LAS BATALLAS DE POLVOROSA Y VALDEMORA.
Alfonso III asumió el trono en el año 866. A pesar de las dificultades iniciales, logró expandir su reino hasta el Duero y transformó el mapa político de la península gracias a sus victorias contra Córdoba.
Alfonso y sus condes habían ocupado la meseta septentrional, pero las conquistas no bastaban. Era crucial consolidar las posiciones ganadas en una tierra despoblada y expuesta a las aceifas, los bereberes y los bandidos. El rey entendía que, para defender los territorios, lo importante no eran solo los puestos avanzados con torres defensivas y fuertes murallas, sino pueblos con una población estable y un ejército listo para trabajar y apoyar la tierra. Como se necesitaba una política de repoblación, los colonos que se asentaron quedaron exentos de impuestos. Los campos de la meseta norte empezaron a desbrozarse y se impulsaron los asentamientos. La tierra era para el colono que la consiguiera mediante una presura, que la trabajara y supiera defenderla.
Se levantaron monasterios e iglesias, y a su alrededor surgieron núcleos de población que se llenaron de mozárabes andalusíes, montañeses astures, vascones y cántabros.
Una vez consolidada su labor repobladora, Alfonso empezó a fomentar los mercados, impulsando la actividad económica. El reino pasó de una economía tradicional agraria y ganadera a una comercial, gracias a la confianza y la paz.
En el año 878, Alfonso conquistó León y la convirtió en la nueva capital del reino. Años después, hizo lo mismo con Astorga y Zamora.
Para frenar al rey leonés, el emir organizó una gran operación militar. Quería derrotar a los cristianos del norte, tomar la iniciativa y conquistar los importantes enclaves de León y Astorga. Necesitaba debilitar las fuerzas del rey asturleonés, derrotando a sus aliados, los muladíes Banu-Casi. En el 878, puso un poderoso ejército al mando de su hijo Mundhir. La campaña fue planeada por el emir y sus consejeros. Debía comenzar en primavera y, sobre todo, los ejércitos debían estar coordinados, ya que actuarían en distintos escenarios.
Córdoba formó tres ejércitos que envió por tres rutas diferentes: uno por el oeste, que debía conquistar Coímbra y luego avanzar hasta León; otro por el este, para someter a los Banu-Casi; y un tercero por el sur, que desde Toledo alcanzaría las tierras leonesas.
Alfonso, bien informado por sus confidentes, siempre supo cómo actuar. Calculó los movimientos del enemigo y decidió enfrentarlos por separado.
Ordenó al conde gallego Hermenegildo detener a los islamistas en Coímbra. El ejército cordobés del oeste avanzaba devastando la comarca lusitana. Sitió Coímbra, pero se encontró con la decidida defensa del conde gallego. Este había destruido en una emboscada la caravana de suministros en el bosque de la Serranía de Freixosa. Sorprendió a las tropas cordobesas de retaguardia con ataques relámpagos y rápidas retiradas. En la fortaleza de Coímbra, los sitiados hacían salidas inesperadas. El ejército islamista del oeste, muy debilitado, tuvo que levantar el sitio y regresar a Córdoba tras sufrir considerables pérdidas.
El ejército del este debía vencer a los Banu-Casi y convencerlos de unirse contra León. Para enfrentarse a los muladíes de la Marca Superior, al-Mundhir creyó que el contingente cordobés era suficiente. No contó con la ayuda que recibieron los Banu Casi de los hombres de Álava y Castilla. Al adelantar la fecha de la campaña, no pudo incorporar a los hombres de la Marca Media, que estaban en plena cosecha. La incursión contra la Marca Superior no dio los resultados esperados. Las tropas de al-Mundhir devastaron los campos muladíes, pero no lograron conquistar ninguna plaza defendida por los hijos de Musa. Sin vencer a los muladíes, el príncipe se dirigió a León por el valle del Ebro.
El contingente principal islamita, el más numeroso, había salido de Toledo. Al estar lejos de León, no apostaron vigías ni centinelas en vanguardia, un error. Alfonso, bien informado por sus agentes, conocía perfectamente el camino que seguían los cordobeses, sus fuerzas y su disposición táctica. El Rey Magno supo calibrar las fuerzas cordobesas, calcular sus movimientos y hacerles frente con decisión. Tenía información perfecta de su ruta y de su errática disposición táctica. Alfonso se dirigió a un paraje entre los ríos Órbigo y Tera, afluentes del Esla, al sur de Benavente, en la comarca conocida como la Polvorosa. Se apostó en la orilla izquierda del Esla, que los musulmanes tendrían que cruzar por el puente de Arcos de la Polvorosa para llegar a Astorga.
