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Abu Amir Muhammad, conocido entre los cristianos por su crueldad, dejó una huella imborrable. Se hizo llamar Almanzor, que significa “el que recibe la victoria de Dios”.

Para afianzar su poder en Córdoba, formó un gran ejército. Expulsó a los mercenarios eslavos y los reemplazó por bereberes leales, dispersando a los clanes tribales, que eran una fuente de conflictos.

Como un gran estratega, sus campañas estaban bien estudiadas y planificadas al detalle. El caudillo cordobés aprovechó sus éxitos para ganar partidarios y asegurar sus victorias, atrayendo a condes y nobles cristianos e incitándolos a la discordia entre sus linajes.

Llevaba a cabo sus ataques a reinos y condados cristianos para asegurar las fronteras y sobre todo para obtener botín y rehenes que exhibía en Córdoba. Los cronistas árabes dan testimonio de las riquezas obtenidas y de la multitud de cautivos que vendió como esclavos.

Cuando Bermudo II subió al trono en el año 985, las rebeliones internas dificultaron su reinado, obligándolo a pactar con Almanzor, quien dejó un ejército en León. En el año 987, Bermudo expulsó a los cordobeses de León, a lo que el caudillo reaccionó destruyendo Coímbra y León. Bermudo tuvo que huir a Lugo.

El conde castellano García Fernández le hizo frente hasta su muerte en el año 994. En el año 996, los musulmanes conquistaron San Esteban de Gormaz y Clunia; un año después, Astorga. Almanzor recibió el vasallaje de los condados de Tierra de Campos y de los gallegos del sur.

Almanzor proyectó la campaña contra Santiago en el año 997 para aumentar su poder y dejar una huella de destrucción en una tierra sagrada para los cristianos. Necesitaba una maniobra de distracción por los problemas internos que tenía con su imposición al califa y la expulsión de Córdoba de Subh, su amante y madre del califa.

En el noroeste peninsular se encontraba Santiago de Compostela, la sede cristiana más importante del oeste europeo. Allí estaba enterrado Jacobo, el apóstol amigo de Jesús, que había venido a Hispania a predicar su doctrina. Cuando el apóstol regresó a Palestina, fue condenado a muerte y decapitado. Sus amigos trajeron sus restos a la península para enterrarlos en la Finis Terra, donde había predicado. Todos los musulmanes conocían la tradición jacobea como fuente de peregrinación y fortaleza moral para los cristianos, pero ninguno había tenido el proyecto de atacarla. El momento fue bien elegido, ya que Bermudo II había dejado de pagar impuestos a Córdoba y se negaba a rendir vasallaje al musulmán.

El conocimiento de los árabes sobre el apóstol Santiago era superficial, pero eran conscientes de la importancia que tenía para los cristianos. Para los cordobeses, la plaza de Sant Yaqub era el lugar que albergaba la tumba objeto de las peregrinaciones.

Almanzor salió de Córdoba el 3 de julio del año 997 acompañado por su caballería y sus dos hijos. Las tropas de infantería e intendencia fueron en embarcaciones hasta Oporto y, río arriba por el Duero, llegaron a Viseu, donde se unieron a Almanzor. A esa villa llegaron condes cristianos descontentos con Bermudo. Almanzor atravesó el Miño por Tuy, saqueando iglesias y monasterios a su paso. En Iria Flavia devastó un santuario dedicado al apóstol.

Cuando los cordobeses entraron en Santiago, la encontraron vacía. Derribaron las murallas y se dedicaron durante una semana al saqueo: destruyeron palacios, edificios, iglesias y monasterios. Los soldados se apoderaron de sedas, brocados de oro, paños finos y piedras preciosas.

Para dejar un gesto emblemático y engrandecer su nombre en el mundo musulmán, Almanzor dio de beber agua a su caballo en una pila bautismal. No hay documentos que confirmen este hecho, por lo que es probable que sea una leyenda.

Las campanas fueron arrancadas de las torres de la iglesia prerrománica y los prisioneros cristianos fueron obligados a cargarlas hasta Córdoba, donde fueron fundidas y utilizadas como lámparas para la mezquita. Las campanas que llamaban a la oración a los cristianos en la iglesia del apóstol iban a alumbrar la mezquita más grande de Occidente. Lo mismo sucedió con la madera de las puertas, que se empleó para el artesonado.

El sepulcro fue respetado. Una crónica árabe relata la presencia de un monje anciano que custodiaba la tumba. “¿Por qué estás aquí?”, le preguntó el chambelán. “Para honrar a Santiago”, respondió el guardián sin sombra de pánico. Sus palabras y la santidad de su misión le salvaron la vida, y el chambelán dio la orden de que lo dejaran tranquilo. El hecho tiene un gran significado religioso: el Corán prohíbe el asesinato de sacerdotes. Es probable que sea una leyenda o que Almanzor respetara a Santiago como discípulo de Jesús, uno de los profetas del islam enviado por Dios.

