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LA CRISIS POLÍTICA EN EL REINO DE LEÓN.

Corría el año 909 cuando Alfonso el Magno fue informado de una conspiración en la que participaban su esposa, Jimena, y sus tres hijos. El motivo no está claro, pero García estaba apoyado por su suegro, Munio Núñez II, quien en aquel momento era conde de Castilla. El rey apresó a su hijo, pero fue obligado a abdicar en pocos meses y a repartir el reino entre sus herederos. León le correspondió a García, Galicia a Ordoño y Asturias a Fruela. El primero tendría una posición hegemónica respecto a los otros dos.

El rey Magno murió en Zamora en el año 910. Ese año, García I entró en León y allí estableció su corte. Durante su reinado, mantuvo relaciones conflictivas con sus hermanos Ordoño y Fruela, que no quisieron rendirle vasallaje.

Después de una reyerta de García contra los Banu-Casi, fue herido y murió en Zamora en el año 914 sin descendencia. Heredó el trono su hermano Ordoño II, que unió al reino de León el de Galicia, previa consulta con los nobles y condes gallegos. Consolidado en el trono en el año 915, emprendió una expedición por Mérida y Évora. Consiguió un buen botín y el pago de tributos, que donó para levantar la catedral de León.

Ordoño II de León falleció de muerte natural en el año 924. Le sucedió su hermano Fruela II, quien como rey de Asturias había fijado su sede en Oviedo. Estaba casado con Nunila Jimena, con quien tuvo a Alfonso Froilán, y en segundas nupcias se casó con Urraca, hija de Muhammad Ibn Lope, valí de Tudela del linaje Banu Casi, con quien tuvo a Ordoño y Ramiro Froilán. Su muerte, provocada por la lepra, abrió una crisis sucesoria. Su hijo Alfonso Froilán, llamado «el Jorobado», se proclamó rey de León con el apoyo de condes y nobles asturianos y de sus medio hermanos Ordoño y Ramiro.

Alfonso Froilán fue rey de León desde la muerte de su padre hasta mediados del año 925, cuando fue expulsado del trono por sus primos. Los hijos de Ordoño II tenían los derechos sucesorios y el respaldo de nobles y de condes leoneses, gallegos, castellanos y portugueses, así como del reino de Pamplona. Alfonso Froilán y sus hermanos se retiraron a la franja norte, donde reinaron sobre Asturias y Liébana.

Aprovechando la situación en León, Sancho Garcés I se apoderó de La Rioja. Una acción política muy crispante para alaveses y castellanos que, sin embargo, no influyó en la alianza entre Pamplona y León.

En el año 924 fallecieron Ordoño II de León y en el 925 Sancho Garcés I, dejando este último como heredero a un menor de edad: su hijo García Sánchez I, a cargo primero de su hermano y después de su viuda, la reina Toda.

Ordoño II, siguiendo la costumbre de la época, dejó Galicia a su primogénito Sancho Ordóñez, que gobernó el reino gallego desde 924 hasta su muerte en 929. A su segundo hijo, Alfonso, le entregó el reino de León. Fue coronado en el año 926 con el nombre de Alfonso IV. Cuando murió su hermano mayor, Sancho Ordóñez, sumó de nuevo al reino leonés el de Galicia. Su tercer hijo, Ramiro, heredó como rey Zamora y las tierras entre el Miño y el Mondego, donde fue enviado de adolescente para instruirse y educarse con Diego Fernández y su mujer, una poderosa familia que vivía en el valle del Mondego. Ramiro se ganó en pocos años la confianza de vasallos, nobles y magnates, formando a su alrededor un grupo de fieles seguidores. Desde joven demostró personalidad, aplomo y decisión. Sus tutores, Bermudo Ordóñez y Diego Fernández, murieron en el 928, pero desde el año 926 ya estaba a cargo de la comarca y con sus tropas había conquistado Viseu y Coímbra, plazas a las que hizo centros de fuerte actividad económica y social. Llevó la frontera suroccidental hasta el Tajo e hizo de Zamora su capital político-administrativa.

En junio de 931, murió Onneca, la mujer de Alfonso IV. El rey entró en tal depresión que decidió hacerse monje e ingresar en el monasterio de Sahagún. Llamó a su hermano Ramiro para abdicar en su nombre. Ramiro se coronó en León en el 931. Al año siguiente se trasladó a Zamora con objeto de armar un gran ejército para socorrer a Toledo, que le había pedido ayuda ante el acoso de Abderramán III. Sin embargo, por entonces Alfonso IV ya se había arrepentido de su renuncia al reino y en la primavera del año 932 estalló una guerra dinástica. Alfonso IV reunió un ejército con tropas de nobles castellanos, asturianos y leoneses a las que se unieron las huestes de la poderosa familia Ansúrez. El contingente se encaminó a León, pero Ramiro II congregó un ejército con condes y nobles gallegos, leoneses, alaveses y castellanos. El ejército de Ramiro derrotó al de su hermano. Sus primos de Asturias, con Alfonso Froilán a la cabeza, creyendo que el rey estaba en una situación precaria, intentaron derrotarle, pero Ramiro era un hombre muy enérgico, fuerte y activo, y contaba con el apoyo de Fernán González y de los pamploneses. Capturó a sus primos, los cegó y los confinó en un monasterio junto con su hermano Alfonso IV.

