LA BATALLA DE CASTROMOROS
Ordoño II, segundo hijo de Alfonso III, llegó al trono después de la muerte de su hermano García, que murió sin herederos. Fue aclamado como rey de León en el año 914 por obispos, nobles y vasallos. El reino estaba pacificado y las fronteras bien defendidas por los condes leoneses, castellanos y gallegos. El nuevo reino de Pamplona protegía la frontera oriental.
El nuevo rey continuó con la política de su padre y de su hermano. En el año 915, emprendió una campaña por el suroeste peninsular, alcanzando la marca sur del emirato. Al año siguiente, montó otra cabalgada por Mérida y el valle del Guadiana con verdadero éxito. Derrotó y devastó el sureste de la península y consiguió un buen botín y el pago de tributos que entregó a la Iglesia para construir una catedral en León.
En el año 912, Abderramán III había sucedido a su abuelo en Córdoba. El emirato estaba a punto de disolverse por las disputas dinásticas. Su poder alcanzaba poco más que los arrabales de la ciudad. Muchas familias mozárabes se desplazaron a los reinos del norte. La administración de Córdoba había perdido prestigio y el ejército estaba a punto de disolverse por falta de pago. A estas circunstancias había que sumar la rebelión de los muladíes: Ibn Hafsun en el sureste peninsular, Ibn Marwan «el gallego” en el suroeste y los siempre inquietos Banu Qasi en la Marca Superior. Por otra parte, los reinos del norte se habían expandido hasta el Duero y en el norte de África se había instalado la dinastía fatimí, imponiendo la religión chií, rival religioso de Córdoba.
Abderramán, un hombre recto, con gran personalidad y muy religioso, se propuso recuperar el prestigio de Córdoba, pese a que al-Ándalus estaba en manos de grupos rebeldes que se habían hecho fuertes en provincias.
El emir reunió en torno a su persona una hueste con pocos efectivos, pero muy motivados, muy influida por la personalidad, la rectitud y la religiosidad del emir. Puso en marcha pequeñas campañas militares, imponiéndose a los señoríos semiindependientes. Cuando estuvo mejor preparado, derrotó a un ejército de bereberes en el Campo de Calatrava. Conquistó y derribó las murallas de Écija, Elvira, Jaén y Granada y derrotó a Ibn Hafsun.
En pocos años extendió sus acciones al norte de África, donde se apoderó de las plazas costeras de Tánger, Ceuta y Melilla. Varios jefes locales se declararon vasallos de Córdoba. Poco a poco fue ganando prestigio y poder. Otorgaba perdón a aquellos que se doblegaban sin resistencia, pero era implacable contra los insumisos.
En el año 916, Ordoño II y Sancho Garcés I habían formalizado un pacto junto con los condes Gonzalo Téllez y Fernando Díaz para conquistar varias plazas y fortalezas de los Banu Casi en la Marca Superior. Los muladíes pidieron socorro al emir.
Abderramán, cuando recuperó su prestigio, quiso castigar a León. Quería dar un escarmiento a los cristianos para reivindicarse ante sus súbditos como un poderoso emir. Mandó formar un ejército, incluyendo norteafricanos, al mando de un militar prestigioso: Huli Abulhasan.
La campaña tendría que atacar al condado castellano de León, que se estaba expandiendo mucho. En el 917, el contingente salió de Córdoba y en el camino fue saqueando e incendiando campos, talando árboles, destruyendo edificios y apropiándose de cosechas y ganado. Llegaron a Castromoros a principios de julio. La plaza fue escogida porque era un punto central y vital en la frontera y el Duero y fácil de vadear por ese tramo.
Los musulmanes fijaron su campamento militar extramuros de las murallas, en la explanada al oeste y norte de la villa, por donde era más fácil montar las máquinas de guerra y el acceso al castillo, dejando a su derecha el Duero donde implantaron sus tiendas. Por el este y el sur, los escarpados hacían imposible la conquista del castillo.
Los islamitas no habían contado con la iniciativa del contingente cristiano. Ordoño conocía por sus informadores los preparativos de la campaña. Los vigías le informaron del número de guerreros del ejército. La población local le señaló por dónde podía atravesar el río sin peligro.
Al amanecer del día siguiente, sin darles tiempo para descansar ni reponerse, los ejércitos de Ordoño y Sancho Garcés aparecieron de improviso sobre el campamento y cayeron súbitamente contra los islamistas, a los que no dio tiempo a organizar sus filas. Las tropas cristianas sorprendieron al ejército musulmán. La batalla fue cruenta y sangrienta y tiñó de rojo sangre el cauce del Duero. Hubo miles de bajas en ambos lados, entre las de Hulit Abulhabat, el jefe musulmán. Los leoneses obtuvieron una victoria decisiva, infligiendo un duro golpe al ejército musulmán.
La batalla de Castromoros es uno de los hitos de la historia medieval española. El ejército invasor se retiró completamente desbaratado. Se detuvo en Medinaceli para poder encontrar ayuda si los ejércitos cristianos optaban por perseguirle.
Ordoño mandó que la cabeza de Hulit Abulhabat colgara en la puerta sur de la muralla junto con la de un jabalí.
El Emirato de Córdoba quedó unos años debilitado, consolidó el liderazgo de Ordoño II y reforzó la moral del ejército cristiano.
Juan Pisuerga
PARA MÁS INFORMACIÓN
- Vallvé, Joaquín (2003). Abderramán. Ariel.
- Menéndez Pidal, R. Historia de España. 1974.
- Pérez de Urbel, fray Justo. El condado de Castilla.
- Martínez Díaz. Historia del condado de Castilla.