La victoria y el saqueo de Santiago de Compostela, centro de la cristiandad y lugar de coronación del rey de León, fue celebrado por todo el mundo islámico. Almanzor, por su parte, aseguraba su legitimidad política y su derecho a gobernar, ya que nadie había defendido el islam como él.

El Amerí despidió a sus aliados cristianos tras entregarles el botín pactado de oro, plata, telas, brocados y vestidos y regresó a Córdoba victorioso y cargado de botín.

En el año 1000, Almanzor necesitaba dinero para pagar a su ejército, que había aumentado en 20.000 hombres. Atacó Castilla para intentar obtener un buen botín. El conde castellano Sancho García reunió a su ejército, al que se unieron el conde de Saldaña y los reyes de Navarra y León. El contingente aliado se situó en una sólida posición defensiva, probablemente en el desfiladero de Yecla. Almanzor se sorprendió al ver al numeroso ejército cristiano y su ventajosa posición.

A la mañana siguiente, los aliados lanzaron un ataque inesperado. Almanzor, viendo que iba a perder, recurrió a una estratagema teatral que le dio la victoria. Ordenó trasladar parte del campamento a un cerro cercano y visible, y mandó que lanzaran saludos y vítores. Los cristianos, creyendo que eran refuerzos, ordenaron la retirada, que se convirtió en una desbandada. La caballería islámica se encargó de acabar con el enemigo.

Para Almanzor, atacar símbolos religiosos era golpear el corazón espiritual de la cristiandad. La destrucción de monasterios e iglesias buscaba aterrorizar a la población y demostrar la supremacía del poder musulmán.

En el año 1002, Almanzor se preparó para atacar y destruir el monasterio de San Millán de la Cogolla. Desde Toledo, arrasó tierras, aldeas y villas hasta alcanzar el monasterio que estaba en poder del rey de Navarra. San Millán era para castellanos y navarros lo mismo que Santiago para gallegos, astures y leoneses. Aunque el monasterio sufrió graves daños, su importancia simbólica y cultural persistió y fue reconstruido. Almanzor consideró la campaña victoriosa, pero tuvo que retirarse al sentirse herido y se hizo llevar en litera.

Es de suponer que el conde Sancho García y sus hombres trataran de estorbar la retirada de un ejército cuyo caudillo estaba herido. Entre San Millán y Medinaceli, es posible que Almanzor empeorara y se detuviera en Calatañazor, pero esto no está confirmado.

La batalla de Calatañazor se considera un mito por la ausencia de documentos fiables. El cronista de la leyenda relata un mítico ataque: “Un enorme ejército cristiano sorprendió a Abu Amir acampado cerca del castillo llamado de las Azores o de las Águilas”, donde Almanzor fue derrotado con grandes pérdidas. Durante el ataque, el caudillo fue herido, pero continuó la guerra y devastó el territorio hasta que sus heridas se complicaron. Tuvo que ser transportado en una litera para que sus hombres no lo vieran y no decayera la moral. El cronista ilustra el texto con un extraño personaje, que identifica como un pescador, que lloraba gimiendo, a veces en árabe, otras en lengua romance, diciendo: “En Calatañazor perdió Almanzor el tambor”. Para el cronista, este espejismo era el diablo que lloraba la caída de los moros. Lo cierto es que hay pocos documentos de esta batalla, y los que se han encontrado son apócrifos.

En otro relato más verosímil, se dice que huestes musulmanas diezmadas y fatigadas se instalaron en Calatañazor, una villa amurallada en lo alto de un cerro. Almanzor ordenó encender hogueras con poco fuego y mucho humo, dejando material inútil a la vista de los vigías. Al amanecer, cuando el conde ordenó el ataque, el castillo estaba vacío. Los cordobeses habían desaparecido, dejando solo tiendas de campaña y armas inservibles, hogueras humeantes y objetos sin valor.

Fuentes musulmanas que describen las campañas de Almanzor no hacen referencia a un enfrentamiento en Calatañazor. Los cronistas musulmanes dicen que murió a causa de un ataque de gota, enfermedad que padecía desde hacía muchos años.

La batalla de Calatañazor es un mito que intenta atribuir un final vulnerable al caudillo musulmán más temido e imbatible de su tiempo. Almanzor murió en Medinaceli la noche del 11 de agosto de 1002.

Juan Pisuerga

PARA MÁS INFORMACIÓN:

  • Bariani, L. (1996): “De las relaciones entre Subh y Muhammad ibn Abi.
  • Carballeira Debasa, A. M. (2007): Galicia y los gallegos en las fuentes árabes medievales. Santiago de Compostela.
  • Puente, C. de la (1999): “La yihad en el califato omeya de al-Ándalus”. Aguilar de Campoo (Palencia).
  • Puente, C. de la (2001): “La campaña de Santiago de Compostela”.
  • Gonzalo Martínez Díez (2005): El condado de Castilla, 711–1038: La historia frente a la leyenda.
  • Juan Castellanos Gómez (2001): «La batalla de Calatañazor: mito y realidad». Revista de historia militar.