LA REINA TODA
Una gran mujer: Política, inteligente y diplomática.
Corría el año 851 cuando murió Íñigo Arista. Su primogénito, García Íñiguez, tomó el gobierno de la comarca pamplonesa, aunque ya lo regentaba desde que su padre quedó paralítico.
García Íñiguez se había instruido en Córdoba, pero cuando llegó a Pamplona, tuvo que apoyar a su tío Musa Ibn Musa, que se había sublevado contra Abderramán II. El emir derrotó a ambos de forma rotunda.
En el año 859, García Íñiguez fue apresado por un contingente vikingo, que había desembarcado en la costa oriental del Cantábrico y alcanzado Pamplona. Pidió ayuda a Musa, pero este se limitó a conquistar varias fortalezas pamplonesas. García, ayudado por León, tuvo que pagar un rescate de 70.000 monedas de oro. Una vez libre, abandonó la alianza con los Banu Casi y se apoyó en Ordoño I. De hecho, la unión de los dos ejércitos derrotó a los muladíes de Musa Ibn Musa en la batalla de Albelda en el año 860.
En contrapartida, Mohamed invadió la Marca Superior y capturó al heredero pamplonés, Fortún Garcés, que estuvo retenido junto con su hija Onneca en Córdoba durante veinte años.
En el año 870 murió García Íñiguez y, como el heredero pamplonés Fortún estaba retenido en Córdoba, se puso al frente de la comarca García Jiménez, un noble local casado con Íñiga Rebelle, señora de Sangüesa, con la que tuvo dos hijos. Se volvió a casar con la hija de Ramón, el autoritario conde de Pallars. De esta segunda unión nacieron: Sancho Garcés, Jimeno Garcés y Jimena Garcés. La influencia del poderoso conde de Pallars hizo que García Jiménez retirara como herederos a los hijos de su primer matrimonio.
En el año 878, Fortún Garcés y su hija Onneca regresaron a Pamplona. Onneca había tenido un niño con el hijo del emir, al que pusieron el nombre de su abuelo, Mohamed. Onneca tuvo que dejarlo en Córdoba.
En la comarca pamplonesa, Onneca contrajo un matrimonio cristiano con su primo, el conde aragonés Aznar Sánchez de Larraún, un miembro de los llamados príncipes cristianos. De este matrimonio nacieron un niño, Sancho Arnáez, y dos hijas, Toda y Sancha.
Los veinte años de cautiverio habían dejado en Fortún una huella imborrable. Había vivido un mundo con un pensamiento diferente al de la comarca pamplonesa. A Pamplona regresó un hombre mayor que no se integró en un mundo menos universal que el de Córdoba. Fortún pasaba largas temporadas en el monasterio de Leyre, rezando sin preocuparse demasiado del gobierno. Se ganó muchos detractores por su forma de gobernar y por su apoyo a los muladíes.
A principios del siglo X aparece en la historia Toda Aznar, hija del conde Aznar de Larraún y de Onneca, conocida como Toda de Pamplona. Una mujer extraordinaria que se convertiría en el eje de la política peninsular. Era nieta de Fortún Garcés, el heredero de la comarca pamplonesa. Toda se casó con Sancho Garcés y su hermana Sancha, con Jimeno Garcés. Sancho Garcés era un noble del Pirineo suroccidental del linaje Jimena, un hombre respetado y admirado por su arrojo y valentía. Estos matrimonios unieron las dos grandes familias pamplonesas: los Íñiguez y los Jimeno.
Toda aprovechó la oportunidad que le dio su abuelo, muy despegado del gobierno y cansado de intrigas y política palatina, para promocionar a su marido y convertirle en el primer rey de Pamplona. Fortún, con setenta años, se retiró al monasterio de Leyre, donde moriría veinte años después, siendo recordado como Fortún el Monje.
En el año 905, con el apoyo militar y político de Alfonso III y de la nobleza pamplonesa, Sancho Garcés entró como rey de Pamplona. El ideario político de Sancho Garcés estaba en consonancia con las ideas expansionistas territoriales de la nobleza pamplonesa.
Toda acompañó a su marido en muchas campañas militares y dirigió las tareas políticas y diplomáticas del reino. Su influencia en la corte era enorme y su fama se extendió más allá de sus fronteras. Por su actuación diplomática, los territorios alaveses y riojanos fueron entregados en el 923 a su hijo, todavía niño, García Sánchez, como reino de Nájera. Los castellanos se sintieron traicionados porque habían defendido sus fronteras y ahora el territorio pasaba a manos pamplonesas.
En el año 924, murió el rey Ordoño II de León y heredó el trono su hermano Fruela, que falleció un año después. Los derechos al reino tuvieron varios pretendientes, pero alcanzó el trono el hijo de Ordoño II y de Elvira Menéndez, conocido como Alfonso IV, que reinó hasta el año 931. Estaba casado con la hija de Sancho Garcés y Toda, llamada Onneca, como sus abuelas.
