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 SUBH, LA ESCLAVA SULTANA

Al-Hakam, hijo de Abderramán III, ascendió al califato en el año 961. Era un hombre corpulento, pelirrojo, de nariz aguileña y ojos negros, con piernas cortas y brazos largos, y una voz fuerte, casi estentórea. Fue un califa inteligente, ilustrado, sensible y piadoso; un gobernante de gran cultura y un insigne bibliógrafo. Su califato fue pacífico y próspero, y Córdoba alcanzó su apogeo cultural.

Subh llegó a Córdoba como cautiva siendo una niña. Nacida en el País Vasco, fue vendida como esclava para el harén del califa. Aunque su nombre era Aurora, en Córdoba se la conocía como Subh, la vascona. Se educó en escuelas mahometanas, instruyéndose en leyes islámicas. Aprendió canto, poesía y cuentos tradicionales, logrando una gran formación intelectual y artística. Era inteligente, cantaba con una voz muy dulce y recitaba poesías con extrema sensibilidad. Su misión era entretener a los hombres con sus cantos, cuentos y con conversaciones interesantes. En Al-Ándalus, solo las mujeres de más alto rango y las esclavas cultas tenían acceso a tales oportunidades. Vivió en el momento más brillante del califato cordobés. Su figura era la de una mujer espléndida: rubia de largos cabellos y muy hermosa, el tipo de mujer preferido por los árabes. Por ello, llamó la atención de Alhakén II, quien la convirtió en su favorita. El califa la llamaba Jafar, un nombre ambiguo. En el 962 tuvieron su primogénito, Abderramán, y en el 965, su segundo hijo, Hixem. Gracias a estos nacimientos, el califa la colmó de regalos, pasando de esclava a madre del heredero. Como parte del harén, la libertad de Subh era muy limitada, pero el califa le permitía moverse libremente por el palacio. En Córdoba corría el rumor de que al-Hakam era homosexual y que, por ello, solo mantenía relaciones sexuales con Subh, de quien se decía que solía vestirse como un efebo para complacer al califa.

En el año 967, Subh, sin administrador, solicitó al chambelán uno para gestionar sus bienes y los de los herederos. El chambelán Al-Mushafi designó a Abu Amir, un joven árabe yemení que trabajaba en las oficinas del cadí de Córdoba.

La cercanía, la juventud y la relación entre Subh y Abu Amir los llevaron a convertirse en amantes. Siendo Subh una mujer cultivada, inteligente y activa, Almanzor supo que ella sería su principal apoyo y, con su ayuda, inició una rápida carrera política, amasando una considerable fortuna. Gracias a Subh, el Amerí consiguió en el 967 el cargo de supervisor de la Ceca, en el 969 el de cadí de Sevilla, y en el 970 obtuvo el título de administrador de la casa del príncipe heredero Abderramán, quien falleció en ese mismo año.

En el norte de África comenzó una sublevación, y Córdoba envió al Amirí para organizar el traslado de las tropas. Sobornó a los jefes locales y forjó amistad con el general Galib.

El califa murió en el año 976. Unos meses antes, había intentado asegurar el trono de su hijo, pidiendo a cortesanos y administradores un juramento de fidelidad. Tras la muerte del califa, los esclavones vieron la oportunidad de mejorar su posición social, destituyendo al chambelán y proponiendo al hermano de al-Hakam como califa temporal hasta que Hixem alcanzara la mayoría de edad. Ni Subh ni el chambelán aceptaron la idea. Abu Amir, con sus tropas, entró en el palacio y ahorcó al tío del califa delante de su familia.

Al-Mushafi, los notables del palacio y la junta islámica consintieron que Hixem, aun siendo menor de edad, fuera califa.

Subh llegó a dominar la vida cortesana gracias a su gran influencia política. Demostró que una mujer podía gobernar con la misma eficacia que un hombre en el islam medieval, dirigiendo prácticamente el gobierno de Córdoba.

Con el califa niño, Abu Amir puso en marcha un ambicioso plan: primero, formaría un ejército profesional de mercenarios fieles y bien pagados. Segundo, con la ayuda de Subh, eliminaría de los puestos importantes a los omeyas y a los personajes notables del califato. Y tercero, aislaría al heredero y lo pondría bajo su custodia.

Al-Mushafi cometió el error político de no responder a las incursiones cristianas en la Marca Media, proponiendo solo medidas defensivas que no gustaron ni a Subh ni a los jueces islámicos. Almanzor, sin embargo, planteó una respuesta militar y en el año 978 prometió a Subh que triunfaría la ley islámica en la península.

Almanzor se unió a Galib, y los éxitos militares de ambos aumentaron su poder, mermando la autoridad del chambelán. El Amerí, a instancias de Subh, fue nombrado visir de palacio y, con el creciente prestigio y el respaldo de la madre del califa, obtuvo el puesto de prefecto de Córdoba. El califa otorgó a Galib el título de segundo chambelán.