Alfonso ordenó que la mayor parte de su ejército se ocultara en un bosque de encinas, pinos y robles, dejando solo una parte de sus huestes a la vista. Cuando una parte del ejército islamista cruzó el puente del Esla, avistó de frente a un reducido ejército cristiano que los esperaba en posición de combate. Una vez que las tropas musulmanas atravesaron el río, Alfonso ordenó a dos guarniciones bloquear el paso de los puentes del Órbigo y Tera. Con este movimiento táctico, el rey asturiano había bloqueado gran parte del ejército islamista en un espacio limitado entre los ríos Tera, Órbigo y Esla. El Rey Magno ordenó entonces que el grueso del ejército cristiano, que estaba oculto, se lanzara contra las tropas musulmanas, que fueron empujadas hacia el río. Los islamistas no tuvieron ninguna posibilidad y sufrieron una tremenda derrota, con bajas estimadas entre 10 000 y 13 000 hombres, una cifra muy elevada, aunque reconocida en las crónicas. Fue la derrota conocida como la Polvorosa.
Una vez derrotados los ejércitos del sur y oeste, Alfonso sabía que tendría que luchar contra el hijo del emir, que se acercaba desde el oriente a marchas forzadas con un gran ejército. Sabiendo que la rapidez le favorecía, Alfonso, sin perder tiempo, eligió la confluencia de los ríos Porma y Esla en Mansilla de las Mulas. Quería presentar batalla a la salida del puente de Mansilla, a unos 30 km de León. Los musulmanes tendrían que cruzar un puente para continuar su camino.
La noticia del desastre de la Polvorosa afectó negativamente al hijo del emir y a la moral de su ejército. Habían estado guerreando sin tregua por la Marca Superior contra los muladíes y los castellanos sin éxito alguno.
Al-Mundhir notó el cansancio de sus tropas y decidió evitar el enfrentamiento, regresando a Córdoba. Ordenó a sus vigías buscar el camino más corto para llegar a la capital del emirato. Eligieron una ruta para cruzar el sistema central y llegar a la meseta sur; un camino difícil por la orografía. Habían perdido un tiempo precioso. Los hombres del Rey Magno, estimulados por su reciente victoria y con buen conocimiento del terreno, los persiguieron y los alcanzaron en el valle de Valdemora. Los cordobeses, cansados, hambrientos y desmoralizados, fueron completamente derrotados.
Sánchez de Albornoz narra esta batalla de forma muy explicativa, casi novelesca. El hijo del emir fue capturado y Alfonso exigió a Mohamed la firma de unas treguas por tres años que le eran necesarias para preparar el futuro.
Algunos medievalistas sugieren que su éxito se debió en gran parte a la caballería asturleonesa y a la destreza de sus guerreros, que usaban espadas largas de doble filo, más eficaces que las cordobesas.
Juan Pisuerga
PARA MÁS INFORMACIÓN.
- Carriedo Tejedo, Manuel (1993) «Nacimiento, matrimonio y muerte de Alfonso III el Magno». Asturiense Medievalia (Oviedo).
- Cotarelo Valledor, Armando (1992). Alfonso III el Magno: último rey de Oviedo y primero de Galicia. Ed. facsímil de la edición de 1933.
- Fernández Catón, José Mª (2006). Documentos de la monarquía leonesa de Alfonso III. Centro de Estudios e Investigación San Isidro, Testimonio Compañía Editorial, S.A.
- González Jiménez, Manuel (2011). «La idea de imperio antes y después de Alfonso VI». En Alfonso VI Imperator Totius Orbis Hispaniae. Fernando Suárez y Andrés Gambra . Madrid:
- Martínez Díez, Gonzalo (1993). Alfonso III. Diputación Provincial de Palencia.
- Martínez Díez, Gonzalo (2005). El condado de Castilla (711-1038). La historia frente a la leyenda. Valladolid: Junta de Castilla y León.
- Sánchez de Albornoz (1993). Crónica de Alfonso III.
- Menéndez Pidal. Historia de España. Espasa Calpe S.A., 1974.