efectivamente, la Cábala no se limita a una lectura literal de los textos sagrados, sino que persigue un significado más profundo y simbólico.

Se propagó la imagen de que los templarios mantenían una sabiduría secreta, transmitida de generación en generación para descifrar las relaciones entre Dios y el ser humano mediante diagramas llamados «Árboles de la vida». Un conjunto de signos y metáforas para expresar ideas abstractas y complejas; y que, para lograrlo, practicaban técnicas de meditación que les permitían alcanzar estados superiores de conciencia. En otras palabras, se les atribuía brujería. A pesar de todas las teorías, no existen documentos que demuestren un vínculo real entre los templarios y la Cábala.

En 1243 nació Jacques de Molay, el último Gran Maestre de la Orden del Temple. Una leyenda cuenta que, durante una de sus paradas en el Camino de Santiago de Compostela, donó su espada al castillo templario de Ponferrada.

El rey de Francia, Felipe IV, solicitó préstamos al Temple creyendo que podía hacerlo sin límite y sin necesidad de devolverlos. Sin embargo, los templarios, como buenos administradores, esperaban el reembolso más los intereses. Este hecho marcó el principio del fin de la Orden. Felipe IV decidió, en lugar de pagar su deuda, aprovechar los rumores de brujería buscando el apoyo del Papa Clemente V para acusar a los templarios de herejía y sodomía y hacerse con sus riquezas.

En 1307, la Orden del Temple fue disuelta por el rey francés. Muchos templarios fueron arrestados y otros huyeron a otros países, como a los reinos de Aragón y Castilla. En Francia, las torturas comenzaron de inmediato, buscando confesiones falsas para vincularlos con el diablo.

De Molay fue destituido de su cargo por el Papa, encarcelado y sometido a torturas para que confesara los crímenes que se le imputaban. Al año, el rey francés ordenó intensificar las torturas a los templarios. Para detener el insoportable sufrimiento, los prisioneros confesaban crímenes que nunca habían cometido.

Después de siete años de torturas, el consejo cardenalicio sentenció al maestre y a otros caballeros a morir quemados vivos.

Las piras se prepararon para que las víctimas murieran rápidamente, excepto la de De Molay, diseñada para que el maestre se quemara lentamente y confesara su culpabilidad.

De Molay fue quemado vivo en 1314 frente a la catedral de Notre Dame de París. Sus últimas palabras hicieron que el rey lamentara no haber acelerado su ejecución. El Gran Maestre, mientras las llamas lo consumían, alzó su voz profunda por encima del clamor de la multitud. Sin quejarse del dolor, se retractó públicamente de todas las acusaciones, proclamando su inocencia y la de su Orden. Luego, lanzó una maldición a los culpables, emplazándolos ante el tribunal de Dios en el plazo de un año y un día. Predijo en voz alta que el Papa Clemente V y Felipe IV morirían antes de un año, y pronosticó que la línea de sucesión de Felipe IV no reinaría en Francia. El primero en morir antes del año fue el Papa. Poco después, Felipe IV falleció de un derrame cerebral. La muerte también alcanzó a sus hijos y nietos. Catorce años después de la muerte de De Molay, la dinastía de los Capeto, que había reinado en Francia durante 300 años, se extinguió.

La historia del último Gran Maestre y su maldición conmocionó las cortes europeas y sus gobernantes no querían relacionarse con la «familia real maldita».

La muerte de Jacques de Molay y la disolución de la Orden del Temple marcaron un punto de inflexión en la historia medieval. La figura del Maestre, como mártir y víctima de una injusticia, ha contribuido a forjar un aura de misterio. Leyenda o realidad, la maldición se cumplió y se convirtió en una de las historias más fascinantes y sombrías de la Edad Media.

En septiembre de 2001, Bárbara Frale, una paleógrafa italiana, descubrió en los Archivos Secretos Vaticanos un sorprendente documento conocido como el Pergamino de Chinon. En él se afirma que, en 1308, el Papa Clemente V absolvió a Jacques De Molay y al resto de los caballeros templarios de los cargos presentados. Sin embargo, este documento nunca vio la luz pública. De hecho, seis años después del descubrimiento, el Vaticano lo publicó en una edición limitada de 800 ejemplares, sin que los medios de comunicación ni las revistas profesionales o académicas informaran al respecto.

Juan Pisuerga

 

PARA MÁS INFORMACIÓN SE PUEDE CONSULTAR A:

  1. Dos Santos, Marcelo Claudio. Jacques de Molay, el último gran maestre templario. Aguilar, Madrid.
  2. Druon, Maurice. Los reyes malditos. Javier Vergara Editor, 1965.
  3. «Siete siglos de fascinación templaria». ABC. 8 de abril de 2012.
  4. «El aura esotérica del Temple». El Mundo. 25 de noviembre de 2016.
  5. Upton-Ward, J. M. El código templario.

«Pergamino de Chinon: absolución del papa Clemente V para los jefes de la orden templaria». Archivo Apos