San Antonio Abad nació en Egipto y vivió entre los siglos III y IV d. C. Hijo de padres ricos, a los 20 años sintió la llamada de Cristo. Vendió sus propiedades, entregó el dinero a los pobres y se retiró al desierto occidental, durmiendo en una cueva solitaria para vivir una vida de oración y ascetismo. Se le considera el primer eremita.
Su vida inspiró a muchos jóvenes, quienes se unieron a él para seguir una vida contemplativa. A pesar de haber pasado muchos años guiándolos espiritualmente, se adentró aún más en el desierto para vivir en completa soledad. Allí, se enfrentó con duras condiciones climáticas y numerosas tentaciones del diablo, pero logró resistir y vencer con la ayuda de Dios. Murió a los 105 años.
Las representaciones tradicionales muestran a San Antonio como un anciano barbudo, vestido con una túnica de saco y un capuchón. A menudo, aparece con un cerdo a su lado, símbolo de humildad y sencillez.
San Antonio es el santo patrón de los animales, los pobres, los enfermos y los afligidos. Se le atribuyen varios episodios con animales, a los que siempre trató con gran bondad. La hagiografía cuenta que un león le ayudó a encontrar agua y que, en otra ocasión, una jabalina se le acercó con sus jabatos ciegos. El santo los curó y, desde ese momento, la madre no se separó de él, llegando incluso a salvarle la vida al ahuyentar a un leopardo.
Se le invoca para pedir protección contra las tentaciones, así como obtener la sabiduría y la fuerza necesarias para seguir a Cristo.
En el año 561, sus reliquias fueron llevadas a Alejandría y veneradas allí hasta el siglo XII, cuando se trasladaron a Constantinopla.
La orden militar monástica de los antonianos se puso bajo la advocación de san Antonio Abad. Fundada alrededor del año 1095 en Francia, su propósito era cuidar a los enfermos que padecían del «fuego de San Antón», una enfermedad causada por el consumo de pan de centeno contaminado con un hongo parásito: el cornezuelo del centeno. Durante la Edad Media, esta enfermedad se convirtió en una auténtica plaga en Europa. Se la conocía como el «fuego de San Antón» o el «fuego sagrado» debido a la intensa sensación de ardor que provocaba en las extremidades de los afectados.
Los miembros de la orden se distinguían por un hábito negro con la letra griega tau (τ) de color azul en el pecho, conocida como la cruz de San Antón. La orden se extendió por toda Europa y, aunque de carácter hospitalario, fue considerada militar y monástica. Finalmente, fue suprimida a finales del siglo XVIII.
San Antonio Abad encontró la sabiduría y el amor divino al observar la naturaleza y los animales, a los que consideraba criaturas de Dios. En sus escritos, animaba a los cristianos a observar a los animales y aprender de ellos, lo que lo convirtió en un símbolo de su protección. Fue canonizado como santo por la Iglesia católica y su festividad se celebra el 17 de enero.
En España, existe una tradición muy antigua de bendecir a los animales en la festividad de San Antonio, con la creencia de que esto los protegerá de enfermedades y males durante el resto del año.
Juan Pisuerga
PARA MÁS INFORMACIÓN, CONSULTAR:
- Bastiaensen, A. (2000). «Antonio, abad». Editores. Diccionario de los Santos, Madrid.
- Fernández Peña, María Rosa. «San Antonio Abad, un santo antiguo pero muy actual». Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas. Simposio.
- Sobre las reliquias de Antonio Abad, Archivado 2016.