En el 925 murió Sancho Garcés. Le sucedió su hijo García Sánchez I, un niño de seis años, que fue tutelado primero por su tío Íñigo Garcés y luego por su madre, la reina Toda, que, además de regentar el reino, se hizo cargo de la educación e instrucción de su hijo.
En el año 934, Abderramán se puso en marcha con un gran ejército para atacar el reino de Pamplona. El carácter de la reina Toda salvó la situación. Su talento y pragmatismo fueron definitivos para detener al califa. Mandó emisarios a los cordobeses para recordar al califa que era su abuela. Abderramán, en respuesta, impuso que la reina y su hijo se presentaran en el campamento musulmán. Toda llegó con su séquito a Calahorra y Abderramán la recibió con altos honores. La reina le rindió vasallaje y ambos sellaron un tratado de no agresión y de colaboración. Abderramán invistió a García Sánchez I como rey de Pamplona y, a cambio, obtuvo la liberación de prisioneros, la promesa de que los pamploneses no hostigarían las plazas de la Marca Superior y el compromiso de romper relaciones con León. Después de este tratado, las tropas musulmanas entraron por Álava y Castilla, asolando lo que encontraban a su paso y, en Burgos, en el monasterio de Cardeña, mataron a 200 monjes.
La sumisión y los pactos solo duraron tres años. Abderramán mandó una nueva campaña por la Marca Superior que devastó y asoló tierras pamplonesas y muladíes, y conquistó las plazas de Zaragoza y Tafalla, en manos de los Banu Casi.
La reina Toda tuvo con Sancho siete hijos con los que formó una red de alianzas matrimoniales que aumentó la influencia de Pamplona en la política peninsular:
García, su único hijo varón y heredero del reino, se casó con Andregoto Galíndez en el 938. Fue repudiada; se desposó en el 943 en segundas nupcias con Teresa Ramírez de León, hija de Ramiro II.
Onneca de Pamplona se casó con Alfonso IV de León en el año 923, pero murió en el 931.
Urraca de Pamplona se desposó con Ramiro II en el año 932.
Sancha de Pamplona, que siendo una adolescente se había casado con Ordoño II, contrajo en 923 segundas nupcias con Álvaro Herraméliz y en terceras en 935 con Fernán González.
Velasquita de Pamplona estuvo casada con el conde Munio Vélez; en segundas con Galindo de Ribagorza y en terceras con Fortún Galíndez.
Órbita de Pamplona se casó con al-Tawil, gobernador de Huesca.
Toda siempre apoyó a su familia. La alianza entre Pamplona y León estaba garantizada y su descendencia comprometida. La reina, en su momento, conspiró a favor de los derechos de su nieto Sancho el Craso, hijo de Ramiro II y de su hija Urraca, al trono de León.
En el 956, su nieto Sancho el Craso fue coronado rey de León y dos años después destronado por su extrema gordura y por no respetar las treguas que Ordoño III había pactado con Córdoba. El califa mandó un ejército en el 957 que venció a Sancho, lo que aumentó su desprestigio y su derrocamiento. Se refugió en la corte de Pamplona con su abuela, ya muy entrada en años. Con el arrojo y la valentía que la caracterizaban, se puso en contacto con el califa por medio del judío Abu Hasday. Ajustó con el califa el precio por solucionar la salud de su nieto y las pretensiones territoriales de Córdoba.
En el año 958, Toda, acompañada por Sancho y su mujer Teresa Ansúrez, se trasladó a Córdoba, donde fueron recibidos por el califa en el lujoso palacio de Medina Azahara. El califa pidió, a cambio de su ayuda, diez plazas fuertes en la ribera del Duero y garantizó que, además de curarle de su obesidad, le ayudaría a conseguir el trono leonés. Solucionada la enfermedad de su nieto, Toda y Sancho emprendieron el camino de regreso. La anciana reina ordenó a sus pamploneses atacar las tierras castellanas como distracción, mientras Sancho, acompañado por un ejército cordobés, llegaba a León y se alzaba de nuevo con la corona.
Toda, a su regreso de Córdoba, murió a los ochenta y dos años. Fue enterrada en un sencillo sarcófago de piedra en el monasterio de San Millán de Suso.
Juan Pisuerga.
PARA MÁS INFORMACIÓN
- Ibn Hayyan (1981). Crónica del califa Abderramán III. Zaragoza: Anubar.
- Martínez Díez, Gonzalo (2005). El Condado de Castilla. Universidad de Valladolid.
- Rodríguez Fernández, Justiniano (1998). Ramiro II, rey de León. Burgos: La Olmeda.
- Lacarra de Miguel, José María (1972). Historia política del Reino de Navarra. Pamplona: Caja de Ahorros de Navarra.
- Menéndez Pidal. Ramón Ricardo. Historia de España. Espasa Calpe. 1974.
- Valdeón Baruque. Julio, Historia de Castilla. Universidad de Valladolid.