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LOS HIJOS REBELDES

Almanzor, conocido en los condados y reinos cristianos como un sádico, empleaba el terror para intimidar a sus enemigos como una herramienta de guerra. No solo vencía, sino que humillaba al vencido, devastando ciudades, capturando rehenes y asesinando a sus rivales.

Tras las cruciales victorias militares del año 981 en Simancas, Tordesillas y, sobre todo, en Torrevicente, el panorama político de Córdoba dio un giro. El Amirí asumió plenamente las funciones del califa, convirtiéndose en el dueño indiscutible de al-Ándalus.

En el 982, mientras Almanzor amenazaba Pamplona, Sancho Garcés II optó por la negociación. Entregó a su hija Urraca al Amirí, conocida en Córdoba como Abda la Vascona. Un año después, ella le dio un hijo, Abderramán Sanchuelo, un nombre peyorativo que significaba «Sancho el insignificante». Este pacto, sin embargo, salvó a los territorios pamploneses de ser devastados por los cordobeses durante seis años. Aunque muchos historiadores creen que Abda se convirtió al islam, otros afirman que murió en un convento navarro.

Los años 988 y 989 trajeron serios desafíos para Almanzor. La península sufrió una grave sequía con escasez de alimentos, lo que le obligó a tomar duras y muy impopulares medidas sociales.

En el 989, estalló una rebelión con la participación del gobernador de Zaragoza y Abdalá, el hijo de Almanzor, resentido por la evidente preferencia de su padre hacia su hermano Abd el Malic. Abdalá se estableció en Zaragoza junto a Abderramán Abd Mutarrif. Ambos conspiraron para derrocar a Almanzor y repartirse al-Ándalus: Abdalá se quedaría con Córdoba y Mutarrif con la Marca Superior. Buscaron apoyo entre las casas árabes de la capital califal, ya muy agitada por el escandaloso comportamiento de Almanzor con la madre del califa. Solo el valí omeya de Toledo se unió a ellos. El complot llegó a oídos de Almanzor, quien decidió desmantelarlo con astucia. Convocó a su hijo Abdalá a Córdoba, ofreciéndole un cargo de confianza. Al cadí de Toledo lo apartó de la ciudad y, una vez fuera, lo destituyó y encarceló. Almanzor emprendió una nueva campaña por tierras castellanas. Mandó al gobernador de la Marca Superior que se le uniera con su ejército en Guadalajara. En el punto de encuentro, los hombres denunciaron al gobernador de Zaragoza. Almanzor le retiró la gobernación de la Marca, lo detuvo y ordenó su ejecución en el palacio de Medina Azahara, en presencia del califa y del propio Almanzor.

En junio del 990, mientras las tropas cordobesas asediaban la fortaleza de San Esteban de Gormaz, Abdalá vio la oportunidad de huir a tierras castellanas. Pidió refugio al conde García Fernández, quien lo acogió. Almanzor exigió su entrega, pero García se negó. Al mes siguiente, el Amirí comunicó al conde castellano que devastaría el condado si no se lo devolvían. García volvió a negarse y Almanzor lanzó una incursión brutal, conquistando Osma, Alcubillas y arrasando todas las tierras y villas que encontraba. Los ataques surtieron efecto y García Fernández llamó a los emisarios de Almanzor: entregaría a su hijo bajo dos condiciones: que Abdalá se mantuviera con vida y que firmaran una tregua de dos años. Así se pactó, pero el jefe del destacamento que trasladaba a Abdalá a Córdoba, al llegar a los límites del condado, le cortó la cabeza.

La muerte de su hijo fue un duro golpe para Almanzor. Sin embargo, el Amirí hizo correr el rumor de que Abdalá no era su hijo de sangre. La madre de Abdalá, su esclava, ya estaba embarazada cuando la compró. Además, ejecutó a quienes, por orden suya, habían decapitado a su hijo.

En el 991, el Amirí inició una nueva campaña por Nájera y las riberas del Ebro. Sancho Garcés II se desplazó a Córdoba para solicitar una tregua. Allí conoció a su nieto Sanchuelo. Según las crónicas árabes, Sancho Garcés II se arrodilló y besó las manos de Almanzor, quien exigió como prueba de vasallaje la permanencia en Córdoba de Gonzalo Sánchez, el segundo heredero del reino pamplonés.

En el año 991, el conde de Castilla ofreció a su hija Elvira García como esposa al rey Bermudo II, quien había repudiado a su mujer Velasquita por consanguinidad. La boda tuvo lugar en la primavera de 992. García Fernández se convirtió en tío y yerno del rey.

En el 991, el heredero castellano se trasladó a Córdoba para entrevistarse con Almanzor y planear una rebelión contra su propio padre. Esta actitud puede explicarse por sus desmedidas ambiciones. Sancho quería suceder a su padre prematuramente, aprovechándose de la debilidad política y militar que el condado sufría debido a los implacables ataques de Almanzor. Algunos historiadores sugieren que fue una consecuencia directa de la boda, pues el heredero creía que su padre entregaría gran parte del condado como dote al rey. Sea cual fuere la razón, estableció un peligroso vínculo con Almanzor, que se mantuvo operativo durante la vida de ambos.

Pérez de Urbel señala que Castilla, debido a los ataques de Almanzor, estaba perdiendo habitantes. Según el benedictino, se formaron dos facciones en el condado: el partido de la guerra, liderado por García Fernández, que abogaba por una resistencia a ultranza en la frontera castellana para proteger sus territorios y colonos; y el partido de la paz, encabezado por su hijo Sancho y respaldado por algunos nobles que buscaban un acuerdo con Córdoba para ceder parte de sus territorios y castillos fronterizos a los musulmanes a cambio de detener los devastadores ataques, pero no puede ser así porque en 991 había una tregua militar entre Almanzor y García Fernández.

Sancho regresó en el 993 con el condado dividido entre los leales al conde García y los partidarios del heredero. La rebelión se volvió preocupante cuando las tropas andalusíes, en el 994, atacaron las plazas de San Esteban de Gormaz y Clunia, aprovechándose de la enemistad entre el conde y su hijo.

En el año 994, García Fernández resultó herido en un desafortunado choque, entre Langa y San Esteban, sin que se sepa si fue accidental o fruto de una emboscada. A pesar de los cuidados, murió en Medinaceli. Almanzor ordenó que su cuerpo fuera trasladado a Córdoba, donde se lo entregó a los cristianos cordobeses para que le dieran sepultura. A García Fernández le sucedió su hijo Sancho García.

Juan Pisuerga

PARA MÁS INFORMACIÓN

  1. Álvarez de Eulate, José María. Historia económica del condado de Castilla. Valladolid, 1994.
  2. Martínez Díez, Gonzalo (2005). El Condado de Castilla: la historia frente a la leyenda. Valladolid.
  3. Pastor Díaz de Garayo, Ernesto. Castilla: poblamiento, poder político y estructura social. Valladolid, 1996.
  4. Pérez de Urbel, Justo (1945). Historia del Condado de Castilla. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
  5. Pérez de Urbel, Justo (1969). El Condado de Castilla. Los 300 años en que se hizo Castilla. Madrid: Siglo Ilustrado.