Una vez asentado en el trono, Ramiro prosiguió la expansión del reino hacia el sur. Aprovechando que Toledo le había pedido ayuda, en el 932, con la ayuda de Fernán González conquistó la fortaleza de Margeri, pero solo pudo hacer una razia porque Abderramán entraba en Toledo y era muy peligroso conservar esa plaza.

Ramiro II se casó a los 25 años con su prima Adosinda Gutiérrez, con quien tuvo un hijo, que reinará como Ordoño III, y a Teresa Ramírez, que será la segunda mujer de García Sánchez I de Pamplona. Adosinda fue repudiada por consanguinidad y Ramiro contrajo un segundo matrimonio en el 933 con Urraca Sánchez, hija de Sancho Garcés y de la reina Toda, con quien tuvo a Sancho I de León y a Elvira Ramírez, que profesó muy joven.

Abderramán III en 934 quiso atacar de nuevo a Castilla, pero el valí de Zaragoza se negó a participar. El califa hizo una campaña por la Marca Superior. Fue sometiendo las fortalezas que encontraba a su paso. Conquistada Sagurasa y se encaminó a Pamplona. En Calahorra le llegaron mensajeros de la reina Toda para solicitar una entrevista entre abuela y nieto. La respuesta de al-Násir fue que la reina y el heredero y su hijo se presentaran en su campamento. Quería conocerla y proponer las condiciones del vasallaje. Toda aceptó la invitación y visitó el campamento musulmán acompañada de su hijo, con regalos para el califa. Toda, una excelente diplomática, expuso sus peticiones para rendirle vasallaje: el califa tendría que abandonar sus tierras y reconocer a su hijo como rey de Pamplona. Por su parte, los pamploneses dejarían de hostigar a los musulmanes; liberarían a sus prisioneros y abrirían paso al ejército musulmán para que dirigiera sus tropas por Álava a Castilla. El pacto se llevó a cabo. La reina regente rindió al califa los honores del vasallaje y el ejército del califa se puso en marcha por Álava hasta Burgos, donde mataron a 200 monjes del monasterio de Cardeña.

Ramiro, por su parte, había conquistado la fortaleza de Osma y esperó allí al ejército musulmán. Después de la masacre de Burgos, los islamitas partieron hacia Córdoba cargados de botín, pero hostigados por los castellanos de Fernán González. Ramiro les esperaba en Osma y los musulmanes se encontraron de repente ante el ejército de Ramiro y en su retaguardia con el de Fernán González. Los cordobeses, fatigados y cansados de la larga campaña, fueron derrotados. El califa consideró culpable del desastre de Osma al valí de Saragusa.

En el año 935, Ramiro y García Sánchez I se dirigieron con sus ejércitos a Zaragoza para ayudar al valí, que había prestado vasallaje al leonés poniendo a su disposición tierras y castillos. El rey asturiano reforzó las fortalezas con guarniciones y regresó a León.

En abril del 936, Pamplona volvió a pactar una tregua con Córdoba. Se comprometía a no apoyar al gobernador rebelde de Saragusa.  La alianza se rompió en el año 937 mediante un nuevo pacto entre leoneses y pamploneses con los Tuyiby que irritó mucho al califa, que consideraba Saragusa una plaza estratégica de primer orden. El califa mandó a un ejército que asoló el llano pamplonés y el valle del río Aragón. Conquistó Calatayud y los castillos de alrededor.

Ramiro II ha dejado una importante huella en la historia de España. Reformó la administración para dar estabilidad al reino y aumentar su autoridad. Ordenó la construcción de varias fortalezas para defender las fronteras. Expandió y amplió la influencia del reino, asegurando su defensa y la protección de sus territorios, y llevó a cabo numerosas campañas militares por Castilla, Galicia y Extremadura. Las conquistas territoriales contribuyeron a fortalecer su poder militar y político.

Ramiro II fue un ferviente defensor de la fe cristiana. Promovió la construcción de iglesias y monasterios y fomento el desarrollo espiritual. En el año 950, hizo una última campaña militar, venciendo a un ejército califal en Talavera de la Reina.

En el año 951, en la iglesia de San Salvador de Palat, donde profesaba su hija doña Elvira Ramírez, y en presencia de los nobles palatinos, se quitó los vestidos, vertió ceniza sobre su cabeza, hizo una penitencia pública y renunció al trono en favor de su hijo Ordoño III.

Juan Pisuerga

 

 

 

PARA MÁS INFORMACIÓN

  1. Ricardo Chao Prieto. «La bandera medieval del reino de León», Banderas, n.º 98, Sociedad Española de Vexilología.
  2. José Luis Martín. «Plena y baja Edad Media. La gran expansión cristiana del s. XIII» (2004). Historia de España. Espasa Calpe.
  3. Pascual Martínez Sopena. «Los protagonistas. Reyes, hombres y tierras» (2010). Reino de León. Edilesa.
  4. Galisteo, Roger (2013). Entre Castilla y Catalunya. Tirant lo Blanch.
  5. Menéndez Pidal, R. Historia de España. Espasa Calpe S.A.
  6. Rodríguez Fernández,  Ramiro II, rey de León. Burgos: La Olmeda. 
  7. Martinez Díaz. Gonzalo (2005). El Condado de Castilla. Valladolid: Junta de Castilla y León.