Al-Mushafi propuso a Galib que se casara con su hija. Cuando Subh tuvo noticia de este movimiento político, pidió a su hijo que impidiera el enlace y que fuera el Amirí quien se casara con ella. En el año 979, Almanzor tomó como esposa a la hija de Galib. Al-Mushafi fue detenido y encarcelado con sus hijos y esposas, y sus bienes confiscados.

Subh se las ingenió para que Almanzor obtuviera el título de segundo chambelán. En los años siguientes, Almanzor dirigió varias razias, hostigando y venciendo a los cristianos del norte en operaciones militares anuales.

Desde que Almanzor fue nombrado chambelán, los cargos más importantes de la administración de Al-Ándalus fueron para sus familiares y personas de su confianza. Construyó para Hixem un palacio llamado Medina Alzahira, que rodeó de cuarteles bereberes. Ocultó bajo una corte majestuosa al califa y a su madre para que no fueran vistos por el pueblo, y continuó como protector de Hixem.

El creciente aislamiento del califa no le gustaba a Galib, pero ambos permanecieron unidos durante algunas campañas militares. Una guerra de odio estalló entre Galib y Almanzor. La batalla final tuvo lugar en Torrevicente en 981. Galib, a sus 80 años, murió de muerte natural durante el combate. Almanzor adoptó el nombre de «Victorioso de Dios».

Subh, que creía haber encontrado un buen protector para su hijo, se dio cuenta de que Almanzor era el dueño de Córdoba. Eliminados sus rivales políticos, impuso una división de poderes: el califa detentaba el poder religioso, pero Almanzor tenía el poder civil y militar. Se produjo un rechazo en los sectores legitimistas, que conspiraron para restablecer el poder del califa. Almanzor hizo frente a la sublevación, matando a muchos cortesanos notables y expulsando a los omeyas de Córdoba.

Almanzor, consciente de la falta de legitimidad y de la fragilidad jurídica de su cargo, decidió reforzar su poder modificando las leyes. En 991, ordenó a Hixem que nombrara chambelán y caíd a su primogénito Abd el Malik. En el 992 publicó una ley por la que los documentos oficiales tenían que llevar su sello en lugar del califal y ordenó que su nombre se mencionara después del de Hixem en las oraciones de las mezquitas.

Veinte años después de que Hixem fuera califa, Subh se dio cuenta de que Abu Amir había suplantado a su hijo. Intentó formar un grupo cortesano opositor a Almanzor, pero el caudillo reaccionó pregonando en la corte y en el pueblo que Hixem era un musulmán débil y corrupto, y que solo podía desempeñar un cargo nominal. Almanzor le había obligado a firmar un documento ante notario donde le delegaba todos sus poderes temporales para dar paso a una nueva dinastía; el califa mantendría el poder religioso, pero le entregaba el poder civil y militar.

En el año 996 se produjo la ruptura entre Subh y Almanzor.

La madre del califa, con algunos esclavones leales, intentó sacar dinero de Córdoba para financiar una revuelta en el Magreb. La estrategia de Subh no dio resultado. Almanzor, enterado del complot por sus espías, ordenó a su hijo Abd al-Malik que trasladara el tesoro real a Medina Alzahira. Subh fue retenida en el harén y mostrada públicamente en Córdoba como una mujer más del cortejo presidido por Almanzor, su hijo Abd al-Malik y el califa Hixem.

Almanzor quería mostrar la imagen de Subh sometida, despojada y postergada públicamente para proclamar su poder. La esclava vascona, esposa y madre del califa, falleció en el 998. Fue enterrada en el Alcázar de Córdoba. Los cronistas musulmanes cuentan que Almanzor caminó descalzo junto a su féretro y depositó una limosna de quinientos mil dinares ante su tumba.

En el 1002, el dueño de la Córdoba califal falleció en Medinaceli.

Juan Pisuerga

PARA MÁS INFORMACIÓN:

  1. Caparrós Sánchez, Nicolás (2002). El califa sin nombre. Crónicas de Almanzor. Editorial Biblioteca Nueva.
  2. Marín, Manuela (1997). “Una vida de mujer: Subh. Madrid: Editorial Occidente Islámico.
  3. Martínez Enamorado, Virgilio (2001). Almanzor y su época: Al Andalus. Editorial Sarriá.
  4. Dozy, Reinhart (2004). Historia de los musulmanes de España. Turner.
  5. Suárez Fernández, Luis (1976). Historia de la España antigua y media. Madrid: Ediciones Rialp.
  6. Menéndez Pidal, R. (1974). Historia de España. Espasa Calpe.