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ALFONSO III EL MAGNO

El forjador del reino asturleonés

En el año 866, la muerte de Ordoño I desató una crisis en el reino asturiano. El conde de Lugo, Fruela Bermúdez, se proclamó rey con el apoyo de algunos nobles, obligando a Alfonso a huir en busca de refugio en Castilla, bajo la protección del conde Rodrigo. Este último no tardó en reunir un ejército y marchar hacia Oviedo. Sin embargo, antes de su llegada, los nobles leales a Alfonso lograron matar al usurpador, permitiendo que el joven príncipe recuperara su trono.

Un año más tarde, en 867, el conde Rodrigo sofocó una sublevación de vascos, y Alfonso, en reconocimiento, creó el Condado de Álava que puso bajo su control.

En 868, el rey ordenó a los condes gallegos que repoblaran el sur de Galicia. A Rodrigo le encargó la ocupación de las fortalezas de Pancorbo y Cellorigo. Desde allí, su misión era avanzar más allá del Ebro y los montes Obarenes, asentando población en la peligrosa meseta norte, constantemente amenazada por bandidos bereberes. Para incentivar la repoblación, los nuevos colonos quedaban exentos de impuestos.

Durante todo su reinado, Alfonso hizo una política expansionista para llevar la frontera sur del reino hasta el río Duero. Repobló las extensas comarcas de los campos góticos: Saldaña, Sahagún, Dueñas, Simancas y Toro. En estas tierras recién incorporadas, iglesias y monasterios desempeñaron un papel crucial, actuando como focos para la creación de nuevos asentamientos.

León se convirtió en la principal sede del rey Magno, que fue repoblada con montañeses, judíos y mozárabes. Alfonso, además, puso un gran énfasis en fomentar la herencia visigoda. Mantuvo parte de la administración del reino en Oviedo, a la que mandó ampliar sus murallas.

La estratégica ubicación y las robustas defensas de León la convirtieron en el verdadero corazón del reino.

Alfonso estableció una eficaz red de espías para estar al tanto de los acontecimientos en Córdoba, Toledo, Pamplona, de las sedes muladíes y de sus propios condados. Le preocupaba especialmente una posible alianza entre Mohamed I y Carlos el Calvo, que podría amenazar Pamplona y los territorios orientales. Por ello, buscó la alianza con los muladíes Banu-Casi, quienes estaban sublevados contra el poder central de Córdoba.

Poco a poco, Alfonso fue modernizando las instituciones legislativas y administrativas del reino. Ordenó la redacción de la Crónica de Alfonso III para legitimar su reino como sucesor directo de la monarquía visigoda. De este período también datan la Crónica Profética y la Albeldense.

En el 873, el rey consolidó la frontera oriental al contactar con magnates y nobles del incipiente núcleo cristiano de Pamplona. Su matrimonio con la noble pamplonesa Jimena fue clave para esta estabilidad.

Gracias a su audacia, personalidad y hábil política de alianzas, Alfonso mantuvo a raya a los musulmanes y logró una notable expansión territorial. En el ámbito interno, tuvo que imponer su autoridad frente a las revueltas nobiliarias y los regionalismos separatistas, logrando mantener la cohesión de sus dominios.

Entre el 875 y el 878, el reino leonés se enfrentó a los incesantes ataques de al-Mundhir, el hijo de Mohamed, quien hostigó continuamente las tierras del Bierzo, Castilla y la Marca Superior. Alfonso respondió con contundencia, sometiendo los castillos de Deza y Atienza. Además, ordenó al conde gallego Vimara Pérez que rindiera Braga, Oporto, Viseu y Coímbra. Al año siguiente, el conde Hermenegildo se encargó de repoblar estas tierras con gallegos del norte, estableciendo la frontera en el río Mondrego.

Las decisivas victorias leonesas en la Polvoraria y Valdemoro otorgaron a Alfonso un enorme prestigio, tanto dentro como fuera de sus fronteras, y le valieron el sobrenombre de «el Magno». Estas derrotas dejaron a Córdoba muy debilitada. Se firmaron entonces unos acuerdos temporales de paz, impulsados por la necesidad de ambos bandos de recuperarse de los conflictos y afrontar problemas internos. Aunque estas treguas implicaban un reconocimiento de facto de la autoridad del otro, rara vez incluían un reconocimiento explícito de títulos o legitimidad dinástica. El objetivo principal era una pausa militar, a menudo acompañada del pago de rescates o el intercambio de prisioneros. De hecho, la tregua de 878 fue una clara muestra de la ventaja de Alfonso III, ya que fue el emir de Córdoba quien se vio forzado a pedir la paz tras las importantes derrotas sufridas.

En el 882, Córdoba experimentó levantamientos socioeconómicos protagonizados por bereberes, así como insurrecciones árabes por motivos político-religiosos. Toledo también se levantó contra el poder omeya. Paralelamente, se sublevaron importantes contingentes muladíes: los Banu -Casi en la Marca Superior, Ibn Marwan en Mérida y Umar Ben Hafsun en la serranía de Ronda.

Alfonso no dudó en apoyar al muladí Ibn Marwan de Mérida en una incursión por el oeste del Tajo y el alto valle del Guadiana, logrando una victoria decisiva contra el ejército cordobés.

En el año 884, el rey Magno enfrentó un serio levantamiento interno, liderado por sus propios hermanos Fruela, Odoario y Bermudo. Estos se fortificaron en Astorga con el apoyo de varios condes, pero la rebelión fue rápidamente sofocada y los cabecillas ajusticiados.

Ese mismo año, 884, Mohamed I y Alfonso III firmaron nuevas treguas, conscientes de los graves problemas internos que ambos enfrentaban. Estos pactos se mantuvieron durante 18 años, a pesar de algunas desavenencias.

Los problemas internos de Córdoba facilitaron la conquista definitiva de Zamora en el año 893. La ciudad fue repoblada con mozárabes de Toledo, y el rey Magno ordenó su amurallamiento y la construcción de palacios, casas, baños, monasterios  iglesias. Zamora se consolidó como una de las principales fortalezas del reino, al igual que Dueñas de los Campos Góticos.

Finalmente, en el año 905, Alfonso, aliado con el conde de Pallars, derrotó a los Banu-Casi y apoyó a Sancho Garcés para que ascendiera al trono de Pamplona.

Juan Pisuerga

 

PARA MÁS INFORMACIÓN

  • Carriedo Tejeda, Manuel (1993- 94) Nacimiento, matrimonio y muerte de Alfonso III el Magno. Asturiense Medievalia (Oviedo).
  • Cotarelo Valledor, Armando (1992 Alfonso III el Magno: último rey de Oviedo y primero de Galicia. Edición facsímil de 1933.
  • Fernández Catón, José M.ª (2006). Centro de Estudios e Investigación San Isidro, ed. Documentos de la monarquía leonesa de Alfonso III a Alfonso VIII. 2 vol. León: Testimonio Compañía Editorial, S.A.
  • González Jiménez, Manuel (2011). Imperator totius orbis Hispaniae. Madrid: Sanz y Torres.
  • Martínez Díez, Gonzalo (1993). Alfonso III. Oviedo: Diputación Provincial de Palencia.
  • Martínez Díez, Gonzalo (2005). El Condado de Castilla (711-1038). La historia frente a la leyenda. Valladolid: Junta de Castilla y León.
  • Ubieto Arteta, Antonio (1993). Crónica de Alfonso III. Zaragoza: Anubar
  • Menéndez Pidal. Historia de España. Espasa Calpe. S.A.1974